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Finales de la NBA desde adentro

LeBron James se hizo dueño de la NBA en una de las mejores definiciones de campeonato que dio la historia de la Liga. Los Spurs, conocedores de esta clase de instancias, exigieron al máximo a la estrella del Heat en un desafío que todos los fanáticos del mundo deberán agradecer algún día.

Miami, que fue campeón nuevamente, ya realizó el desfile por las calles de la ciudad, festejando un título merecido ante los gritos enfurecidos de sus seguidores.

Sin embargo, las Finales tuvieron un recorrido interno, oculto, que escapó al ojo del fanático regular. El objetivo de esta entrega es contar todos los detalles que se vivieron desde adentro. ¿Cómo es la NBA en sus entrañas? Pasen y vean.

DESCUBRIENDO LA INTIMIDAD DE LOS EQUIPOS

Los periodistas tienen permitido acceder a los vestuarios de los equipos a partir de una hora y cuarenta minutos antes de cada juego. No importa si se trata del séptimo partido de las Finales NBA: la prensa inunda los vestuarios mientras los jugadores se pasean en los preparativos previos a los encuentros.

Esto, que en el deporte profesional de otros países puede resultar absurdo, en la NBA es moneda corriente. Está naturalizado. Quizás un reglamento extraño es el que marca que se puede filmar pero no tomar fotografías (¿suena contradictorio, no?). Cada equipo posee voluntarios que trabajan para que todo esté en condiciones en los lockers de los jugadores: el Heat, por ejemplo, cuenta con más de 12 jóvenes que se encargan de los detalles para recibir a Erik Spoelstra y los suyos. ¿En qué consiste el trabajo? Es diverso: puede ir desde colocar sillas para ver un video hasta acomodar en el ángulo deseado las zapatillas de las estrellas.

El vestuario de Miami tiene las comodidades de un hotel cinco estrellas. Es el panóptico de Jeremy Bentham, porque su estructura circular permite que el entrenador sea observado desde cualquier punto, por todos los jugadores. Una pantalla LED de 60 pulgadas sirve para mostrar los videos y un reloj encima de la misma marca el tiempo que falta para comenzar el encuentro en cuestión. La rutina de los jugadores es diferente: LeBron James, el único en Miami que tiene dos lockers, habla generalmente con la prensa previo a los juegos, al igual que Dwyane Wade. Cuando esto ocurre, el mundo de las cámaras hace lo mismo que la defensa de cualquier rival: se centran en LeBron y Wade y dejan en soledad a Chris Andersen, Shane Battier, Ray Allen, etc. Ellos, felices.

En cada uno de los partidos de Finales, un mensaje motivador apareció distribuido en cada casillero del Heat. En el crucial Juego 7, decía lo siguiente: "Be strong and courageous. Don't be afraid, do not be discouraged. For the lord your god will be with you wherever you go". Joshua 1:9 ("Se fuerte y valiente. No tengas miedo, no te desanimes. Porque el señor tu Dios estará contigo vayas donde vayas").

En el caso de los Spurs, el vestuario local tiene una estructura rectangular. Es habitual observar en cada locker el libro de jugadas de Gregg Popovich. El mensaje, grabado en la pared, es la filosofía de la franquicia: "Cuando nada parece ayudar, voy a donde el cantero y lo miro martillar su roca, tal vez unas cien veces sin que ni siquiera se note una grieta en ella. Sin embargo, al centésimo primer martilleo ésta se partirá en dos; y sé que no será debido al último golpe, sino a todos los que vinieron antes" (Jacob Riis).

Manu Ginóbili habla sólo luego de los partidos. Tim Duncan lo mismo. Tony Parker hizo una excepción con la televisión francesa durante estas Finales y quizás los más verborrágicos con los medios de comunicación hayan sido, en esta oportunidad, Danny Green, Matt Bonner y Tiago Splitter. Popovich utiliza a los periodistas como marionetas de sus bromas y Leonard es un héroe del silencio, antes y después de los encuentros.

Duncan goza de las mismas comodidades que LeBron: dos lockers como privilegio de jugador-franquicia. Las tres rodilleras que utiliza Timmy D llaman la atención, no sólo por su mecánica sino también por el dibujo que poseen: una calavera hecha fuego contradice la expresión facial que conocemos del ala-pivote de Islas Vírgenes.

