Jim Caple 11y

Comprensión a infracciones de A-Rod

En el año 2001, cuando Alex Rodríguezestaba en su primera temporada con los Vigilantes de Texas, le pregunté cuál de estos superpoderes querría más: la fuerza de 100 hombres, la habilidad de volar o la habilidad de volverse invisible.

"Ninguno de esos", respondió. "Me gustaría ser el hombre más sabio del mundo".

Bueno, desde entonces --si ustedes creen en la evidencia que Grandes Ligas aparentemente tiene acerca de su presunto uso de sustancias para mejorar el rendimiento-- A-Rod estaba luchando por tener la fuerza de al menos cuatro o cinco hombres, aunque en este momento, después del anuncio de la suspensión de 211 partidos impuesta por Grandes Ligas, él probablemente optaría por volverse invisible o volar lo más lejos posible. Porque sus acciones seguramente demostrarán que él no se ha convertido en el hombre más sabio del mundo.

Ahora, nunca he sido un gran aficionado de A-Rod, desde que yo lo cubría cuando él jugó para los Marineros de Seattle. En lugar de tomar sustancias prohibidas, el debió haber tomado algo para incrementar su sinceridad, porque ese es un atributo del cual carece completamente. Pero la persecución fervorosa y sin cuartel de la liga y el castigo extremo que le impusieron, junto con el hecho de que parece que lo criticamos por todo lo que haga a la luz pública (¿quitarse la camiseta en Central Park era realmente un pecado?) hace que yo tenga algo de compasión por su posición, especialmente al relacionarse con su más reciente ofensa.

No me malinterpreten. Me agrada que el béisbol atrapó a A-Rod, y él merece ser castigado. Pero no debemos juzgar a Rodríguez, Ryan Braun o a cualquier otro usuario de sustancias prohibidas de forma más severa que como lo hacemos con Gaylord Perry, un tramposo confeso a quien pusimos en el Salón de la Fama.

No me digan que alterar una pelota de la forma como Perry lo hizo es mero "deportivismo". No lo es. Es hacer trampa. Perry descaradamente rompió una regla y engañó al bateador mucho más de lo que un pitcher lo hace ganando 1 o 2 millas por hora en su recta usando sustancias prohibidas. Y, a diferencia de las sustancias prohibidas, la regla de alterar la pelota ha sido específicamente explicada en los libros durante décadas.

Las prohibiciones sobre sustancias para mejorar el rendimiento no siempre son claras. Una sustancia considerada correcta un año (androstenediona) puede ser prohibida al año siguiente. Pero, independientemente de lo que él tomaba (y cuándo empezó a tomarlo) A-Rod simplemente hacía lo que los atletas han hecho desde las antiguas Olimpiadas. Intentaba tener alguna ventaja y mejorar su rendimiento.

Es por eso que los peloteros comenzaron a tomar anfetaminas al menos desde principios de los años 60. Eso incluye algunos de los jugadores más reverados como limpios y libres de sospechas. De acuerdo a Jim Bouton, quien escribió acerca del uso amplio de anfetaminas (greenies) en el libro "Ball Four", la mitad de los jugadores de esa época los tomaban. Mi jugador favorito de todos los tiempos, Willie Mays, fue ligado con las anfetaminas por John Milner.

La diferencia entre A-Rod y nuestros peloteros santificados de las épocas antiguas es meramente la diferencia entre lo que estaba disponible. Mudcat Grant me comentó una vez que los jugadores de su generación  tomaban cualquier cosa que pudieran, fueran anfetaminas o algo referido como "píldora de caballo". Bouton me dijo, "Si hubiéramos tenido esteroides, también los hubiéramos consumido. Dije en 'Ball Four', que si hubiera existido una pastilla que garantizara 20 victorias pero que quitara cinco años de vida, los peloteros la hubieran tomado".

¿Por qué lo hicieron? ¿Y por qué los peloteros siguen haciéndolo? Porque quieren mejorar. Y porque los aficionados y la prensa los alientan a querer ser mejores. Porque nosotros nos beneficiamos cuando nuestros equipos ganan más partidos y nos proveen con historias más ricas y exitosas.

Nos volemos locos cuando descubrimos posteriormente que ellos lo hicieron utilizando sustancias prohibidas, y demandamos castigos para esos "@#&#% tramposos". Pero nunca tenemos el deseo de castigarnos a nosotros mismos.

