ESPNtenis.com 11y

Roland Garros: 30 años de sequía

BUENOS AIRES -- Tres décadas. El sueño de los franceses de ver un tenista local levantando la legendaria copa de Los Mosqueteros se demora año tras año. De aquella irrupción del muchacho de trencitas a esta bandera de la ilusión que levantan Tsonga y Gasquet ya han pasado 30 temporadas. Mucho, claramente.

Pero los huecos entre festejos galos no es una materia desconocida para los franceses. Del reinado de Jean Borotra, Henri Cochet y René Lacoste (Jacques Brugnon, el cuarto mosquetero, se quedó con las ganas en singles) hubo un impasse de ocho años hasta la nueva celebración, que llegó de la mano de Marcel Bernard en 1946. Y de ahí un nuevo bache hasta la gran consagración de Yannick Noah.

Sin dudas, mención aparte para el título del carismático tenista de más de 1,90 y que en este último tiempo, entre su momento musical, se descargó con una polémica declaración. Noah había dado algún que otro aviso, pero lejos estaba de la gloria. No obstante, sus cómodos triunfos en las rondas iniciales ante el sueco Anders Jarryd, el paraguayo Víctor Pecci, el estadounidense Pat Dupre y el australiano John Alexander lo invitaron a soñar. ¡Y cómo!

El público cayó rendido a sus pies. La combinación de su explosión con su talento, más el histrionismo que regalaba en cada uno de sus pasos, se ganó la escena. Y su juego, en ascenso. Llegó el enorme Ivan Lendl en cuartos de final. Lejos de temerle a la gran expectativa sembrada, lo sacó en cuatro sets con un soberbio 6-0 en el último. Quedaban sólo dos pasos.

Su siguiente desafío, ante un compatriota. El inglés de nacimiento y nacionalizado francés Christophe Roger-Vasselin llegaba desde la otra llave viviendo el torneo de su vida. Sorprendió con su paso ganador, venció a Jimmy Connors en cuartos de final y se metió entre los mejores cuatro. ¿Le suena el apellido? Sí, es el padre de Edouard, actual 75° del mundo y que esta semana alcanzó las semifinales del ATP de Niza. En el juego de momentos oníricos, Yannick pudo más. Mucho más. Apenas dejó tres games en el camino para un inapelable 6-3, 6-0 y 6-0.

La final, lo que todo francés siempre fantaseó. Momento único e irrepetible. Y Noah no dejó pasar la oportunidad. Hizo una demostración de tenis de alto vuelo y despachó en sets corridos (6-2, 7-5 y 7-6) al sueco Mats Wilander, defensor del título y que ese año terminaría con un récord de 82-11 y nueve títulos, seis de ellos en clay. Impactante, asombroso, maravilloso. El sueño hecho realidad para el muchacho de Sedan.

Pero de ahí, la maldición. Noah no volvió a pasar los cuartos de final en Roland Garros, instancia en la que su verdugo fue, en dos ocasiones, paradójicamente el propio Wilander. Y una sequía, que ni siquiera nombres ilustres como Guy Forget, Cedric Pioline, Arnaud Clement y Sebastien Grosjean pudieron quebrar.

No obstante, hace unos años hay aires de renovación y ahora, con los top ten a la cabeza, podría ser el momento del golpe por haber llegado a la madurez. Jo-Wilfried Tsonga y Richard Gasquet sueñan, se ilusionan e imaginan cómo arrebatarle la corona al español Rafael Nadal, séptuple campeón en París; o al propio serbio Novak Djokovic, quien va en busca del único Grand Slam que le falta. Parece cantado de antemano que de esos dos nombres no sale, pero en Francia no se pierde la ilusión.

¿Tienen con qué? Quizá. Tsonga tuvo buenas actuaciones en dos de las citas más importantes previas a París. Hizo cuartos de final en el Masters 1000 de Madrid -cayó ante Wawrinka- y semifinales en Monte Carlo -perdió ante Nadal-, aunque no terminó de convencer. El año pasado amagó con un golpe, pero, como los últimos años de Noah, su sueño quedó atrapado en los cuartos de final ante Novak Djokovic en un partido que se le escapó de manera increíble en cinco sets.

¿Y Gasquet? Parecía que sí. Que era el año. El campeón de Roland Garros Junior en 2002 tuvo un gran arranque de temporada. Sin embargo, con alguna que otra lesión de por medio, se desinfló. Y ahora en el punto del calendario más esperado por los franceses, tal vez, atraviesa su peor versión. Apenas hizo cuartos de final en Monte Carlo y aún no le ganó sobre clay a jugadores de mejor ranking en lo que va del año. Además, en sus últimas dos temporadas arañó los octavos de final en París, con caídas ante Andy Murray y Djokovic. Quiere revancha, eso sí.

Detrás de ellos dos sí que sólo se presenta como una verdadera hazaña. Está Gilles Simon, que no termina de cerrar todo lo bueno que por momentos desparrama y se vuelve vulnerable. Se asoma Benoit Paire, talentoso y con buena proyección, pero todavía algo distante de estos pagos. Su aval, la reciente semifinal del Masters 1000 de Roma. Y también están los invitados Gael Monfils y Paul Henri Mathieu, quienes se consagraron campeones en Juniors en 2004 y 2000, respectivamente, pero que actualmente están bastante lejos de su mejor forma. Lo dicho: sería una hazaña.

Así como Mary Pierce puso fin en 2000 a una racha de 33 años sin coronas entre las mujeres, post consagración de Françoise Dürr, los caballeros franceses buscan rememorar épocas de Mosqueteros y volver a festejar en casa. ¿Será el momento? Difícil, pero no imposible. O acaso alguien imaginaba el golpe de Noah hace 30 años. Todo puede suceder.

^ Al Inicio ^