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A lo Boca... y a lo Bianchi

Fotobaires.com

BUENOS AIRES -- El regreso de Carlos Bianchi a Boca no iba pasar inadvertido. El Virrey no podía volver en un 0-0 opaco y sin mucho para destacar. Debía hacerlo en un partido especial, que quedara en el recuerdo, que generara una y mil emociones en esa Bombonera repleta de hinchas. Y así fue.

El 3 a 2 ante Quilmes tuvo todos los condimentos que suelen marcar la historia del club de La Ribera. Repasemos: a los ocho minutos el equipo perdía 2 a 0; el xeneize lo empardó y con el match igualado 2 a 2, se quedó con uno menos y sufrió un penal en contra; Orión lo atajó y enseguida, en una volea tremenda, llegó el 3 a 2 y el desahogo, el carnaval.

Así terminó el debut de Boca en la vuelta de Bianchi, con una verdadera fiesta en las tribunas. Claro, no pasaba lo mismo en el arranque del partido. Los gritos de aliento al DT y a Riquelme, que presenció el partido en el estadio junto con el presidente Angelici, y la bienvenida al equipo en el primer choque oficial se convirtieron en asombro y resignación cuando Quilmes, en dos llegadas, se puso 2 a 0.

Los fantasmas del verano volvieron a decir presente: falta de concentración, errores en la marca, fallas individuales y colectivas preocupantes formaron un combo letal en esos primeros 45 minutos. Quilmes peleaba todas las pelotas y ganaba en la mayoría de las divididas. Los centralesi sacaban todo en su propia área, Díaz y compañía se adueñaban del mediocampo y arriba, Cauteruccio y Menéndez, un jugador muy interesante, eran un problemón para una defensa insegura y desordenada.

A los 30 minutos, el descontento por el andar de equipo recayó en la figura de Somoza: un estruendo de silbidos se escuchaba cada vez que tocaba la pelota. No era el único responsable, por supuesto: Erviti y Pol Fernández no lo ayudaban demasiado en la recuperación. Cada contra de Quilmes hacía temblar a La Bombonera, y Boca no reaccionaba. Era un equipo partido, que chocaba una y otra vez contra un rival bien parado, que lo complicaba en toda la cancha.

Pero Quilmes no lo liquidó cuando pudo hacerlo, y el xeneize descontó: una buena jugada colectiva por derecha entre el Burrito Martínez, de buen debut, y Pol Fernández terminó en centro y gol de Erviti. Y la historia empezó a tener otro color. Boca estuvo cerca del descuento antes del final del primer tiempo,y en el segundo, con Quilmes más retrasado y tratando de cuidar la ventaja, los de Bianchi fueron amplios dominadores.

Así se vio a un Boca más agresivo, protagonista, manejando el partido y la pelota y llegando con peligro hasta el arco de Trípodi. Hasta que a los 22 minutos, Burdisso puso el 2 a 2 tras un rebote en el área. Parecía que se venía la victoria, que Quilmes estaba nocaut, pero no. La defensa de Boca seguía dando ventajas: Caruzzo (se fue expulsado) bajó en el área a Jacobo Mansilla y Lunati cobró penal. Pateó Cauteruccio, atajó Orión, y enseguida Burdisso, sí, otra vez Burdisso, puso con un golazo de volea el 3 a 2 final.

Más allá de la victoria, de la alegría de la hinchada y del regreso triunfal del Virrey, a Boca le quedan muchas cosas por corregir. Y deberá trabajar de manera intensa Bianchi para encontrar un buen funcionamiento del equipo. Da toda la sensación de que lo que falla es la columna vertebral: un 2 que sea caudillo (tendrá que encontrarlo tras la salida de Schiavi), un 5 que sea patrón en el mediocampo (Somoza, aunque levantó en el ST, es muy irregular), un 9 que haga goles y no se pelee todo el tiempo con la pelota, los rivales y hasta consigo mismo, y un 10 (ya lo tendrá a Riquelme) que genere juego.

Todas cuentas pendientes para un Boca que ganó a lo Boca, con más garra que fútbol, y a lo Bianchi, con la suerte del campeón.