Los vestuarios permanecen abiertos por espacio de media hora en la previa y luego se vuelven a abrir post-partido para que los jugadores respondan las inquietudes de los periodistas. En las Finales, todo cambia. Algunos jugadores van a conferencia de prensa y otros atienden, como en el caso de Ginóbili y Parker, primero en inglés y luego en español y francés, respectivamente.

ENTRENAMIENTOS Y ALGO MÁS

La prensa pudo acceder a media hora de entrenamientos con posterior atención a la prensa, durante los días en los que no hubo partido. La NBA es, quizás, la Liga con mejor enfoque en la venta del producto en todo el mundo. Recolectar imágenes se convierte en un hecho indispensable y así lo demostraron durante las dos semanas que duró la definición del torneo.

La estructura tenía la siguiente diagramación: entrenamiento del equipo uno, atención a la prensa del equipo uno, atención a la prensa del equipo dos y práctica del equipo dos. Ambos equipos fueron rotando en el esquema por disposición de la Liga.

El periodismo de la NBA responde al negocio: está basado en las estrellas. Importan las pequeñas historias, pero en esta clase de eventos todo radica en las figuras relevantes. Por lo tanto, lo que pasaba fuera de la cancha contradecía lo que sucedía dentro: Tracy McGrady, por ejemplo, recibió todos los días más inquietudes que Kawhi Leonard.

LO QUE OCURRE FUERA DE LA CANCHA

Los ensayos para cada partido de Finales de NBA empiezan varias horas antes. Desde el chequeo de los micrófonos en los aros -cada jirafa es un museo de botoneras en sí misma- hasta la organización del show completo, todo tiene un lugar y un espacio para el testeo.

Así pudimos ver a Julia Dale afinando el himno nacional de Estados Unidos por la tarde en el American Airlines Arena, o a toda la maquinaria de los Spurs, a luces apagadas, ensayando la presentación del equipo con voluntarios haciendo de Parker, Duncan o Ginóbili. Sin aplausos pero con la misma rigurosidad que a la hora de la verdad.

En ambos estadios, cada espectador recibió, en su asiento, una remera alusiva al juego, además del programa del encuentro -similar al de una obra de teatro- en las puertas de entrada. "Tardamos entre tres y cuatro horas en realizar todo este proceso", dijo una de las empleadas del Heat horas antes del séptimo partido. "Somos todas empleadas de la franquicia. No hay voluntarios. Puede sonar como un detalle, pero hay que saber hacer este trabajo", agregó.

Doblar cada remera demanda entre cuatro y cinco minutos con una normativa peculiar: todas tienen que lucir exactamente igual por una cuestión de prolijidad en la fotografía que ocurrirá horas después. Es normal que los periodistas tomen esa foto, por lo que el ojo del mundo tiene que ver todo como un paisaje perfecto. Una reproducción en serie. Cualquier similitud con la sopa Campbell de Andy Warhol, es pura coincidencia.

Ingresar al estadio es exactamente igual que pasar por el control de un aeropuerto. No alcanza con la credencial, sino que hay que abrir las mochilas para mostrar que no se posee ningún elemento cortante, someterse a un detector de metales y finalmente dejar las pertenencias en un cuadrado marcado en el piso para que los perros, adiestrados, detecten si alguien está intentando ingresar explosivos.

Salvo la televisación china y española, en una segunda fila, los lugares para los periodistas internacionales están ubicados entre la tercera y cuarta bandeja de los estadios NBA. Bien cerca del cielo. Fue curioso que, en dos partidos de la definición de la mejor competencia del mundo, no funcionó la red de internet inalámbrica. La primera vez en San Antonio, la segunda en Miami. Detalles que suceden en todos los lugares de la tierra, aunque aquí, al día siguiente, estaba todo solucionado.

El AT&T Center, a comparación con el American Airlines Arena, es un laberinto. Necesitamos al menos tres días para comprender dónde estaba ubicado cada lugar. Todos tienen una oficina disponible: desde las cheer-leaders hasta la mascota, pasando por las salas de prensa -hay no menos de tres, por supuesto- hasta las oficinas de la NBA y la franquicia. Todo sin contar las facilidades de práctica de los equipos, fuera del estadio, que nuclean también a muchos trabajadores.

La NBA puso a disposición un servicio de la agencia ASAP Sports que facilitó el trabajo de todos los profesionales de la prensa: se trató de la transcripción completa de todas las entrevistas y conferencias que llevaron a cabo los protagonistas. Si alguno está buscando archivo, puede clickear aquí.

