Ricardo López Juárez 11y

La leyenda nació hace 40 años

MÉXICO -- Un emblemático parque y un activo puente llevan su nombre en la ciudad de Pittsburgh. Una arena y una ciudad deportiva se llaman de la misma manera en su honor, en Puerto Rico. Ciudades como Nueva York y Chicago le han rendido tributo bautizando lugares públicos y escuelas con su nombre, lo mismo que en Nicaragua. La barda del jardín derecho del estadio de los Piratas de Pittsburgh mide 21 pies de altura para que no se olvide que esa esquina fue suya por 18 temporadas y que el 21 fue el número que llevaba en el uniforme. Y el trofeo más distinguido de las Grandes Ligas, el que premia los logros dentro del campo igual que la labor humanitaria por fuera, se llama como él.

Este 31 de diciembre se conmemora el 40 aniversario luctuoso de Roberto Clemente, un nombre poderoso en el deporte mundial. Roberto, nacido en Carolina, Puerto Rico se encargó de conquistar al público con su maravilloso talento para jugar al béisbol, lo que le significó ser reconocido como el pelotero latinoamericano más completo de todos los tiempos. Después, el último día de 1972, se subió a un avión cargado de víveres que él personalmente quería entregarles a los damnificados de un terremoto en Nicaragua. El avión fletado cayó trágicamente en la costa de Puerto Rico poco después de haber despegado y allí el beisbolista virtuoso pasó a ser el ser humano amado y llorado. La leyenda había nacido.

Clemente registró en el campo de béisbol cifras y logros que cuatro décadas después siguen impresionando: 3,000 hits bateados y promedio de .317 en una época en la que batear para .300 era especial; cuatro campeonatos de bateo de la Liga Nacional; 15 selecciones al Juego de Estrellas y 12 Guantes de Oro a la excelencia defensiva, y por supuesto, los premios de Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1966, para ser el primer latinoamericano en lograrlo, y el de su consagración en el otoño de 1971 cuando condujo a los Piratas de Pittsburgh al título de la Serie Mundial siendo designado el 'MVP'.

Para la temporada siguiente, su formidable carrera, siempre con la franela de los filibusteros, sólo tenía una tarea pendiente: llegar a los 3,000 hits. Sumaba 2,882 imparables al comenzar una campaña en la que vio limitada su actividad a 102 partidos por lesiones. El 29 de septiembre, en el antepenúltimo día de la temporada, Clemente pensó que había logrado convertirse en el 11º jugador de la historia en batear 3,000 hits con una rola sobre el montículo y hacia la segunda base. Pero el anotador oficial en el Three Rivers Stadium marcó la jugada como error del infielder en un juego contra los Mets de Nueva York.

Clemente, de 38 años de edad, ni siquiera se molestó en ir a la cama esa noche. Su malestar por la decisión del anotador, las incontables llamadas telefónicas y una cita en el aeropuerto para recoger a unas amistades muy temprano, le hicieron llegar sin dormir al partido diurno del 30 de septiembre contra Nueva York. En el cuarto inning, en su segundo turno al bate, Clemente conectó un pitcheo del lanzador Jon Matlack y lo envió por el callejón del jardín izquierdo-central para un doble que pasó a la historia.

La imagen de Clemente sobre la segunda base despojándose de su casco para agradecer la ovación del público es una de las imágenes más populares de todos los tiempos en Pittsburgh y en el béisbol. Fue su hit 3,000 para unirse a Willie Mays y Hank Aaron como los únicos jugadores en activo en ese momento con tal cantidad de imparables. Clemente abandonó el juego una entrada más tarde y no vio acción al día siguiente en el partido final de la temporada. Tres meses después se topó con la muerte en un absurdo encontronazo mientras mostraba lo mejor de su generosa persona.

