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Con el status de Nº 1

Djokovic levantó por 4ª vez el trofeo en Melbourne Getty Images

BUENOS AIRES -- Para el aplauso. Sólido, rápido, agresivo, completo y preciso. Ese mix presenta Novak Djokovic y le permite gozar como pocas veces en su gran carrera. A los 25 años, maduro y con una convicción tremenda, el serbio se dio el gusto de ser, en la era profesional (comenzó en 1968), el primer varón en ganar el Abierto de Australia tres años seguidos y además conquistar cuatro títulos en Melbourne, igualando la cifra de Andre Agassi y Roger Federer. Así, el divertido Nº 1 del mundo logró su 6º Grand Slam y el 35º título en total en el circuito.

Más acostumbrado a las celebraciones en las grandes citas, a manejarse frente a los micrófonos y a moverse con la aureola de un grande, no dudó minutos después de posar con el trofeo y marcó su próximo objetivo, lejos de cualquier conformismo o de querer tomarse unos días para festejar esta nueva hazaña: "Ahora quiero ganar Roland Garros". Claro, es el único 'Major' que le falta en sus vitrinas y, si triunfa allí, será entonces el 8º varón en toda la historia en obtener los cuatro certámenes de Grand Slam. Eso lo hace aún más figura, con un hambre de gloria insaciable y una mentalidad supercompetitiva.

Cada vez más seguido, Djokovic acapara elogios y ya es la figurita difícil, a la que todos quieren vencer. Es que es el indiscutido rey de la ATP, dueño de una regularidad que dista claramente de los demás colegas. En el más alto nivel, en los torneos más fuertes y al mejor de cinco sets, es un gladiador terrible, sobre todo en superficies rápidas o bien duras, lo ideal para su combinación de las distintas facetas del juego. Hace muy rápida la transición de la defensa al ataque, tiene un gran sentido de la ubicación, mantiene una terrible intensidad en los intercambios y una velocidad de disparos que hace daño.

Por eso mismo, Djokovic es letal para sus adversarios en las paradas más bravas. Su escolta en el ranking, Roger Federer, sigue mostrando su calidad inagotable y su aceleración pero, con 31 años, no tiene la consistencia y resistencia de "Nole". Tampoco el escocés Andy Murray, verdugo del suizo en una gran semifinal de cinco sets y víctima del serbio en la final de cuatro parciales. Y es una duda saber cómo regresará el español Rafael Nadal, quien completa el famoso póker de ases, más allá de que ahora fue superado en el listado por su compatriota David Ferrer, otro magistral defensor y contragolpeador, que perdió en semi por paliza ante el campeón.

De hecho, después de ese partido, el serbio admitió: "No creo que pueda jugar mejor. Fue uno de mis grandes partidos". Quizás él y varios fanáticos no creyeron que iba a eliminar tan fácil a Ferrer, ya que venía de superar al checo Tomas Berdych (6º) en cuatro capítulos y, en especial, en los octavos sufrió como nunca en estas dos semanas en suelo australiano, ya que le ganó una pulseada psicológica tremenda al suizo Stanislas Wawrinka, ex top-ten, por 12-10 en el 5º set. Fue ese típico día en el que un jugador puede no estar tan fino y preciso, pero salió adelante con presencia y creció en confianza para la recta decisiva.

En ciertos momentos de este Abierto de Australia, Djokovic le hizo recordar a uno aquella versión casi intratable de 2011, con un invicto inicial de 41 partidos, justo después de ser el abanderado de Serbia en su única conquista de la Copa Davis, a fines de 2010. El serbio terminó dejando una imagen fuerte, ganadora y hasta pareciéndose a ese hombre que supo ser imbatible durante la primera mitad de aquel año. En este caso, la final ante Murray no se trató, precisamente, de un partido tan atractivo, pero sí durísimo, parejo, intenso, cambiante en algunos tramos.

