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¿Rumbo a la B Nacional?

Independiente viene de una derrota ante Racing Fotobaires.com

BUENOS AIRES -- Queridos lectores, después de un día domingo de calor intenso, llegó un primo de Tucumán, una de las provincias más hermosas del país, llena de ríos y montes y árboles del tamaño de un edificio de 15 pisos. Con respecto a las mujeres, las tucumanas son de las más dulces y afectivas que conoció mi turbulento historial.

El primo Abel, fanático de Independiente, morochote, duro como un ceibo, con manos gruesas de palmas blancas, pelo carpincho intenso y azabache, todavía con su mameluco puesto. Es mecánico de autos.

-Primo, vamos a ver a nuestro querido Diablo de Avellaneda -me dijo después del asado que tuve que prepararle. Mi departamentito de dos ambientes parecía un horno con el horno prendido y el calor violentísimo del mediodía.

En principio, no supe como decirle que ya no era más fana del Rojo. Por un lado, todavía un pedacito de mi corazón latía por ese club histórico. Pero por el otro, nacía en mí un nuevo amor, Quilmes. Y esto sucedía por una cuestión de raíces. Nací en el límite entre Quilmes y Berazategui.

En fin, salimos hacia la cancha. Subimos al tren en la estación Constitución rumbo a Avellaneda. Y se largó un tormentón infernal. Mi primo seguía encendido con su club porteño y con la terrible fantasía de conocer su estadio.

Independiente jugaba contra Newell`s, era el primer partido del campeonato y tal vez, el menos trascendental. Si no fuera porque el Rojo necesitaba los puntos para no irse a la B Nacional.

De pronto, en medio de un tembladeral de viento y agua, el viejo tren detuvo su marcha en medio de una cortina de agua infinita. No se veía nada. Mi primo, desesperado y temeroso ante la posibilidad de no llegar a la cancha, se puso a llorar.

Es lastimoso ver llorar a un hombre de tamaño de un ropero, con manos del tamaño de dos mochilas. Pero ahí estaba. El vagón estaba repleto de hinchas de Independiente que paraban la oreja ante las radios pequeñas y sus mp3's o sus Ipod's.

¿Qué le pasa a tu amigo? -me preguntaron un par de pasajeros con la camiseta del Rojo.

Es de Tucumán y vino a ver el partido y la lluvia se lo está impidiendo... -les respondí.

Se me rompía el alma al ver a mi primo tan mal. El partido había comenzado y el tren seguía detenido por seguridad. Las vías, rápidamente, comenzaban a inundarse. Miles de hinchas del Rojo, comenzaron a saltar, a alentar al equipo, pero la tremenda tormenta que se llevaría millones de víctimas no cesaba.

De pronto, mi primo se paró y se tiró al agua, nadó hasta la conexión de nuestro vagón con el anterior y salimos flotando, navegando, siguiendo el curso de las vías. No se veía nada pero el vagón navegaba ahora con rumbo desconocido.

En plena navegación escuchamos un ¡Uhhhh..!, que provenía de la cancha y que nos erizó la piel a todos. Mi primo gritó un falso gol, pero enseguida se dio cuenta y se mordió el cuello de la camisa de la impotencia. Farías acaba de errar el penal fatídico, ese penal que nos enviaría un par de semanas adelante a la B Nacional. El goleador había entrando en la historia errando el penal clave... Peripecias de la tragedia de un gran club.

Pasamos frente al estadio, pero el vagón iba a velocidad inclasificable, empujado por los vientos de la tormenta y la fuerza del agua que salía de todas las bocacalles y desembocaba en el terreno de las vías.

Sonaron dos gritos de gol que no supimos de quién eran. Eran de Newell`s. Mi primo me preguntó: "Primito, ¿les hicimos un gol?"
Le mentí piadosamente y le dije que sí.

Como última escena de este naufragio hacia la B, los hinchas del vagón se lanzaban hacia el agua, nadando desesperadamente tratando de llegar a la orilla de la cancha. Tormenteaba cada vez más.

-Adios primito porteño, gracias por traerme hasta acá -me dijo entre lágrimas mi primo Abel y se lanzó al agua. No lo vi nunca más. ¿Qué sorpresa se llevaría al enterarse que perdimos 3-1 ante un Newell`s medio pelo y de locales?

Yo me aferré a los fierros del vagón. Lloré por todo, por supuesto. Mi vida también iba a la deriva, como el Diablo de Avellaneda.