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La unión hace la fuerza

BUENOS AIRES -- Le cambió la cara. Sí, literalmente. Más allá de que muchos sigan criticando a Andy Murray por su personalidad, por esa apatía tan evidente, la influencia de Ivan Lendl fue clave para la carrera del escocés. Pasó de ser un perdedor de grandes finales a vivir ya un año inolvidable, entre mediados de 2012 y el actual, gracias al cambio de mentalidad que le imprimió el checo-estadounidense, quien además convirtió al Nº 2 del mundo en un jugador más agresivo, punzante, que toma la iniciativa y ya no se limita a defenderse. Ahora suma dos títulos de Grand Slam y este éxito en Wimbledon, nada menos, es la coronación de esa modificación tan contundente.

A fines de 2011 y sin experiencia como entrenador, Lendl fue citado por Murray, quien era ayudado por Judy, su mamá, y tras arreglar algunas pautas concretas de trabajo decidieron unirse. Así empezó a gestarse un cambio de timón fundamental en la trayectoria del flaquito de Dunblane. Había caído en sus primeras tres finales en los 'Majors' y sin ganar un solo set, para dar el primer aviso importante hace justo un año, en La Catedral, cuando se abrió paso a su primera definición en el tradicional césped de Wimbledon. Es cierto que perdió, pero se llevó el set inicial contra Roger Federer. Al mes siguiente, en el mismo escenario, se desquitó contra el suizo, dueño de esa cancha central del All England Club de Londres, para colgarse el oro en los Juegos Olímpicos.

Ese triunfo fue el trampolín. Además, Lendl sabía perfectamente lo que estaba viviendo el escocés, porque él ya lo había sufrido en carne propia, tras haber sido derrotado también en sus primeras cuatro finales de Grand Slam, hasta que se sacó la espina en Roland Garros de 1984, al derrotar a su gran rival, el estadounidense John McEnroe, en cinco sets y tras estar 0-2. El saber escuchar al ex Nº 1 y entender cómo tenía que jugar las grandes batallas era un punto clave en este cambio que tanto le urgía. De hecho, pasó a jugar, con esta de Wimbledon, la final (con dos triunfos y dos caídas) de los últimos cuatro 'Majors' que disputó, los de canchas rápidas, ya que faltó al Abierto de Francia para cuidarse de una molestia en la espalda y darle justamente prioridad a su actuación en Londres.

Es cierto que en esta final de Wimbledon 2013 a Novak Djokovic le faltó reacción y explosión, mermado tras el enorme desgaste de la maratónica semifinal de 48 horas antes contra el argentino Juan Martín del Potro, pero eso no debe quitarle méritos a Murray. Es más: la versión anterior del escocés quizá no hubiera podido superar al serbio, quien en general es muy fuerte en todo sentido y, sobre todo, en el mental, el clave en este deporte. Gracias al trabajo de Lendl, entendió Murray que debe pararse más adelante, no en una posición retrasada, como solía hacerlo, y además tomando la iniciativa, arriesgando, intentando ser protagonista en una cancha de tenis y no limitarse a esperar a ver qué proponía y hacía su rival de turno.

Siempre apoyado en su genial contragolpe y en un revés de dos manos que es superior a su drive, el escocés se dio cuenta, gracias al apoyo de Lendl, que tiene armas para ser más "lanzado" y agredir al adversario. Eso lo fue haciendo jugar más suelto y le dio confianza y a su vez tranquilidad. Por eso es que se entiende el valor de la influencia de Lendl, el único ex campeón de peso que hoy está en funciones en el circuito ATP dirigiendo a una figura. Un caso que no tuvo incidencia positiva fue el de Jimmy Connors en su labor con el también estadounidense Andy Roddick, por citar el más reciente de dos grandes trabajando juntos.

A los 53 años, Lendl le transmite paz a Murray, de 26, desde su box. Nada de gestos ampulosos ni cara de enojado, más allá de la habitual seriedad que muestra el hombre de origen checo. Consciente de su función fuera de la cancha, a la hora de que su pupilo juegue, la labor del ex campeón de ocho títulos de Grand Slam es apoyarlo y remarcarle algunas cosas puntuales. Esa comunión es muy valorada por el escocés y por eso tuvo una dedicatoria especial hacia el ex rey, ya que sabe que esta vez Lendl también se sacó, al menos como entrenador, la espina de triunfar en Wimbledon, el único 'Major' que nunca pudo conquistar, tras perder en tres sets las dos finales jugadas, en 1986 ante el alemán Boris Becker y en 1987 con el australiano Pat Cash.

Así, de la mano de Lendl, pudo Murray romper con una racha que parecía interminable, al ser el primer campeón británico en Wimbledon en 77 años, tras el último festejo de Fred Perry allá por 1936. Y lo logró siendo agresivo, sobre todo con la derecha. Comprendió que en los intercambios desde la base, cuando dispone de margen, no puede caer en extensos "rallyes", sino que debe poner primera y desestabilizar. Un caso claro es el de su derecha cruzada a la carrera cuando entra en defensa, ya que logró sacar un verdadero "latigazo" en más de una oportunidad y así sorprender al Nº 1 del mundo, aún cuando el serbio y los demás ya empezaron a ver que busca imponer ese tiro. Con gran aceleración de la mano y la muñeca, hace estragos y así toma a contrapierna al de enfrente.

En su primera alegría grande en un 'Major', en el US Open 2012, Murray también venció a Djokovic en la final, pero la presión lo hizo estar 2-0 en sets a terminar definiéndolo en el 5º. Esta vez también estuvo complicado en algunos pasajes, en el 1-4 del segundo y 2-4 del tercero, pero supo imponerse a un rival diezmado y hacer la diferencia, ganando en tres parciales. Claro que sufrió en el game final, pero no podía escapar a la gigantesca mochila de tantas décadas sin un campeón local en Wimbledon y eso significó un plus. Seguramente la raqueta le pesó el doble o el triple en esos minutos, aunque sacó adelante con autoridad una circunstancia que otras veces no podía resolver a favor.

Por eso se ve la mano de Lendl en el Murray desde hace un año para acá. Lo ayudó en el rubro psicológico, a forzar más la máquina en algunos tiros, mejorando a la hora de pasar de defensa a ataque y a tenerse mayor confianza para ir a definir con voleas o toques en la red. Y vaya si lo padeció esta vez Djokovic, ya que el escocés lo llevó al serbio a su juego, a tenderle una telaraña, variándole golpes y efectos, no dejándole pegar dos pelotas seguidas iguales, generándole incertidumbre sobre lo que iba a hacer y generar. "Creí desde un principio en él. Andy todavía tiene una carrera por delante, debe jugar partidos contra estos jugadores y son grandes batallas", comentó Lendl, quien cuenta con la colaboración del venezolano Daniel Vallverdú, amigo y compañero de prácticas del escocés. La unión ya está dando sus frutos. Y con creces.

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