Especial para ESPN.com 11y

Paolo Rossi, la gran figura

MADRID -- "Rossi es un gran jugador. Tiene algo más allá del instinto goleador: su inteligencia para encontrar los espacios y aprovechar al máximo nuestros errores". Telé Santana, el mejor entrenador de la Copa del Mundo de España 1982, describió mejor que nadie a Paolo Rossi, el futbolista más destacado de Italia, y uno de los más determinantes para un campeón del mundo en toda la historia.

Pablito llegó a España después dos años de inactividad, ya que en 1980 fue suspendido por ser protagonista del escándalo de apuestas conocido como Totonero. Junto a su dura sanción también fueron descendidos a segunda división AC Milan y Lazio, en un caso que salpicó a todo el fútbol italiano. A pesar de su falta de ritmo futbolístico, el seleccionador Enzo Berzot decidió convocarlo de todos modos para el Mundial. Esa fue la decisión que le dio el título a la Azzurra.

La citación del atacante de Juventus fue criticada por toda la prensa y la opinión pública, que veían a Rossi como un verdadero símbolo de la corrupción que en ese momento golpeaba con gran dureza a todo el fútbol de Italia. Pese a esa presión popular, Bearzot se mantuvo firme e incluyó en la lista mundialista primero y en el equipo titular después a un atacante que había estado suspendido hasta abril y sólo había disputado tres encuentros. "Es un oportunista dentro del área", siempre decía el director técnico.

Tras la Copa, Bearzot explicó las razones que lo llevaron a citar a Rossi: "Sabía que si Rossi no estaba en España, no tendría a ningún jugador oportunista en el área. En esa zona era realmente bueno, rápido, siempre listo para hacer la finta adecuada". Es que Pablito no era muy alto ni muy rápido, ni siquiera demasiado hábil. Era inteligente y conocía el área mejor que nadie.

En la Copa del Mundo 1978, Rossi fue uno de los mejores jugadores del torneo con sólo 21 años de edad. Formó una gran dupla ofensiva con Roberto Bettega y condujo a su Selección hasta el cuarto puesto. Convirtió tres goles y se llevó los elogios de todos. Tras la derrota frente a Brasil en el juego por el tercer puesto afirmó: "Jugar en casa fue decisivo para ellos, aunque Argentina mereció ganar de todas formas".

Cuatro años más tarde la situación era muy diferente, Rossi no tenía la frescura de 1978 y tampoco había sumado experiencia, porque había jugado muy poco. Lo que sí tenía, y de sobra, era sed de revancha y mentalidad ganadora. En eso se apoyó para convertirse en el jugador clave del campeón, en el hombre que hizo posible aquello que parecía una quimera. Porque como pocas veces en la historia, el campeón llegó a la cima gracias al talento de un sólo futbolista.

La primera fase de Italia fue realmente muy mala. No mostró buen juego ni supo cómo superar a tres adversarios que en principio eran accesibles. El equipo empató con Chile, Camerún y Polonia y sólo convirtió dos goles. En esos tres partidos, Rossi hizo un trabajo mucho más sacrificado de lo que a él le convenía y recibió aún más críticas. Pero la confianza de Bearzot se mantuvo firme y en la segunda ronda tuvo su premio.

La Azzurra venció 2-1 a la Argentina de Diego Maradona en su debut en la segunda fase. Tardelli y Cabrini convirtieron los goles, mientras que Rossi se fue una vez más en silencio. Pero tres días después llegaría su gran noche, esa en la que todo lo que alguna vez soñó se cumple. Convirtió tres goles: a los cinco, a los 25 y a los 29 del complemento y eliminó él sólo al mejor conjunto del Mundial, quizás uno de los mejores de todos los tiempos: el Brasil de Sócrates y Zico. "Fue el mejor partido de mi carrera. Todos daban por ganadores a Brasil, pero pudimos explotar nuestras virtudes", dijo después.

En semifinales, Italia superó por 2-0 a Polonia, con un tanto de su autoría en cada tiempo. Cada minuto que pasaba, Rossi se hacía más grande. Se había reencontrado con su fútbol y estaba repleto de confianza. Era imparable, imposible de detener par cualquier defensor.

En la gran final, Rossi abrió el marcador a los doce minutos del segundo tiempo ante Alemania Federal y fue el verdadero líder de la Selección italiana. Tardelli y Altobelli pusieron el 3-1 definitivo en el Santiago Bernabéu. El 3-1 que le dio el primer título de la postguerra a Italia, el primero que no está manchado por el fascismo. La Azzurra era campeona del mundo de manera legítima, sin trampas ni dudas. Y Paolo Rossi había tenido mucho -o todo- que ver con eso.

"Nos sentíamos imparables, y lo demostramos dominando a un magnífico rival", declaró un Rossi feliz tras la vuelta olímpica. Atrás habían quedado los juicios, los años sin jugar, las críticas y las dudas. Ya todo era felicidad. Él había liderado a Italia a un título inesperado, que sin su aporte extraordinario habría sido imposible.

^ Al Inicio ^