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Ferrer, bicampeón de Buenos Aires

BUENOS AIRES -- Repitió. Con autoridad, en una tarde calurosa y ante un sol impiadoso, David Ferrer, el N° 4 del mundo, retuvo el título del ATP 250 de Buenos Aires y así, por quinto año consecutivo, un español se coronó campeón en la capital argentina, en el tradicional polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club. Con regularidad y una propuesta variada, una gran versión del todoterreno Ferrer derrotó al suizo Stanislas Wawrinka (17° en el ranking y tercer favorito) por 6-4, 3-6 y 6-1 y consiguió su 20° certamen.

Con el aliento repartido del público, con simpatizantes que volvieron a padecer la ausencia de un jugador local en la definición de la Copa Claro, Ferrer y Wawrinka mostraron un tenis de alto vuelo, hubo cambios de ritmo, variantes en el juego y en el marcador y así cerraron la tercera etapa de la gira latinoamericana sobre canchas lentas con un buen espectáculo. Poco más de 2.000 personas, con escasos simpatizantes que se volcaron a favor de alguno de los protagonistas, reconocieron el gran presente de un Ferrer, cada vez más confiado, consistente y ganador.

Hay números que no hacen más que confirmar el andar de Ferrer por el circuito. De hecho, ahora ya ganó 31 de sus últimos 34 partidos, incluyendo sus dos victorias en la final de la Copa Davis, pese a la derrota final de España en República Checa. Además, en 2012 se convirtió, por única vez en su carrera, en el tenista que más victorias (76) y más títulos (7) logró en una temporada. Como pasó hace 12 meses, salió campeón en Buenos Aires siendo también el mejor rankeado, el máximo cabeza de serie, aunque ahora festejó como el 4° del listado y el año último lo hizo con la chapa de N° 5.

Por esto, y por otros aspectos a explicar en los próximos párrafos, es tan duro y sólido este español de 30 años. La madurez personal la volcó en su carrera deportiva y vaya si sigue escribiendo páginas cada vez más brillantes. Con este título, el 20° de ATP en 35 finales, queda con marca de 17-2 en 2013, con las copas de Auckland y Buenos Aires más las semifinales de Doha y el Abierto de Australia. Y otra perlita para el aguerrido Ferrer: es el primer jugador en ganar dos veces seguidas el torneo de Buenos Aires desde que lo hizo Guillermo Vilas en 1976 y 1977. Sí, 36 años después.

"Estoy feliz por eso", dijo Ferrer, feliz, sonriente, en la premiación, cuando lo explicaron la racha que acababa de cortar para que hubiera un bicampeón en la capital de Argentina. Ese gran tipo, sencillo, respetuoso que es Ferrer, se volvió a agigantar con su estilo, de gran defensor y contragolpeador, pero siendo más agresivo. No sólo el español es muy fuerte mentalmente, sino que además, con su receta devolver todo, recuperando pelotas muy difíciles, logra desmoralizar a los rivales, como esta vez lo sufrió Wawrinka.

El helvético arriesgó, forzó la batalla al tercer set y, cuando quiso acordarse, ya estaba perdiendo el partido. En cuestión de minutos, Ferrer le dejó en claro a Wawrinka que frente a él no alcanza con jugar impecable, tomar la iniciativa y ser punzante durante un set o más, sino que hay que hacerlo en especial a la hora de la verdad, de ponerle el moño. Y allí el español volvió a mostrar que es de otro nivel. De hecho, ningún fan argentino olvidará lo que le pasó a David Nalbandian en la segunda rueda, cuando empezó a toda orquesta y terminó cediendo fácil ante esta muralla española.

Era, en la previa, una de las mejores finales que podía tener este torneo. Y se ratificó en la cancha, para el placer de los espectadores albicelestes sedientos de un tenis de primera línea, más allá del fácil desenlace de un tercer capítulo del que se esperaba más. El español se llevó la victoria en una hora y 45 minutos en su segunda final del año, la misma que terminó mal para el suizo, quien, por su parte, perdió así 7 de sus 10 definiciones de ATP y no obtiene un título desde Chennai 2011.

Como suele ocurrirle, Ferrer no arrancó muy preciso. Claro, hasta que empezó a calentar el motor y dio vuelta la desventaja inicial. El primer set fue muy parecido a la semifinal ante su connacional Tommy Robredo, ya que estuvo 1-3 y supo revertirlo con su receta habitual y esa dosis mayor de agresividad, al punto de terminar en varias ocasiones definiendo la red, con toques o voleas, tras desequilibrar al suizo e ir adelante simplemente para poner la raqueta tras puntos muy bien pensados y resueltos.

Así, dio vuelta ese inicio desfavorable y, aun cuando le costó mantener el propio saque para igualar 3-3, lo cerró luego 6-4 con presencia. Como en el primer parcial, fue Wawrinka el que tomó la delantera en el segundo set y otra vez repitió el rompimiento en el 4°juego para ponerse 3-1 arriba. Volvió a quebrar Ferrer, al game siguiente, aunque el suizo, tomando muchos riesgos, forzando con su gran revés a una mano, logró otro break clave en el 6° y luego definió por 6-3 el segundo capítulo, ante la mirada incrédula de muchos que pensaron que Ferrer iba a ganarle en dos sets.

La gente, entusiasmada, quería ver más tenis y que la lucha fuera durísima en el tercero. La esperanza generalizada apenas duró unos minutos, hasta que Ferrer le quebró el saque a Wawrinka en el 4° game y se adelantó 3-1. Fue casi como empezar a levantar la copa. Y sí, porque enseguida consiguió otro rompimiento, en el 6°, que revalidó con su servicio rápidamente, para no darle ni una mínima posibilidad de recuperación al helvético y para reconfirmar su status de supercampeón.

Fue un cierre extraordinario, a lo Ferrer, con esa pelota pesada y profunda con su derecha y un revés de dos manos muy firme, para imponer el ritmo en los intercambios desde la base y para contener casi todos los intentos de Wawrinka de acortar puntos y cerrarlos en la red. El español se cansó de concretar passing-shots estupendos, bajos, paralelos, fuertes, cruzados, para ponerle una barrera al ex top-ten y estirar su ventaja en los duelos personales a 7-3, con el plus de 5-1 en arcilla. Por eso, Ferrer se terminó llevando los mayores y reconocidos aplausos. El bicampeón de Buenos Aires es cosa seria y por algo tanto lo respeta el mundo entero.