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Los Angeles al desnudo

El equipo de Mike D'Antoni tiene récord de 15-18 y hoy está fuera de playoffs Andrew D. Bernstein/NBAE/Getty Images

Metta World Peace anticipó, antes de comenzar la temporada, que Los Angeles Lakers superarían la histórica marca de 72-10 de Chicago Bulls en 1995-96.

Otro ejemplo equivocado de pensar que un equipo es una suma de individualidades.

El showtime que anticipó Mike D'Antoni a su llegada al equipo angelino, sucediendo a Mike Brown, luce tan surrealista como un cuadro de Salvador Dalí. El colapso en Hollywood ha sido grande, y lo peor de todo es que no se trata de turbulencias: el avión cae en picada y no hay manera de detenerlo.

Los Lakers tienen muchísimos problemas en su juego, pero muchos de ellos, lamento decirlo, entran en el terreno de la lógica. Nadie puede luchar contra su naturaleza, y con D'Antoni a la cabeza era obvio que este equipo iba a tener dos cuestiones de fondo: a) la defensa pasaría a ser un tema secundario b) la búsqueda de acelerar el ritmo se transformaba en ilógica por definición: uno no puede pretender que la tortuga corra a la velocidad de la liebre sin sufrir un colapso en el intento.

El equipo de Los Angeles ha sufrido múltiples lesiones, incluyendo, en el arranque, la de sus dos armadores naturales: Steve Nash y Steve Blake. Esto también podía entrar en el terreno de lo lógico si se revisa el documento de identidad de los dos cerebros. Los años, en definitiva, pasan para todo el mundo.

La recuperación de Nash entusiasmó a los fanáticos y a la prensa, pero los equipos no se construyen a partir de un jugador. Ni siquiera surjen los culpables ni salvadores únicos en una estructura de hierro, porque, como digo habitualmente, no existe mejor jugador que todos juntos.

Los Lakers son un puñado de individualidades intentando ganar con el apellido en una competencia que ha dejado de ser lo que era en años anteriores. Los roles están mal comprendidos y los jugadores no sólo no confían en ellos mismos, sino que han dejado de confiar en sus compañeros, lo que es muchísimo peor.

"Todos tienen un trabajo que hacer", dijo D'Antoni. "Lo último que le puedo pedir a los muchachos es que jueguen lo más duro que puedan. Si están contentos o no, no importa. Jueguen lo más duro que puedan. No se tienen que amar unos a otros".

La química, en el básquetbol, no tiene que ver con una tabla periódica. No se unen elementos en tubos de ensayo, sino que se trata de trabajar día a día en el laboratorio sin perder la paciencia. Cuando uno tiene demasiados caudillos, nadie quiere jugar a ser peón.

Pau Gasol luce como el hombre más criticado de los Lakers en las últimas dos temporadas, pero es su carácter noble el que lo pone como receptor de todos los disparos. Su profesionalismo y su falta de excusas son argumentos que lo empujan a la hoguera sin reparos. Hoy en día, es una llave de oro que abre una puerta que los Lakers desconocen donde está. En el caos imperante, la directiva es capaz de lanzar la llave a la basura en vez de buscar un nuevo camino para encontrar la cerradura.

A Gasol puedes golpearlo que no se quejará. Es un jugador fundamental en este equipo, pero es momento de que haga las valijas y se marche, principalmente por él. La historia de amor de los Lakers con Gasol tiene un final conocido: una vez que el ala-pivote catalán deje Hollywood, lo van a extrañar como a nadie. Pero ese será otro tema para más adelante.

Gasol es una víctima de la llegada de Dwight Howard. En ataque, D'Antoni lo hace jugar como cuatro abierto por su capacidad pasadora, pero es evidente que Gasol marca diferencias jugando de espaldas al poste, porque no existe interno en el mundo con su altura y fundamentos para desenvolverse en esa zona de la cancha. Si no me creen, recuerden cómo funcionaba como hipotenusa en la ofensiva triangular de Phil Jackson. ¿Cómo puede ser que este hombre se vea obligado a lanzar una y otra vez desde media y larga distancia? Es simple: el cuerpo técnico entiende que si lo junta con Howard -algo que ya ocurrió en el pasado exitosamente con Andrew Bynum-, los Lakers serán una avenida repleta de tráfico.

En ese contexto, D'Antoni se equivoca. En ese contexto, Gasol no le sirve al equipo.

El caso de Howard es llamativo, porque no se entiende cómo puede haber sido Jugador Defensivo del año en múltiples oportunidades. Se pierde sistemáticamente en las rotaciones defensivas, no coloca un bloqueo decente al armador en el pick and roll y corre sólo hacia adelante, jamás hacia atrás. Lo entiendo como un jugador vertical: hacia arriba llega como nadie, pero en el movimiento lateral no se mueve. Parecería, en un presente negativo, estar pensando más en sus números personales que en el equipo.