Hombre agradecido

"La forma en que él murió, así fue que él vivió toda su vida, ayudando al prójimo", dijo Vera Clemente, su viuda, por enésima ocasión en una entrevista reciente con motivo de la develación de una estatua de bronce de Clemente en la ciudad de Newark, Nueva Jersey, obra idéntica a la ubicada por tantos años afuera del Three Rivers Stadium de Pittsburgh y que luego fue trasladada a una de las entradas del PNC Park, actual hogar de los Pittsburgh Pirates.

En una carta revelada años después de la muerte de Clemente y la cual es parcialmente reproducida en el reportaje especial de Kevin Guilfoile para ESPN The Magazine, el legendario jardinero mostró su grandeza interior. En la carta, Clemente se dirige al entonces presidente de los Piratas, Dan Galbreath:

"Gracias por darme el privilegio de jugar para los Piratas. No pude pedir mejores compañeros y los simpatizantes de los Piratas son los mejores del béisbol. Todos han sido tan generosos con Vera y los niños. Cuando usted crea que ya no puedo contribuir al éxito del equipo, me retiraré. Le agradezco tanto a usted como a los Piratas como organización por ser tan buenos conmigo y con mi familia".

En el remate de la carta, de acuerdo con la lectura de Galbreath, se leía: "Le prometo que jamás jugaré para cualquier otro equipo". Clemente, sin duda, cumplió con su promesa.

Su último hit

El hit 3,000 del gran Clemente ha sido uno de los capítulos más visitados por los aficionados al béisbol, específicamente por los hispanos y no se diga los puertorriqueños así como los seguidores de los Piratas. Pero ése no fue el último hit en la carrera del primer latinoamericano en haber ingresado al Salón de la Fama de Cooperstown.

Los Piratas jugaron el 11 de octubre de 1972 contra los Rojos de Cincinnati Reds en el quinto y decisivo partido por el campeonato de la Liga Nacional en el Riverfront Stadium, estando de por medio un boleto para la Serie Mundial. Clemente bateó un sencillo al jardín central en la parte alta del primer inning en contra del pitcher derecho Don Gullett. Luego sacó un elevado al jardín central en la tercera entrada, se ponchó sin tirarle en la quinta y fue caminado de manera intencional en la octava. Éste fue su último turno al bate, siendo el pitcher zurdo Tom Hall. Los Rojos anotaron dos veces en la parte baja de la novena y así eliminaron a Pittsburgh.

En total, Clemente bateó 34 hits en postemporada, es decir, 3,034 en partidos de Ligas Mayores con los Piratas. Por cierto, el mejor salario recibido por Roberto Clemente en su carrera fue justamente el de 1972 con 150,000 dólares. De acuerdo con el sitio autorizado baseball-reference.com, Clemente recibió $6,000 en su año de novato (1955), subió a $20,000 en 1958, $40,000 en 1966, $100,000 en 1970 y $125,000 en 1971. El salario mínimo en las Ligas Mayores en 2012 llegó a los $480,000.

De Clemente a Cabrera

Miguel Cabrera le dio a Venezuela una alegría enorme y a los hispanos un enorme orgullo al ganar la tripe corona de bateo de 2012, algo que no sucedía en el béisbol de las Ligas Mayores desde 1967, cuando Carl Yastrzemski, de los Medias Rojas de Boston Red Sox, lo hizo en la Liga Americana.

Aunque la comparación no cabe porque es otra época y por sus distintas características como peloteros, Cabrera es hoy lo que Clemente fue alguna vez: el mejor de los bateadores latinos en la 'Gran Carpa' y tal vez el mejor pelotero latinoamericano. Su salario de 21 millones de dólares en 2012 establece la gran valía del ahora tercera base de los Tigres de Detroit, quien en 10 temporadas como 'bigleaguer' ya acumula 1,802 hits, 321 jonrones y 1,123 carreras producidas.

