<
>

Del Potro deja buenas sensaciones

BUENOS AIRES -- Saludó con su mano derecha, esbozó una sonrisa y se sentó. ¿La rodilla que le dio pequeños dolores en cabeza? Algo en el olvido, por lo menos en ese momento. El jean que lucía no dejaba ver la zona que supo tener vendada en sus últimos días en Londres, aunque el síntoma sí rondaba en su cabeza. El hecho de ver cómo está su articulación será su próximo paso a seguir. Antes, una conferencia en Ezeiza en su llegada a Buenos Aires.

Tres risas, cuatro si se cuenta la del ingreso a la sala. No más. Su buena predisposición para conversar -sin dejar de mover los brazos y las manos ni un segundo- con la prensa apenas arribado a la Argentina contrastó con su cansancio, luego de más de 15 horas de viaje y después de un agotadora semifinal ante Novak Djokovic que le terminó marcando la puerta de salida del All England Club luego de cinco éxitos y de más de cuatro horas y media de acción el viernes.

¿Dónde estuvieron esas risas? En momentos de nervios, quizá. Es sabido, Del Potro no se siente ante las cámaras lo bien que luce dentro en una cancha. De todas maneras, al igual que cada vez que tiene la raqueta en la mano, puso su mejor empeño. Así lo demostró en Londres, donde estuvo en contacto con la prensa en sus últimos cuatro días, aclarando cómo estaba su rodilla y dejando sus sensaciones tras jugar ante Ferrer y Djokovic. Punto positivo en su comunicación, algo que se le criticó poco tiempo atrás.

Pero marquemos las situaciones específicas de esas risas. La primera se dio cuando resaltó su cansancio y dijo que no quería imaginarse cómo debía estar Djokovic, que estaba en la víspera de la final; la segunda, al meterse dentro de un grupo junto a Wawrinka, Tsonga, Gasquet y alguno más en la lucha por los lugares terrenales para ingresar a la Copa Masters de fin de año; y la tercera, al subrayar las ganas que tenía de comer un asado con amigos. No fueron carcajadas, sólo risas. Fiel a su estilo, de perfil bajo y tranquilidad.

Fueron poco más 20 minutos de conferencia, cerca del momento de la cena en Buenos Aires. El horario de su llegada, sin dudas, también descomprimió la situación. No tantos medios y menos gente aún en el Aeropuerto. Él, como uno más, antes de ingresar al Salón Malvinas Argentinas, tuvo que hacer los trámites migratorios y pasar por lo aduana. Luego, tras la conferencia, volvió a la pista de aterrizaje y salió por la puerta principal, al igual que sus compañeros de vuelo.

Ese esperado asado con amigos en Tandil, que le robó una de las risas, deberá esperar. Al menos unos días. Ahora es turno de visitar a su médico Rubén Peidro para revisar su rodilla (Del Potro es optimista, más que nada por cómo terminó) y luego sí será tiempo de volver a su Tandil natal. Después, su retorno a las prácticas en canchas de cemento para preparar la gira norteamericana, donde, tras saltear el ATP de Washington -lo decidió antes de Wimbledon-, dará su primer paso en el Masters 1000 de Canadá.

Se levanta, saluda con su mano derecha y regala una quinta sonrisa. Vuelve la música en el salón. Del Potro ya se fue, pero queda el eco de sus declaraciones. Las palabras batalla y disfrutar parecen escucharse por enésima vez. Más allá de la caída y de la bronca que le dará ver la final del domingo por televisión, Juan Martín está con la frente bien en alto. "Uno tenía que perder. Jugué uno de mis mejores partidos. Quizás el mejor. Lo voy a recordar toda la vida a pesar de la derrota. Hacía tiempo que no me sentía así. Me lo llevo como un premio al alma, al corazón". ¿Es la acústica que repite el sonido o es Del Potro entregando una vez más sus sensaciones? No sé, pero suena igual. Se siente a deber cumplido.