La defensa de los Lakers ha pasado de ser regular a espantosa. No sólo apuntamos a las rotaciones defensivas -se nota una falta de comunicación alarmante, sobre todo con los cortes en línea de fondo-, sino también al balance en transición, que no puede ser peor. Lo cierto es que defender la idea de un básquetbol de alto ritmo con veteranos (y con un equipo con dos gigantes como Gasol y Howard) trae aparejado este problema: no se puede sostener la velocidad en los dos costados de la cancha. Por ende, la caja de cambios de los Lakers puede tener sexta para un costado, pero carece de reversa.

El equipo angelino figura segundo en ritmo en toda la NBA, con 96.9 posesiones por aparición. Los Rockets, un conjunto armado con piezas completamente distintas, está primero con 99.5 por juego. El ritmo que proponen los Lakers los invita al error y al desgaste: ante Nuggets perdieron 18 pelotas y cayeron 25-14 en puntos en transición ¿Hace falta explicar que los Lakers son otra cosa? Están intentando encajar, a la fuerza, su pieza oro y púrpura en el puzzle equivocado.

Y a todo esto llegamos a la defensa de pick and roll. Todos sabemos que Nash no se ha caracterizado en su carrera por ser un defensor de elite ni mucho menos, pero lo preocupante aquí son las ayudas en este movimiento ofensivo. Howard no salta jamás hacia delante para detener al portabalón sino que lo espera casi debajo del aro para buscar una tapa, algo que puede ser hermoso para las cámaras y el público pero que no tiene nada que ver con el básquetbol. Si no se salta rápidamente a quien tiene la pelota, se dan tres cosas posibles: 1) tira quien tiene el balón, que generalmente es un perimetral con alta efectividad en esta clase de lanzamiento 2) quien tiene la posesión amaga el tiro y descarga en el interno que deja Howard por ayudar de manera tardía 3) empuja a un tercer defensor a cerrarse para ayudar y el base puede descargar a un tiro abierto de otro perimetral.

No es casualidad que, ante Denver, hayan perdido 60-38 en puntos en la pintura.

Esto tiene que ver con trabajo, pero también con voluntad. Por momentos parece que algunos jugadores de los Lakers están esperando que les conviertan para poder volver a atacar cuanto antes, en lo que se dice transición de segundo término (atacar ni bien reciben una anotación).

Ningún equipo puede lograr algo importante si no tiene una defensa de elite. Esto hay que grabarlo a fuego.

Finalmente llegamos a Kobe Bryant, otro de los ojos de tormenta en esta versión 2012-13 de los Lakers. En las tres derrotas en fila de Lakers, Kobe lanzó diez tiros más que cualquiera de sus compañeros. Su equipo, en tanto, tiene un récord de 0-7 cuando él anota 35 unidades o más. Ahora bien: ¿es problema de Bryant? Si fuese un equipo construido y amoldado, esta Kobe-dependencia sería trágica, pero lo cierto es que Kobe está lanzando de esta manera porque sus compañeros parecen personajes de Lost: no saben donde ni por qué están donde están. Sobre todo cuando el balón quema.

"Mi rol aquí es hacerme cargo de las culpas, es parte del asiento en el que tomo lugar", dijo Bryant.

Bryant lidera la Liga con 30.5 puntos por aparición y no hay jugador, en toda la NBA, que promedie más unidades por jugada en el último cuarto que él (7.9). Por lo tanto, este presente de Kobe es un manotazo de náufrago en el medio del océano. No es lo correcto, pero su sentimiento es comprensible para un escolta anotador: siente inevitable anotar todo lo posible por salvar su barco. Todos deben entender, de todos modos, que nadie puede hacerlo solo. Ni siquiera Kobe, porque este es un juego de equipo.

Si esto continúa noche a noche es porque alguien cree que la hoja de ruta no debe ser modificada. Que esto, de alguna manera, es lo correcto. ¡Bravo! Con este esquema, los Lakers no sólo están a años luz de la marca histórica que Metta World Peace anticipó a principios de temporada, sino que ni siquiera están llegando a playoffs. Y si los actores protagónicos están fallando, ni hablar de la segunda unidad, un problema histórico de los Lakers: si en algún momento pudieron saltar al estrellato, hoy por hoy ni siquiera tienen una línea de texto en esta obra.

"Debemos mantenernos juntos", dijo Howard. "No podemos señalar a nadie. Es un tema de equipo".

La reacción tiene que comenzar ya, porque el agua está llegando al cuello y la lluvia no se detiene. Sin Howard -fuera por una lesión en el hombro- y Gasol -sufrió una conmoción cerebral- los Lakers afrontan tres partidos durísimos: visitan a Rockets y Spurs, y reciben al Thunder.

Que la fuerza los acompañe.