Alejandro Pérez 11y

Transición en el aire

BUENOS AIRES --
En menos de un mes la selección argentina de básquetbol afrontará el compromiso más importante del año, el Torneo de las Américas, campeonato continental que tiene como aditamento la clasificación para la Copa del Mundo de España 2014.

Pero esta nueva participación tendrá características especiales, como nunca en la última década: muy poco queda del inigualable grupo que desde 1999 (¡pasó muchísimo tiempo!) convirtió al seleccionado en protagonista de todos los torneos que disputó. Apenas estará presente Scola, aún con todo lo que el capitán representa, para liderar a un grupo renovado y con poca experiencia.

Con este panorama, ¿qué deberíamos esperar del equipo argentino? o mejor aún, ¿qué podemos pedirle a este plantel?

Inicialmente el objetivo, según demandan los antecedentes inmediatos, debería ser capturar una de las cuatro plazas para el Mundial del año próximo. Para esto, bastará con llegar a semifinales, sin obsesionarse por la ubicación final. Lograr el pasaje a España permitiría mantener continuidad competitiva en el más alto nivel internacional. Sería renovar la credencial que le certifica seguir siendo parte de la élite.

No obstante, por ese mismo pasado reciente, se debe asumir el compromiso de ser animador del torneo, de ser aspirante al título, aún cuando no se llegue a él. Está claro que las modificaciones masivas y la incertidumbre que todavía pueden generar los rendimientos de algunos jugadores, condicionan este intento.

Por eso, ante todo se debe asumir que Argentina comienza un nuevo ciclo con su selección, con jugadores debutantes o con casi nulos pergaminos internacionales, incluso otros que hasta ahora desempeñaban, apenas, roles secundarios y que en Caracas deberán asumir protagonismos destacados.

¿A partir de esto, no sería también un paso adelante si, más allá de los resultados, muchos de estos jugadores demuestran estar, individual y colectivamente, a la altura de lo que el juego internacional exige?

Por supuesto que con triunfos todo brilla más. Llegar a la final del Torneo de las Américas se debería festejar y lograr el título sería histórico, puesto que los dos conseguidos, en 2001 y 2011, fueron como locales.

¿Si esto es probable? Hoy parece complicado pero no imposible. Es cierto que Argentina no tendrá varios de sus nombres más llamativos, pero lo mismo sufrirán la mayoría de los equipos en el Premundial, lo que igualará posibilidades y repartirá opciones para muchos.

Insisto, ¿se le puede exigir algo a este equipo argentino?

Sí, se le debe reclamar el compromiso de respetar una forma de juego que distinguió al equipo durante este último período de su historia. Ese es un legado que grabaron a fuego los medallistas olímpicos y que no se puede traicionar.

Argentina y los nombres que la integren estarán obligados a defender con intensidad, a controlar el ritmo de juego, a mover el balón, a no renunciar jamás a que salga con generosa naturalidad el pase extra y a seleccionar los tiros con sentido común. No parece mucho pero sí es más difícil de lo que aparenta...

Si Argentina logra esto, aunque arañe milagrosamente el cuarto, último y opaco puesto clasificatorio, pero al mismo tiempo dándoles a los más jóvenes el bagaje de recorrido internacional siempre necesario y logrando que estos se fortalezcan y entiendan qué significa ser parte del equipo nacional, yo pondré este torneo en la columna del haber.

Es que me animo a ir un poco más allá y a pensar que si el año próximo le toca ir a la Copa del Mundo, va a poder disfrutar de sus estrellas (se descuenta al infaltable Scola), como Delfino, Prigioni, Nocioni y hasta un Ginóbili que deja trascender, cada tanto, que su etapa de "celeste y blanco" no está terminada.

Si a estos "próceres" se les suma la consolidación de los Juan Gutiérrez, Mata y Mainoldi, más el desarrollo de los pibes como Campazzo, Laprovíttola, Delía, Bortolín o Juan Fernández, junto a lo que dentro de no mucho se confía en que aporten Giorgetti o Garino, se podrá conseguir una transición sustentable, que permitirá que el tan temido recambio generacional sea bastante diferente al que muchos agoreros parecen empeñados en vaticinar.

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