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La Guerra Fría del Siglo XXI

La guerra entre Oscar De La Hoya y Bob Arum encadena a los fans a una sola casa promotora Denise Truscello/Getty Images

No es tiempo para románticos ni puristas. Los promotores Bob Arum (Top Rank) y Oscar de La Hoya (Golden Boy Promotions) se han encargado de hacérnoslo saber. En este negocio del boxeo ellos mandan, son intocables y sobre todo... hacen lo que les venga en gana. Poco les importa el fanático aunque se empeñen en enfundarse la piel de cordero al usar la frase "es la pelea que la gente quiere ver."

Sin afán de ser ofensivo, esas son pamplinas. Ni ellos mismos se la creen. Mientras cuenten con el respaldo de las grandes cadenas (HBO y Showtime) y el dinero de la gente evite que sus números estén en rojo, proseguirán con su particular "guerra fría" cuyos daños colaterales siempre los asumen boxeadores y, principalmente, los fans.

Ellos organizarán importantes peleas (las cadenas obligan porque son las que más dinero invierten); es cierto, pero siempre con la condicionante de que los protagonistas estén alineados con una de las partes o tengan libre albedrío como el boricua Miguel Cotto, por citar un ejemplo. De lo contrario no hay acuerdo.

Esa controversia entre zares ha incidido en que se aborten recientemente atractivos emparejamientos que "la gente quiere ver": Floyd Mayweather vs. Manny Pacquiao, Nonito Donaire vs. Abner Mares y Julio César Chávez Jr. vs. Saúl Canelo Álvarez.

Primero el ego... luego el mundo. La palabra coexistencia no parece registrada en el diccionario de ambos empresarios. Se han agredido, y de las maneras más variopintas. "Es imposible hablar con un viejito de 90 años" (Arum en diciembre cumplirá 82), escribió en su cuenta de Twitter el ex boxeador. Mientras, el octogenario dejó clara su posición cuando declaró: "no es posible hacer negocios con alguien que no entiende el boxeo... Óscar tiene muy poco cerebro".

¡Con esos truenos!

Sus desavenencias llegaron al punto de realizar carteleras el mismo día y a escasa distancia una de otra (Chávez Jr. vs. Maravilla Martínez y Canelo vs. Josesito López, en Las Vegas). Ninguno quiso posponer y otra vez los principales perjudicados en la historia fueron los fanáticos, que no pudieron ver en vivo las dos contiendas.

Lo más preocupante es que no se avizora una solución a corto plazo. Esta enemistad ha desembocado en que ya comience a ser recurrente entre los boxeadores la muletilla: "creo que el combate puede hacerse porque pertenecemos a la misma promotora".

Y, sin dudas, el conflicto atiza el fuego en que se encuentra la disciplina, que ciertamente genera cuantiosas ganancias, pero ha sido cuestionada por el número excesivo de campeones mundiales -hasta cuatro en una misma división-, los favoritismos que otorgan a determinadas nacionalidades algunas entidades que regentan el deporte y el hecho de que no pocos púgiles tengan margen para escoger rivales o evadirlos, según su apreciación personal.

¿A dónde irá a parar esta historia? No lo sé, pero en breve los atletas tendrán que decir: "quiero pelear contra los mejores de mi promotora" y a los seguidores del Arte de Fistina no les quedará más alternativa que seguir asumiendo una postura pasiva ante las ordenanzas de la dupla Arum-De La Hoya o simplemente dirigir la mirada hacia otros deportes, quizás más rudos, pero mucho más transparentes.