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Sobraron cinco rounds

TUCUMÁN -- La noche se terminó a las cuatro de la mañana del domingo,
cuando Omar Narváez, tras abrazarse con el campeón interino de los moscas de la WBA, Juan Carlos Reveco, se retiró a sus habitaciones. La velada del Hilton Garden Inn de Tucumán, había quedado atrás.

Narváez, que ahora suma 38 victorias, con 1 derrota y 2 empates, con 20 ganadas por la vía categórica, terminaba de defender su corona supermosca WBO al vencer por puntos al puertorriqueño David Quijano (15-3-1, 9 KO) en amplio fallo. Tanto, que para el argentino Ramón Cerdán la victoria fue por 120-108, mientras que para el panameño David Singh fue de 119-109 y para el neoyorquino Carlos Ortiz, fue de 120-106.

Fue una noche diferente para el boxeo argentino porque por primera vez una pelea de campeonato mundial se efectuó en un hotel, en el ámbito de uno de sus salones, para 400 personas. Agustin Maddock (38), gerente de Hilton, informó que hubo 100 cubiertos con cena incluida, a un valor estimado en unos 200 dólares. "Degustación de entradas varias, tierrina de quesos, carnes braseadas con vino tinto con guarniciones de papas y cebollas, como postre tiramisú con frutillas, más vinos y champagne Alamos", dijo. Los demás asistentes, unos 300 en total, pagaron sus asientos a un valor de cien dólares cada uno.

Ahora vamos al boxeo. Narváez asumió la iniciativa desde el primer asalto y durante los 12 que duró la pelea –que fue supervisada por Jorge Molina, presidente de WBO Latino-, se convirtió en un monólogo, pues nunca vimos a Narváez pegarle tanto a un rival. "Le tomé la iniciativa y desde el primer round fui yo quien mandó en el ring", nos dijo ya en la sobremesa. "Eso lo desorientó, y creo que recibió tanto castigo que hasta lo miré varias veces al árbitro para que detuviera la pelea, porque creo sinceramente y con todo respeto, que ya no tenía sentido", comentó Narváez, mostrando un rostro limpio, como si no hubiera peleado.

A su vez, Quijano, que se portó como un valiente, terminó con el rostro seriamente dañado y con un corte no demasiado profundo en la ceja derecha, producto de los voleados del campeón, quien retuvo por sexta vez su corona.

La pelea –organizada por Osvaldo Rivero- contó con un atractivo especial, ya que tuvo el apoyo de la producción del programa televisivo "Sos mi hombre", una serie diaria que tiene en el actor Luciano Castro a un boxeador como protagonista. Castro no solamente estuvo en el Hilton, sino que lo hizo acompañado de gran parte del elenco, incluyendo al veterano actor Lito Cruz y también del actor chileno Gonzalo Valenzuela, quien además se calzó los guantes para hacer su debut como boxeador amateur frente a Maximiliano Bevaqua, a quien venció por puntos en lo que fue una pelea áspera y entretenida.

O sea que fue una noche distinta, porque nunca lo vimos a Narváez pegarle tanto a un rival. "Lo que ocurre es que, aunque el puertorriqueño recibió muchísimo castigo, no me dio ningún elemento para detenerla antes", nos confesó en la cena de trasnoche el referí del encuentro, el también puertorriqueño José Rivera. "Narváez pegó a voluntad, pero su rival contestaba siempre, tal vez el rincón debió haberla detenido, para que no recibiera tantos golpes", concluyó.

"Yo creo que le pegué no menos de 20 golpes muy justos por asalto, quizás, un poquito más. Si lo multiplicamos por los doce rounds que duró la contienda, hay que entender que recibió un castigo muy fuerte –nos decía Narváez-, y si aguantó hasta el final es porque, si bien le pegué mucho, y con golpes justos, no soy un noqueador. Sé que debería haberlo trabajado mucho más al cuerpo, pero si no lo hice es porque se cerraba muy bien con los codos".

Quedó en claro que el castigo recibido por el retador fue mucho más gravoso para su futuro que si hubiera perdido por nocaut. "Tendría que haberla detenido la esquina para evitar tantos golpes", dijo Narváez. Y tuvo razón, puesto que semejante golpiza será muy complicada para el futuro del puertorriqueño.

Podría afirmarse que Narváez, quien trabajó a fondo los 12 asaltos, se cansó de pegar. Tirando golpes que no son ortodoxos en muchos casos, castigó a voluntad a su corajudo rival, quien lo felicitó al final de la contienda. A la pelea le sobraron asaltos, pero así es la ley del ring. De hecho, fueron muchos quienes pidieron un "Basta" que jamás llegó. Un monólogo del campeón quien fue el dueño de toda la contienda.

Narváez nos comentaba que se sintió mucho más en ritmo porque peleó hace poco. El 20 de octubre venció al mexicano Johnny García en 11 asaltos en el Luna Park. "Cuanto menos descanso tengo entre pelea y pelea, mucho mejor me siento, por eso quiero pelear seguido", afirmó. "El retador obligatorio es el mexicano Daniel Rosas (15-0-1, 10 KO, 23 años) y ya le ofrecimos pelear dos veces, pero dijo que no, yo lo espero".

Así terminó la noche, con un Narváez entero, con un Quijano seriamente lastimado y con la sensación, en el ánimo de todos, que el combate duró por lo menos cinco asaltos de más, puesto que la superioridad del argentino fue demasiado grande para un retador que hizo todo lo que pudo.

Como dijo Narváez, "El Huracán sigue soplando". Tiene razón.

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