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¡Ey, A-Rod, cállate de una vez!

Alex Rodríguez puede argumentar todo el pensamiento mágico que se le ofrezca, pero no está ganando la guerra de contar historias o ni pasando la prueba de olfato en estos momentos.

Las últimas acusaciones que afloraron contra Rodríguez el viernes -- un reportaje de "Outside the Lines" para ESPN en el que se alega que Anthony Bosch, jefe de la clínica contra el envejecimiento ubicada en el sur de la Florida que las Grandes Ligas ha estado investigando durante meses, personalmente inyectó a Rodríguez con drogas para mejorar el rendimiento -- empeoraron considerablemente los informes iniciales del martes de que el nombre de Rodríguez y un régimen de dopaje habían aparecido en los registros de Bosch escritos a mano sobre sus clientes del béisbol.

Rodríguez puede continuar armándose con consejeros legales de alto calibre y expertos en manejo de crisis y emitir todos los desmentidos que quiera. Pueden trabajar febrilmente para apagar los informes calientes, básicamente ignorando cómo los Yankees estaban echando humo ante la última noticia de que A-Rod pudo haber recaído en el uso de sustancias y están finalmente listos para cortar los lazos o negociar un acuerdo con él. Las posibilidades de los Yankees de anular los restantes $114 millones que le deben a Rodríguez por un contrato garantizado probablemente no mejoraron, incluso si las noticias del viernes se comprueban como ciertas. Pero no se les puede culpar por seguir soñando.

El contraargumento que los representantes de A-Rod dieron ante toda la indignación de los Yankees fue una falsa premisa: Nos aseguraron que el bueno e insumergible A-Rod no tiene ninguna intención de retirarse o de aceptar "venderse" -- él prometió regresar a Nueva York mejor que nunca. Él actúa como si tuviera la ventaja. No los Yankees. Y hasta cierto punto, tiene razón. Pero está erosionado.

La manera en que Rodríguez ha manejado este último fiasco se parece mucho a cómo manejó la situación la primera vez que fue acusado de consumo de esteroides en 2009, cuando adoptó una estrategia de negación hasta que le fue imposible no hacerlo. Si tiene alguna esperanza de salvar su carrera, tal vez sea hora de probar por fin una nueva estrategia, al menos para él: ¿Qué tal callarse ya? Está en peligro de pasar más vergüenza, en el mejor de los casos. En el peor, va a convertirse a sí mismo en una figura tan irremediablemente tóxica que un regreso a las Grandes Ligas será imposible.

Una fuente le dijo a "Outside the Lines" que Bosch recibía mensajes de texto, por lo general en altas horas de la noche, para dirigirse a la mansión frente al mar de Rodríguez en Biscayne Bay, donde le inyectaba sustancias para mejorar el rendimiento alguna que otra semana. Una noche en la primavera pasada, dijo una fuente, Bosch le dijo a unos amigos que había sido expulsado de la casa de Rodríguez después de haber tenido problemas para localizar una vena y enfureció al tercera base de los Yankees. Las fuentes no le explicaron a "Outside the Lines" por qué Bosch tendría que buscar una vena, ya que la HGH y la testosterona no requieren inyecciones intravenosas. Pero sea lo que sea que estaba haciendo, "Tony dijo que A-Rod estaba enojado con él", comentó una fuente. "Me dijo que estaba sangrando por todas partes".

Un portavoz de Rodríguez dijo el viernes que "las acusaciones no son ciertas".

Sin embargo, dada la confesión tardía de Rodríguez por su pasado uso de sustancias y el pico que tuvo su rendimiento en 2009 (cuando supuestamente volvió a consumirlas de nuevo, según las notas de Bosch), la historia del viernes es condenatoria. También proporciona el tipo de detalle que hace sonar las alarmas sobre si las últimas negaciones de Rodríguez son creíbles.

Las Grandes Ligas considera a la clínica de Bosch, Biogénesis of America en Coral Gables, el foco de una operación de dopaje del sur de la Florida, que incluye al menos cinco jugadores de las mayores, incluyendo a A-Rod. Dos de los otros (los ex Yankees Melky Cabrera y Bartolo Colon) ya han sido suspendidos por la liga por 50 juegos, la pena máxima a la que A-Rod probablemente se enfrentaría también si es hallado culpable.

Los directivos de MLB han instado a la Administración Antidrogas de Estados Unidos que se haga cargo de la investigación.

Pero Rodríguez puede tener una cosa a su favor: el gobierno podría estar reacio a aceptar un caso más de estos después de los millones de dólares que gastó, sin que le saliera rentable, en las condenas que consiguió cuando persiguió a todos desde Barry Bonds hasta Roger Clemens (y Lance Armstrong, al menos por un momento) por cargos criminales.

Pero incluso si nunca es procesado, eso no salvaría a Rodríguez de la vergüenza añadida que este último lío le cuesta en el tribunal de la opinión pública.

¿Saben cuál es la vergüenza de todo esto?

Al igual que Bonds, Rodríguez siempre pareció uno de esos jugadores que nunca necesitaron consumir sustancias. El ego y la inseguridad lo obligaron a hacerlo.

Lo que es peor, después de la primera vez que se le acusó de utilizar y admitió el consumo, Rodríguez incluso estableció un modelo de cómo podría superarlo y llegar a ser parte del Salón de la Fama. Dijo que todo comenzaba con permanecer limpio (insistió que ha estado limpio desde 2003) y probarse a sí mismo otra vez en los siete u ocho años que le quedaban en su carrera. También declaró una esperanza de que las actitudes hacia los usuarios y la época se podían suavizar con el paso del tiempo.

Pero todas esas esperanzas son castillos en el aire si Rodríguez se convierte en el primer usuario de sustancias del béisbol en negar, confesar, hacer otra negación y luego confesar una recaída.

Rodríguez tiene derecho a gritar que es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad.

Y aún puede conseguir cada centavo de sueldo que se le adeuda.

Pero no sería el primer atleta en pasar innumerables pruebas de detección de drogas y reprobar la prueba del olfato.

Su credibilidad está en quiebra hasta que se demuestre lo contrario.