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Alemania F. venció a Francia

MADRID -- En una muy emotiva semifinal, Alemania Federal superó a Francia en la definición por penales y se clasificó para la gran final de la Copa del Mundo de España 1982, donde enfrentará a la Selección de Italia, vencedora de Polonia. De esta manera relató el partido el diario La Vanguardia de Barcelona:


Está visto que el fútbol ortodoxo, el auténtico fútbol, el buen espectáculo de este deporte, está predestinado a fracasar en este Mundial 82. Si hace unos días comentábamos la eliminación del equipo de Brasil, esta vez tenemos que comentar la eliminación del equipo francés, que ha maravillado hoy como lo hiciera en sus anteriores actuaciones en otros campos. y que ha provocado que el público de Sevilla se le entregara totalmente en este partido contra la poderosa selección de Alemania Federal, que estuvo durante más de las tres cuartas partes de los 120 minutos que ha durado el partido a merced de los franceses.

CON CINCO MEDIOCAMPISTAS
Francia, repetimos, ha vuelto a sorprender. Esta vez los sorprendidos fueron los alemanes, quienes fueron incapaces de contrarestar el fútbol fácil, sencillo y sin secretos de los franceses, basado en un magnífico escalonamiento de hombres y que saben ante todo lo que se debe hacer con el balón en los pies y lo juegan con una inteligencia excepcional, apoyados en una técnica que les permite ensayar todo tipo de jugadas, diversificando continuamente sus acciones ofensivas, que los alemanes, sobre todo en el segundo tiempo. fueron incapaces de contrarrestar.

La distribución de los hombres era la misma prácticamente en los dos equipos. Había incluso un exceso de centrocampistas. Se pusieron en práctica sendos 3-5-2, con la diferencia de que mientras los franceses marcaban por zona desde el centro del campo los alemanes lo hacían al hombre.

Rocheteau y Six, los puntas franceses, fueron vigilados por los hermanos Foerster y ayudados por Stielike como líbero. En el centro del campo, Giresse con Briegel , Dremmier con Platini, Breitner con Tigana y Kaltz con Genghini. Quedaba otro centrocampista, Magath, en la falsa posición de exterior zurdo, que era cubierto por el lateral Bossis, quien tuvó que cambiar de demarcación y subir al centro del campo, mientras Amoros seguía a Littbarski y Janvion se encargaba de Fischer. Tresor, como es lógico, quedó como hombre libre.

Tres defensas, cinco centrocampistas y dos delanteros por bando. Ambiciones atacantes, eso sí, en los dos equipos, pero hasta cierto punto. Tal como estaba planteado el encuentro, el desequilibrio tenía que venir forzosamente por el centro del campo.

PRIMERO ALEMANIA
Los primeros compases del encuentro fueron favorables a los alemanes, que desplegaron una fuerza física incluso desmesurada y se lanzaron sobre el portal de Ettori en busca de resolver esta semifinal por la vía rápida. Sus esquemas eran, sin embargo, siempre individuales e individualistas, con mucha verticalidad y velocidad, pero sin cohesión. Tres chuts fuera en los cinco primeros minutos, un disparo de Littbarski al poste y el gol del propio Littbarski fueron el botíi de aquel período de franco dominio alemán.

Pero Francia reaccionó tras el gol y Alemania se otorgó un repliegue que dejó la iniciativa a su rival. Nueve minutos después llegaba el gol del empate y cuando todos esperaban que Alemania volviera a la carga, nos encontramos con que el partido no era de nadie y las alternativas se sucedían en una y otra portería. El juego colectivo y de conjunto poco a poco fue a parar a los franceses, mientras que Alemania jugaba más por la inspiración de sus hombres, por el esfuerzo aislado de unas veces Briegel, otras Dremmler y también Breitner, aunque sin una consistencia y un ritmo parmanente.

