Pablo Montero 11y

Federer tuvo revancha con Del Potro

TIGRE -- 20 mil personas dividen sus miradas. Tuercen los cuellos, agudizan la vista, tratan de ver más allá. De un lado, la pantalla gigante del estadio Pipa Tigre se llena de imágenes y recuerdos. Del otro, el artista, el protagonista de aquel compilado, el hombre de la noche, espera el protocolar llamado de ingreso.

"Así juega Roger Federer", proclama a los cuatro vientos (a las cuatro tribunas) Jorge Rial, el presentador impuesto por la televisión. Los fanáticos -también Juan Martín del Potro, ya acomodado en su sillón- miran el video y comprueban lo que ya saben: están en presencia de un verdadero fenómeno. Las semifinales de los Juegos Olímpicos, el duelo del Masters. Los cruces con Del Potro monopolizan el compacto. Lógico.

Pero también hay lugar para los lujos, para esos pequeños destellos que lo llevaron a la cima y que lo siguen distinguiendo aun cuando el N°1 en el ránking no lleve su nombre. Genialidades, en definitiva, que movieron millones de dólares para orquestar su primera visita a Argentina.

Entra Roger. Ovación. Una más. Ríal, con buen tino, le da el micrófono. Él es la noche. "Es un verdadero privilegio", alcanza a balbucear cuando otra estruendosa banda sonora entra en escena: "Olé, olé, olé, olé, Roger, Roger". "Me están haciendo pasar el mejor momento de mi vida", concede Federer, siempre predispuesto. Rogermanía en Argentina, Parte II, en marcha.

"Roger Federer al servicio", organiza el árbitro del partido. Algunos fanáticos tienen su propio plan. "Ídolo", "Maestro", "Te amo, Roger", "Genio" y la -interminable- lista continúa. Federer, abstraído y con el idioma como barrera, sonríe, ocasionalmente saluda y se concentra en lo suyo: jugar al tenis.

Porque en el medio, claro, hubo un partido. Y aun en pleno terreno de exhibición, se pudo disfrutar, al igual que el miércoles, de chispazos de un nivel digno del que se ve en el circuito. Intercambiaron más de un rally de 20 golpes, alternaron momentos de lucimiento y supieron mostrar lo mejor de sus repertorios: Del Potro, a pura potencia, con misiles desde su saque y lineazos con una derecha matadora.

Roger, bueno, simplemente fue Roger: el revés a una mano casi poético, el slice como bandera, la derecha enérgica que cambia de ritmo, las subidas a la red como el mejor Sampras. Y hasta lujos de ocasión, como una doble "Gran Willy" que puso de pie a todo el estadio. Todo perfecto. Todo Federer.

Esta vez, para el séptuple campeón de Wimbledon la fiesta fue completa y se quedó con la revancha: fue 6-4 y 7-6 (1), en hora y media de juego. Pero el tablero es la anécdota menos importante. Roger Federer se despidió en Argentina engranando, una vez más, esa perfecta máquina suiza. Y fuera de la cancha, también fue un número uno: fotos, autógrafos, saludos. Todos se llevaron parte de Roger. Un encuentro cercano con un verdadero extraterrestre que, por suerte para todos, se quiere quedar en nuestro planeta.

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