<
>

¿Cambio de guardia?

El 2012 fue el año del ascenso de Rory McIlroy (izquierda) y del regreso de Tiger Woods (derecha). Getty Images

BRISTOL -- "Kilroy estuvo aquí", es lo primero que puede decirse del 2012.

También hay que mencionar el regreso de Tiger Woods y el prodigio europeo en la Copa Ryder, pero si hay que empezar por algún lado, hay que empezar por Rory McIlroy.

El joven norirlandés tomó al golf mundial por asalto en el 2012.

"Papá, ¿Rory es mejor que Tiger?", preguntan los niños. Y aunque la respuesta es obviamente negativa, y algunos padres incluso amonestan a sus hijos por realizar lo que ellos consideran una pregunta irrisoria, la realidad es que el sólo hecho de que alguien --aunque sea un niño-- se atreva a dudar de que Woods sea el mejor jugador del mundo muestra lo mucho que ha logrado McIlroy.

Imposible saber si algún día McIlroy llegará a ser como Woods. Las probabilidades indican que no. Nunca ganará tantos torneos. Nunca será dominante por tanto tiempo. Nunca acumulará tantos títulos mayores. Sencillamente porque McIlroy pertenece a esta dimensión, y Woods pertenece a otra.

Sin embargo, aunque nunca alcance las cumbres de Woods, el futuro de McIlroy podría rozar considerables alturas.

El chico tiene apenas 23 años, y ya ha ganado 10 torneos como profesional, ocho de ellos en el PGA Tour y/o el Tour Europeo, entre los cuales hay que mencionar los dos Majors que obtuvo en las últimas dos temporadas, ambos por amplio margen.

En agosto de este año se impuso en el PGA Championship, por una diferencia récord para ese campeonato; la misma diferencia de ocho impactos que había sacado la temporada anterior en el US Open.

¿Cuánto tardará en ganar el Masters?

La respuesta lógica sería "muy poco", luego de haber estado tan cerca en el 2011, cuando dilapidó una ventaja de cuatro golpes en la última ronda, y de haber entrado al fin de semana un golpe detrás de la punta en el 2012.

¿Cuántos Majors más tendrá McIlroy en su bolsa?

La respuesta a esa pregunta ya es más difícil. Y la realidad es que los ojos del mundo no están ahí todavía, sino en la misma pregunta, pero con otro sujeto.

¿Cuántos Majors más tendrá Woods en su bolsa?

¿Tendrá o no tendrá cuatro más? Esa es la gran cuestión, porque es la distancia que separa a Woods de Jack Nicklaus.

Woods suma 14 torneos mayores en su carrera. Nicklaus acumuló 18 entre 1962, cuando ganó su primer US Open, y 1986, cuando se coronó por última vez en Augusta.

Cuatro Majors parecía una enormidad para Woods hace un año, luego de lo que había ocurrido en el 2010 y el 2011. Pero después de lo que mostró en el 2012, ya no suena como una meta tan lejana.

La frase más repetida en el golf este año fue: "Woods no es el mismo de antes". Lo cual es verdad. Ser repetida no vuelve falsa la frase. Pero también es cierto que demostró que todavía puede ganar.

Obtuvo tres torneos en el PGA Tour: el Arnold Palmer Invitational, el Memorial Tournament y el AT&T National. Ninguno es un Major, cierto, pero en los tres enfrentó competencia de primer nivel y se impuso con claridad.

Ya son cuatro las temporadas consecutivas en que Woods no consigue un Major. El último fue el US Open del 2008. Pero la campaña del 2012 invita a pensar que algún triunfo más en un torneo grande podría llegar en cualquier momento.

De ahí a que sean cuatro hay una distancia importante, y el tiempo empieza a correr a Woods, quien cumple 37 años este 30 de diciembre.

Curiosamente, sin embargo, el físico no parece ser el problema en Woods. Luce en excelente forma, así que la edad por ahora no es factor. La clave parece estar más arriba.

En la cabeza.

¿Tiene todavía Woods la fortaleza mental para ganar uno o cuatro Majors, después de todo lo que sucedió en su vida privada, del sacudón que experimentó en su ámbito personal?

¿Tiene todavía Tiger esa mirada felina, que lo volvía imbatible en los momentos de mayor presión?

A juzgar por Medinah, la respuesta es "no".

Este año en la Ryder Cup, evento en el que suele salir a relucir el fuego sagrado de los mejores jugadores, Woods mostró poca chispa. Y definitivamente no hubo instinto asesino en ese último hoyo frente a Francesco Molinari.

Woods perdió sus dos partidos en pareja con Steve Stricker, y luego empató con Molinari en ese final opaco, cuando falló un putt accesible y después le cedió el suyo al italiano para darle la victoria a Europa.

Pero Woods no fue el único culpable. Phil Mickelson y Keegan Bradley, que estaban al rojo vivo, solicitaron tomarse libre el sábado por la tarde, cuando el marcador era 8-4 a favor de los Estados Unidos, y el capitán, Davis Love III, les concedió el deseo.

El descanso no les sirvió de mucho. En los singles del domingo, tanto Mickelson como Bradley perdieron, al igual que Bubba Watson, campeón del Masters de este año, y Webb Simpson, campeón del US Open de este año.

Con el marcador en 10-6 a favor de los locales, el domingo llegó la histórica remontada de Europa. McIlroy, Luke Donald, Ian Poulter, Justin Rose, Paul Lawrie, Sergio García, Lee Westwood y Martin Kaymer ganaron sus singles, para darle al Viejo Continente la victoria más improbable en la historia de la Ryder.

Era la primera Ryder Cup que se jugaba desde la muerte de Seve Ballesteros. Resultó muy apropiado que terminara de esa manera.