Nigel Collins 11y

Talento vs poder: Floyd y Matthysse

Cuando Manny Pacquiao se atravesó directamente en la trayectoria de la mano derecha de Juan Manuel Márquez en pleno ataque, y se desplomó en la lona, mis compañeros se levantaron tan rápido como si el sillón donde estaban sentados tuviera un asiento expulsador. Fue una reacción involuntaria a uno de los nocauts más espectaculares y empáticos de reciente memoria, un momento sorprendente que causó algo de conmoción en nuestro interior.

Cinco meses después el mismo grupo de periodistas de boxeo observó fascinado cómo Floyd Mayweather aturdió a Robert Guerrero durante 12 episodios que fueron de un solo lado, en una exhibición artística de boxeo virtuoso. En lugar de la reacción visceral provocada por el nocaut de Márquez sobre Pacquiao, la obra maestra de Mayweather fue recibida con todos silenciosos de reverencia.

"Él es muy bueno", repitió un compañero que observó el Pago-por-evento, mientras Mayweather evadía los crudos ataques de Guerrero con ingeniosos movimientos del tronco y piruetas artísticas, todo eso mientras castigaba a su rival con golpes certeros y letales. En esta ocasión, sin embargo, nuestra apreciación nació del intelecto, no de la emoción -- dos componentes fundamentales de la naturaleza humana que pelean por el dominio de forma tan feroz como los peleadores arriba del ring.

Mientras la victoria de Márquez fue el resultado de experiencia técnica y violencia calculada, la forma en cómo Lucas Matthysse despachó a Lamont Peterson el pasado sábado fue tan rudimentaria como era posible -- una exhibición aterradora de poder nato y ferocidad descarada. En esta ocasión, vi la pelea solo, con la mirada ansiosa, casi olvidándome de respirar durante el tercer y último round mientras los golpes de Matthysse aterrizaban de forma rotunda y terrorífica.

Las peleas Mayweather-Guerrero y Matthysse-Peterson representan los dos rostros competidores por la perfección pugilística: uno, el triunfo de la habilidad, el otro la victoria de la fuerza bruta. Hay mucho espacio para ambos en el boxeo, y lo mejor de lo mejor -- Sugar Ray Robinson y Sugar Ray Leonard, por ejemplo -- mezclaron ambos elementos con exactamente la misma proporción para crear a peleadores casi perfectos.

Cómo respondamos a los varios estilos de boxeo probablemente dice tanto acerca de nosotros como de los contendientes.

El atractivo de una pelea reñida o un nocaut sensacional es fácil de entender, incluso si usted no es aficionado de las peleas. Esa es básicamente la única razón por la que la televisión ocasionalmente muestra al boxeo durante sus resúmenes en los noticieros. Aunque quizá no entiendan el por qué, incluso las personas que no distinguen entre Andre Ward y Ward Cleaver adoran mirar nocauts sensacionales.

Al igual que el sexo, la violencia es algo fácil de vender en TV, y pocas actividades sancionadas de forma legal proporcionan una carnicería gráfica tan generosa como un encuentro de boxeo con incesante golpeo, donde los dos peleadores buscan noquear a su oponente. Perspicacia técnica y la aplicación de una estrategia bien pensada y matizada son un gusto adquirido y son atractivos, comprensiblemente, a una audiencia menor.

Sin embargo, entre los conocedores, el boxeo es una ciencia dulce, un arte marcial altamente estilizada donde las habilidades pueden ser pulidas con tal fineza que hasta la amenaza física más imponente puede ser superada.

Pero hubo una época en donde plantarse bien e intercambiar golpe por golpe era la única forma de pelea considerada con la suficiente hombría para ser digna de elogios. Es una actitud que todavía suena hoy pese al paso del tiempo y los efectos cuestionables de la llamada sociedad civilizada.

Fueron, por supuesto, los peleadores que ignoraron las costumbres de la época quienes fueron los innovadores, creando métodos defensivos y avenidas frescas para atacar. Hombres como Jack Broughton, Daniel Mendoza y William "Bendigo" Thompson, que trajeron nuevos giros que ayudaron a la evolución del boxeo de paga de los combates rudimentarios al deporte que conocemos en la actualidad.

Entre los innovadores de la era de los guantes estuvo Jack Johnson, cuyo estilo defensivo cerebral estableció el molde para boxeadores como Muhammad Alí, Pernell Whitaker y Mayweather. Los aficionados que están exasperados por el estilo cauteloso con que opera Mayweather realmente hubiera odiado ver a Johnson jugar al gato y al ratón con sus frecuentemente desafortunados oponentes.