Cabrera no vio jugar a Roberto Clemente. Pero él, igual que prácticamente todo pelotero latinoamericano que ha llegado a las Ligas Mayores en las décadas pasadas, tiene algo que agradecerle al legendario número 21 de los Piratas. Clemente fue uno de los primeros grandes beisbolistas latinos y uno que tuvo particular influencia en el público estadounidense. Firmado originalmente por los Dodgers de Brooklyn en 1952 y reclutado por los Piratas en el draft de novatos de 1954, Clemente construyó una carrera de leyenda a pesar de condiciones entonces poco propicias para los jugadores de piel más oscura.

Inspiración latinoamericana

"Para mí, Clemente es el mejor de todos los tiempos", dijo el cronista de los Dodgers y miembro del Salón de la Fama Jaime Jarrín, cuando fue entrevistado el verano pasado por MLB.com sobre el equipo ideal de latinos de todos los tiempos, del cual Clemente fue selección automática. "No sólo fue un gran jugador, sino que le tocó pasar momentos difíciles siendo latino durante un periodo de tiempo en este país. Fue un deleite verle correr en el outfield y esos tiros desde el jardín derecho hacia la tercera base o el plato fueron realmente espectaculares. Fue un hombre muy, muy especial".

Ya con 54 años en las transmisiones de los Dodgers en español y habiendo visto tanto béisbol, Jarrín ha apreciado el efecto de grandes jugadores como Clemente en toda su dimensión, al abrirle camino a cientos y cientos de beisbolistas latinos, no sólo por la inspiración que él generó, sino porque obligó a los equipos a buscar nuevos 'Robertos Clementes': "Hay muchos nombres de grandes peloteros latinos que han contribuido a este juego que podríamos ponerlos hasta en dos o tres equipos (ideales). Te dice lo rico de las contribuciones de los jugadores, y lo mucho que ellos han significado para este deporte. Ha habido tantos grandes de la historia y tantos jugadores que significan tanto para tanta gente".

Sobre todo en esto último, Roberto Clemente está bien arriba. Su popularidad rebasó fácilmente las fronteras de Puerto Rico y los límites de Pennsylvania, y se volvió un ícono mundial.

Por la ruta Clemente

Desde aquella tarde del 30 de septiembre de 1972, cuando Clemente vivió su cita con la historia --una de muchas--, 17 peloteros han llegado a los 3,000 hits, y de estos, apenas dos fueron latinos: el panameño Rod Carew (1985) y el cubano Rafael Palmeiro (2005).

Aquel otoño, Carew ganó el título de bateo de la Liga Americana, su primero de cuatro consecutivos y el segundo de los siete que acumuló en su carrera; el dominicano Julio Franco (1991), el boricua Bernie Williams (1998), el dominicano Manny Ramirez (2002), el venezolano Magglio Ordonez (2007) y su compatriota Cabrera (2011 y 2012) le han dado a Latinoamérica más orgullo con coronas de bateo, además de Edgar Martinez (1992 y 1995), Alex Rodriguez (1996) y Nomar Garciaparra (1999 y 2000), quienes nacieron en Estados Unidos pero con sangre latina.

En la Nacional, desde el final de la carrera de Clemente, se han alzado con el cetro de bateo el venezolano Andres Galarraga (1993), el dominicano Albert Pujols (2003), su compatriota Hanley Ramirez (2009), el venezolano Carlos Gonzalez (2010) y el dominicano Jose Reyes (2011), además de los estadounidenses de herencia hispana Keith Hernandez (1979) y Freddy Sanchez (2006).

Clemente ganó su primera corona de bateo en 1961, siete años después de que el mexicano Roberto 'Beto' Ávila había hecho historia como el primer latinoamericano en ser 'champion bat'. Clemente también fue el monarca bateador en 1964, 1965 y 1967.

Cada 31 de diciembre se le recuerda y aún se le llora a Roberto Clemente. Fue mucho lo que el mundo perdió con su trágica y sentida desaparición en las aguas del Océano Atlántico. Pero también es un día para celebrar al héroe, al gran ser humano, a la leyenda.

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