Los periodistas tienen servicio de alimentación dentro del estadio, antes de los juegos. En San Antonio fue gratis durante toda la semana, mientras que en Miami el costo era de unos siete dólares destinados a beneficencia. Luego de los partidos, el 'hospitality' de la Liga recibía a los periodistas en el hotel oficial. Comidas y bebidas libres con una salvedad: había que apurarse porque a las 2 de la mañana, todo terminaba. Y si alguien tenía una cerveza demorada, era la propia policía la que se la quitaba de las manos. Aquí no existe el tradicional "termino y me voy". A la hora señalada, todo se corta aunque esté por la mitad. Ni un segundo más ni uno menos.

LO QUE SE VIVE EN LOS PASILLOS DEL ESTADIO

Los públicos del Heat y los Spurs son bastante distintos. No hablamos de sus máximas grabadas a fuego ('Let's go Heat' y 'Go Spurs go') sino más bien de cómo sienten el deporte. Esta versión de estrellas generó un impulso del básquetbol en Miami, pero se nota a leguas que los fanáticos que se acercan a ver el equipo son, en su mayoría, público que no está vinculado a fondo con este deporte.

Lo que sucedió en el cierre del Juego 6, en el que la gente se fue del estadio a 28 segundos del cierre, es algo que ocurre todo el tiempo aquí. Los pasillos están inundados de atracciones para el público: venta de cerveza -se deja de vender en el último cuarto- y comida, merchandising del equipo, máquinas para bailar, aros de basquet para tirar por un par de billetes... El juego pasa a ser un mero detalle dentro del abanico de opciones para el fanático.

El store de Spurs es más caro que el del Heat. Las camisetas de juego cotizan en 90 dólares en ambos negocios, pero las remeras tradicionales están cerca de un 30% más caras en la franquicia texana. De todos modos, al fanático poco le importa: el movimiento aquí es impresionante. Llaveros, banderines, tazas, muñecos. Al servicio de la dama y el caballero. Lo que necesiten, allí lo tienen: la marca cobra un valor fundamental en este aspecto.

En Miami, la mayoría de los aficionados se desviven por aparecer en las pantallas LED en cada uno de los tiempos fuera. Muchos de ellos desconocen las reglas y esto es un gran triunfo de la NBA: no hace falta ser un erudito en la materia para poder disfrutar de este show. En San Antonio, todo es diferente: los Spurs son el único equipo de alto rendimiento deportivo de la ciudad y por ende el fanático respira a través del equipo de Popovich. Está informado de todo y lo vive de una manera muy distinta. Las utilidades del AT&T Center no son diferentes a las que se ven en el American Airlines Arena, pero sí se ve un público mucho más activo en San Antonio, sobre todo en los pasajes trascendentales de los juegos.

LO QUE PASA DENTRO DE LA CANCHA

Cada franquicia de NBA entiende el espectáculo desde su propia idiosincracia. El Heat está construido a partir del baile y el show; su presentación es una absoluta maravilla, jugador por jugador. Todo tiene un estilo y el detalle de las máquinas que escupen fuego lo hacen aún más impactante. La música, en este apartado, cobra un rol trascendental. Ni hablar la energía que imprime la voz del estadio y las porristas.

En el caso de los Spurs, la presentación del equipo no es tan impactante, pero el desarrollo del espectáculo es infinitamente superior al del Heat. El Coyote es un artista excepcional y es quien guía todo el efecto que se va produciendo con el público. Cada video tiene criterio porque va de la mano con lo que sucede en el juego. Se pasa de lo cómico a lo emocional en un chasquido de dedos. El espectáculo de entretiempo es sumamente atractivo. A su manera, las dos franquicias hacen vibrar al público considerando lo que su público es: nada puede estar ajeno al ADN de cada comunidad.

EL JUEGO 7 COMO PUNTA DE LANZA

59.000 dólares se pagaron en reventa para ver este partido en un lugar de preferencia. Este valor, una auténtica locura, excede por kilómetros de distancia lo que sucedió en los primeros juegos de la serie. Allí se podían conseguir entradas en boletería. Los pasillos, en el séptimo encuentro, eran la plataforma de desfile de figuras de la talla de Radamel Falcao, Spike Lee, Bill Russell, Magic Johnson... Y muchos más. La entrada más cara, oficial, cotizó en 32.000 dólares. Más allá del juego en sí, trascendental para cualquier fanático del básquetbol en el mundo, se trata de un espectáculo en el que muchos personajes desean formar parte sólo por lo que significa desde un punto de vista social. Estar, de alguna manera, es pertenecer.

En definitiva, desde adentro, siempre es diferente.