En la definición, Djokovic se mostró apurado y sin la precisión necesaria en el tie-break del primer set. Por eso lo perdió. Pero siguió siendo una roca mentalmente y evitó un rápido quiebre de saque frente a un Murray que se mostraba más convencido en arriesgar, más suelto. Desde allí fue creciendo el serbio y de a poco fue tomando más y más la iniciativa, siendo más punzante. Eso se lo transmitió al británico, quien a su vez empezó de derrumbarse desde mediados del tercer parcial, en especial cuando el Nº 1 logró el primer rompimiento de servicio de todo el encuentro.

Lejos de tratarse de potentes sacadores de otros tiempos, estos dos jugadores tan completos y con muy buenas devoluciones, en especial Djokovic, hicieron posible ese hecho llamativo. Ni bien el serbio se apoderó de ese tercer set, el duelo careció de emoción, ya que el escocés sufrió algunos problemas con ampollas en un pie y la balanza se inclinó rotundamente a favor del campeón. Ya en el cuarto, por mentalidad, determinación y resto físico, Djokovic estuvo un escalón por encima de su rival, marcando esa diferencia citada unos párrafos más atrás.

Como se presumía, fue un partido exigente, de un ida y vuelta constante desde la base, pero sin los destellos de otras finales importantes. Este es el tenis que puede verse seguido, se supone, con estas dos figuras con una altísima intensidad, batallando contra Federer y Nadal. El gran presente de Djokovic y su incuestionable reinado se sustentan en que jugó la final en 8 de los 10 últimos Grand Slam, algo inédito para él. Y se sumó al gran plato Murray, quien acaba de disputar por primera vez en su carrera tres definiciones de 'Majors' de manera consecutiva.

A partir de 2011, se lo nota a Djokovic muy fuerte físicamente, con largo aliento, que era su debilidad. Mejorado por una dieta especial y de sus problemas respiratorios, el serbio ratificó que es el hombre a vencer. Está claro, podrá argumentar más de uno, que este fue su primer 'Major' ganado en un año, desde que triunfó precisamente en Australia, pero en el medio estuvo casi siempre en la pelea. Aquel año fue inolvidable y, de hecho, participó en tres de las cuatro finales de Grand Slam. Eso lo repitió en 2012, aunque pasó de imponerse en aquellas tres definiciones a ganar una al año siguiente.

Al fin de cuentas, es Djokovic el mejor por estos tiempos. Y lo tiene a Murray prendido en el podio, con sed y tenis para pretender mantenerse y seguir creciendo. Esta aparición del completo y versátil escocés fue tan positiva, con su éxito en el US Open pasado y esta final en Australia, que entre ambos lograron quebrar una hegemonía que parecía inalterable: desde que Nadal irrumpió en el circuito (2004) y luego se metió en la pelea con Federer esta fue la primera vez que hubo dos finales seguidas de Grand Slam sin al menos uno de ellos dos en cancha.

De a poco, Murray se va abriendo paso en la elite. Se soltó y autoconvenció con sus victorias del año último en los Juegos Olímpicos de Londres y en el US Open. Igual, deberá reconfirmar esto en las próximas grandes citas, para comprobar si logra ser protagonista hasta el desenlace. No hay que perder de vista que ahora 30 de los últimos 32 Grand Slam fueron ganados por Federer, Nadal o Djokovic. Las únicas excepciones se dieron, contando desde Roland Garros 2005 -fue justo el primer 'Major' del español-, en el Abierto de Estados Unidos, con Murray y antes con el argentino Juan Martín del Potro.

"Es una sensación increíble ganar de nuevo este trofeo. Es mi Grand Slam preferido y el más exitoso para mí. Amo esta pista", dijo Djokovic, feliz, como un niño con juguete nuevo, aunque para él esta haya sido ya la cuarta copa en Australia. El serbio está con la mano caliente y con un corazón propio de un gigante. Por eso, a sus rivales no les alcanzará con jugar bárbaro, sino que para tratar de bajarlo de la cima mundial tendrán que mostrarse con una solidez imponente. Ese es el plus que ostenta el líder y que lo hace distinto.