Vale la pena destacar que los más exitosos comercialmente entre los genios defensivos -- Benny Leonard, Willie Pep, Johnson, Whitaker, Mayweather y Alí -- representaron el pináculo absoluto de su sello particular de boxeo. Aunque un pegador de poder técnicamente limitado como Earnie Shavers puede alcanzar estatus de estrella, los habilidosos esquivadores debajo del nivel de genio fracasan en la taquilla y raramente se elevan a niveles prominentes.

El duelo interminable entre la mente y la fuerza física (impulsada por la dinámica disparatada de intelecto y emoción) es el núcleo del boxeo, creando la misma tensión deliciosa que está en el corazón de la condición humana. Son el yin y el yang del boxeo, la dualidad que revela la verdadera naturaleza de las cualidades ateísticas del deporte.

Aunque Matthysse y Mayweather representen el cenit de estrategias opuestas, la mayoría de los peleadores caen en algún lugar entre los dos extremos. Sin embargo, todos abastecen, de una forma u otra, el deseo humano de participar en u observar la violencia.

Un estudio, detallado en el diario "Psychopharmacology" reveló que los mismos núcleos de células cerebrales involucrados en otras recompensas también están atrás del deseo por violencia. Según el portal livescience.com, "los humanos buscan la violencia al igual que buscan sexo, comida o drogas".

"Hemos descubierto que la trayectoria de recompensas en el cerebro se involucra en respuesta a un evento agresivo, y la dopamina está involucrada", dijo Craig Kennedy, profesor de educación especial y pediatría en la Universidad de Vanderbilt en Tennessee.

"Psychology Today" define a la dopamina como un "neurotransmisor que ayuda controlar los centros de recompensas y placer del cerebro", y también "ayuda a regular el movimiento y las respuestas emocionales, y permite ver no solamente las recompensas, pero también tomar acciones para movilizarse hacia ellas".

Entender el rol que juega la química cerebral en nuestras vidas trae el atractivo oculto del boxeo a un enfoque más claro. También explica por qué los artistas del nocaut han sido generalmente las mayores atracciones del deporte. Si ustedes desean un incremento de dopamina, quizá puede optar por una dosis extra grande que puede aportar un festival de golpes o un salvaje nocaut.

La admiración por un boxeador maravillosamente dotado y altamente disciplinado como Mayweather es una reacción lógica y garantizada, pero nada genera más emoción como la negación del arte mediante el poder primitivo.

En su novela "Invisible Man", Ralph Ellison escribe acerca de una pelea que presenció entre un boxeador profesional y un hombre sin habilidades de boxeo. El "pueblerino", como Ellison llamó al desafortunado novato, estaba soportando una paliza hasta que "repentinamente el 'pueblerino', en medio de la tempestad de los guantes de boxeo, conectó un golpe que derribó a la ciencia, velocidad y trabajo de pies, y lo dejó helado".

Si hay un hombre capaz de hacerle eso a Mayweather antes de que el rey libra por libra se retire al volante de un Bentley con diamantes incrustados, quizá sea un peleador como Matthysse.

Unos cuantos oponentes de Floyd lo han sacudido con un golpe directo, pero ninguno ha podido conectarle el segundo impacto contundente. Sus instintos de supervivencia y poder de recuperación han siempre sido más que suficiente para verlo salir prácticamente sin daño. Matthysse, sin embargo, es un peleador raro que golpea tan duro que incluso un golpe directo puede terminar una pelea. Él también tiene un mentón que parece capaz de aguantar el arsenal educado de Mayweather lo suficiente como para obtener la oportunidad de conectarle un golpe que cambie el ritmo de la pelea.

Todo esto, por supuesto, es mera especulación en este punto. Mayweather pelea siete libras por encima de Matthysse y tiene opciones más lucrativas y mucho menos peligrosas.

Aun así, si el perfil de Matthysse sigue incrementándose y la demanda pública se eleva hasta el punto donde la pelea sea la que más dinero pueda generar, Floyd quizá muerda el anzuelo. Si eso ocurriera, podría estar en el molde de Alí-Frazier, un encuentro clásico entre las torres gemelas del boxeo de cerebro y fuerza, donde el intelecto pelea contra la emoción y el deporte gana casi todo el tiempo.

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