En la segunda parte comenzó el auténtico festival francés. Los alemanes, creemos que rotos físicamente, fueron incapaces de contener los avances de los franceses, que se combinaban el balón con endiablada facilidad, buscando siempre al hombre mejor situado y apoyados por una condición física impecable. Como detalle significativo cabe decir que el todopoderoso Briegel, con su 1,90 de estatura, era controlado sin excesivos problemas por el minúsculo Giresse, con su 1,63.

Los incansables Tigana, el mencionado Giresse, Platini y Genghini -reemplazado por Battiston, y más tarde éste por López- lanzaban a Rocheteau y Six siempre al punto exacto donde el balón podía hacer daño a la defensa alemana. Desde el gol anulado a Rochetau por falta a Bernd Foerster en el minuto 8 hasta el remate al travesaño de Amoroa en el minuto 45, que hubiera decidido el partido sin necesidad de prórroga ni penalties, los alemanes pasaron por todo tipo de agobios: la ocasión de Battiston, en el minuto 11 en la jugada en la que se lesionó al chocar con Schumacher, y en la que el balón salió mansamente fuera; un penalty de Briegel a Platini en el minuto 17 que no concedió el árbitro; un cabezazo de López ligeramente alto tras una pifia de Schumacher en el 18, y todo ello como consecuencia de jugarse única y exclusivamente en terreno alemán, sin que este equipo consiguiera, en toda esta segunda parte, más que un par de tiros desde lejos, de Dremmler y Briegel, y un centro de Dremmler que no pudieron rematar Fiseher ni Littbarski con toda la portería a su merced, cuando ya terminaba el partido.

Pero no era solo por las ocasiones, sino por el fútbol alegre y vivaz de Francia que Alemania se veía sometida a un cerco casi oprobioso. El público se puso del lado francés y el ánimo de los jugadores no decayó en momanto alguno, mientras daba pena a veces a los alemanes impotentes ante la barrera que su rival había formado en el centro del campo en materia defensiva y un auténtico recital de recursos en materia ofensiva. Francia había hecho méritos más que suficientes, por juego y por ocasiones, de llevarse el partido, y no tuvo la suerte que merecía ni en el último minuto, cuando Amoros estrelló un tremendo disparo en el travesaño, que debió saber igual o peor que cuando Bossis falló luego en la tanda de lanzamientos desde el punto de penalty el disparo decisivo de esta semifinal.

PRÓRROGA ALUCINANTE
Todos los convencionalismos observados en el terreno de juego a lo largo de los primeros noventa minutos se derrumbaron en la reanudación. Alemania había supeditado su esquema a Francia. El poderoso acorazado alemán había sido puesto en evidencia y ya desde el primer momento de la prórroga pudimos observar que sus hombres solamente se iban a dedicar a marcar goles para resolver la eliminatoria, mientras Francia seguía más o menos con sus mismos dispositivos, con una tranquilidad y una serenidad irritantes.

Los goles que debieron llegar para los franceses durante el partido llegaron en la prórroga. Quizá demasiado pronto para sorprender a unos alemanes cuyo orgullo pareçía herido ya de buen principio. Sólo faltó que Tresor marcara en el primer minuto para que, en un contraataque, Platini elaborase una gran jugada y dejara a Giresse la oportunidad del 3-1 que no desaprovechó.

Alemania había recibido en las dos mejillas cuando pretendía lo que no había hecho durante todo el encuentro: acorralar a Francia.

Pero Rummenigge, cuya presencia desde el primer minuto de la prórroga denotaba esta ambición atacante de Alemania, se encargó de acortar distancias, que más tarde Fischer, en genial jugada entre Littbarski y Rubesch llegaría a anular.

Cuatro goles en dieciocho minutos indican claramente que sólo había obsesión atacante en el terreno de juego. Con el 3-3, ambos equipos parecían ya conformarse con la suerte de los penales. Unos y otros habían recibido ya demasiados sustos como para contraer riesgos inútiles. Y se llegó a una tanda de lanzamientos en la que no se hizo justicia. El fútbol, como ya hemos dicho al principio, no ha tenido suerte en este Mundial 82.