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América ante el Muro Celeste de Jericó

Miguel Herrera ante el reto de ser campeón, luego de perder 1-0 en la Ida. Mexsport

MÉXICO, D.F. -- La Copa premiará sólo a uno. Pero el desenlace debe premiar a ambos. No hay duelo que no termine con duelo para uno de los contendientes.

Sin embargo, por el trayecto, por sus huellas en la Liguilla puede decirse que habrá vencedor, pero no habrá vencido.

Es inminente la coronación de alguno de los dos: América o Cruz Azul. ¿Pero la víctima de la Final del Clausura 2013 debe enclaustrársele perniciosamente como perdedor y humillado?

El que se consagre, en esa urgencia compartida, múltiple, plural que hay en ambos equipos de ser campeones, evidentemente restaña sus heridas, pero, sobre todo, abre puertas que parecían clausuradas, como el derecho a prometer e ilusionar.

Las estadísticas juegan con cartas marcadas. Unas, a priori, bastarían para recomendarle a Cruz Azul que ni apareciera por el Estadio Azteca. Otras, sugieren que el América en general, y Miguel Herrera en particular, serán testigos de honor más que protagonistas.

Pero, sabido es, las estadísticas fenecen algún día. La vigencia de los números en el futbol puede o no sobrevivir a las gestiones vigorosas de los 90 minutos.

Por eso, lo cierto, es que la magnitud del vencedor la garantiza ya la dignidad de la víctima, sea quien sea.

El fracaso existirá. De hecho ya hay 16 fracasados en el Clausura 2013, algunos de ellos honorablemente y otros, entre la mendicidad del deshonor. El fracaso es no cumplir metas, aunque la palabra fonéticamente sea despiadada.

Pero, precisamente, bajo el horizonte de la paridad de fuerzas y esfuerzos, la confrontación desata ya expectación y expectativas.

1.- Un Cruz Azul que ataca mejor de lo que defiende. Que ha demostrado que en la calidad de sus jugadores hay calidad en manejo de pelota, velocidad, penetración, ritmo, entendimiento y contundencia, y que, recientemente, encontró el motor que hacía falta: compromiso.

Pero La Máquina sabe que no sabe defenderse. Resistió en el segundo tiempo, cerró filas, apretó dientes, y aprovechó que América quiso jugar en alturas donde dominan los celestes. Cruz Azul es un equipo diseñado, o al menos empotrado, para perder o ganar con escándalo. El 1-0 es un rictus de conformismo.

2.- América es distinto. Es un colectivo de precisión. Prioriza la marca, pero con ese aparato de secuestro de la pelota, posee artistas y además gladiadores con gol.

Es un equipo que depende de la precisión. Los errores los paga caros. Tan caros que en un error de marca, entre dos torres (Mosquera y Maza) apareció un bajito como el Chaco y les pescó un impecable e implacable cabezazo.

Explicaba Herrera que dejaron de producir al ataque, porque dos de sus invasores recularon en la cancha: Sambueza fue al auxilio de Aldrete, y Jiménez quería detener a Giménez. En la compasión gremial, abandonaron sus puestos, y abandonaron a otro socio que se quedó atrapado entre los mastines celestes: Chucho Benítez.

3.- Las diferencias en la cancha las marcan sus líderes. Cruz Azul tiene al Chaco Giménez estableciendo el cambio y el repertorio de esfuerzo para todos.

El otro líder, pero de goleo, es un tipo silencioso, taciturno, irascible a veces, pero que está poderosamente consciente que su destino en el mundo es hacer goles, y Chucho Benítez sólo piensa en ser el paladín de un ejército al que mira de reojo.

Ambos, el Chaco y Benítez son la clave desde perspectivas casi antípodas en su código de juego: uno, el cruz azulino, es generador, el otro, es el ejecutor. En términos de beisbol, el Chaco es un lanzador de ruta larga y Benítez tendría tantos ponches como cuadrangulares. Uno juega con el cronómetro y las pausas, y el otro sólo piensa que cada minuto tiene 60 goles o 60 desperdicios.

4.- La trampa del 1-0. El marcador puede ser una emboscada. ¿Tratará Cruz Azul de desesperar y acechar con un contragolpe? Puede ser un suicidio. ¿América se lanzará en embestida urgido de un gol? Es otra forma de suicidio.

Pero verlo de esa manera tan pueril sería desafiar a la inteligencia de los entrenadores. Cruz Azul, porque lo vivió en el Juego de Ida, sabe que proponer le sienta bien a la salud de su juego. América, por su parte, sabe que la desesperación genera desorden, y el desorden genera precipitación, y la precipitación nubla la mira telescópica de los francotiradores más expertos.

América deberá encontrar la forma de abalanzarse sin ansiedad y Cruz Azul la forma de ampararse sin renunciar a la riqueza ofensiva de sus jugadores.

¿Jugará el Estadio Azteca? Creer que Cruz Azul sufrirá pánico escénico con el mundanal recorrido de sus jugadores, sería un absurdo. Y que el América espere que del graderío llegue el gol del empate, lo sería más.

Cierto, el jugador visitante, y más en una Final, llega a sentir ese cosquilleo, esa incomodidad de ser un invasor repudiado, amenazado simbólicamente, pero también cada minuto que el 1-0 sobreviva, Cruz Azul se irá fortaleciendo, y América y sus 100 mil seguidores irán cayendo trémulamente en la ansiedad.

Es claro que el más apremiado, el más coaccionado, será el América. Deberá ser paciente y persistente. Ese 1-0 pueden ser los Muros de Jericó que no se derrumben en 90 minutos.

Por todo eso, es válido sostener: habrá un vencedor pero difícilmente un vencido.