Manny Ramírez fue atrapado por usar sustancias prohibidas, pero yo no veo a los aficionados de Boston clamando que los Medias Rojas quiten su banderín de campeones de 2004, y no veo a ningún integrante de la prensa demandando que sus victorias de 2004 sean anuladas --como si, por ejemplo, un equipo de la NCAA fuera atrapado rompiendo las reglas. No veo a ningún jugador de los Medias Rojas regresando su anillo de Serie Mundial a Tiffany's.

¿Los aficionados de los Gigantes de San Francisco están deseosos de renunciar a la Serie Mundial del año pasado porque Melky Cabrera los ayudó a llegar hasta ahí? ¿Los aficionados de los Yankees están dispuestos a regresar los títulos de Serie Mundial de su dinastía reciente porque uno de los integrantes de su celebrado "Núcleo de los Cuatro" hacía trampa? Los Cerveceros están ofreciendo a sus aficionados cupones de $10 en agosto, ¿pero van a reembolsar todo el dinero que Braun les ayudó a generar mediante el incremento en la venta de entradas y los dos títulos divisionales obtenidos en parte gracias a él? Por supuesto que no. No nos castigaremos a nosotros, pero por supuesto que queremos el castigo máximo a los jugadores que nos dieron semejante alegría porque hacían trampa.

Eso no es justo. Y es algo que nunca toleraríamos si se aplicara a nosotros mismos.

Consideren este escenario:

Ustedes van tarde para una junta muy importante... entonces, pisan el acelerador hasta 80 millas por hora en una zona de 55 millas. También manejan por la línea HOV aunque son el único ocupante del vehículo. Y van enviando un mensaje de texto en su celular mientras conducen, para informarle a la gente que van en camino. Ningún policía los detiene, así que parece que se salieron con la suya.

Pero no es así. Un par de semanas después, reciben una notificación en el correo. Una cámara de tráfico los atrapó conduciendo a exceso de velocidad y en violación a la línea HOV (pero no por el mensaje de texto, porque la foto era muy borrosa como para ser usada como evidencia).

Oh, bueno. Ustedes sabían los castigos con anticipación. Una multa, quizá $250, probablemente hasta $400, más una marca en sus beneficios de seguro. Pero, así es la vida. Ustedes conocen las reglas.

Pero, resulta que ustedes no conocen las reglas y que eso no es su castigo. Pese a lo que diga la ley, el público ha decidido que ya tuvo suficientes accidentes y muertes relacionados con exceso de velocidad y mensajes de texto, así que el estado ha decidido que la única manera de poner fin a esto es imponer castigos más duros. En lugar de una multa, perderán su licencia de conducir. No podrán manejar durante dos años.

¿Suena duro? Bueno, de eso se trata. Estarán contentos para el resto de sus vidas porque no perdieron su licencia.

Ustedes estarían enfurecidos por esas circunstancias. ¿Entonces por qué el béisbol se desvía de su propio procedimiento establecido? Si los dueños y jugadores apoyan castigos más severos por violaciones a su acuerdo colectivo antidopaje, entonces deberían cambiar las reglas, no ignorarlas.

Aprecio el deseo por castigos más severos. El ex comisionado Fay Vincent recientemente comparó los castigos por sustancias prohibidas con aquellos por apostar en el béisbol. Dijo que el castigo de por vida por apostar esencialmente eliminó las apuestas del deporte (con Pete Rose siendo la excepción) y que un castigo similar haría lo mismo por las sustancias prohibidas.

Eso suena bien, pero está equivocado. El castigo severo es sólo una de las razones por las que no vemos apuestas en el béisbol. Otra es la falta de incentivos para hacerlo. Los jugadores ganan tanto dinero en la actualidad, que hay muy poca o nula motivación para ellos de hacer trampa apostando en los partidos.
¿Una suspensión de por vida disminuiría el uso de sustancias prohibidas? Probablemente. Pero como hemos visto en muchos otros deportes, no será el fin. Dada la brevedad de las carreras en, digamos, atletismo y ciclismo, las suspensiones multianuales por dopaje en esos deportes pueden tener casi el mismo peso que suspensiones de por vida. Aun así, los corredores y ciclistas se dopan. Hay muchos incentivos para ganar y, por consiguiente, hacer trampa.

(Y permítanme ser claro. La razón principal por la que vemos a muchos atletas siendo sorprendidos en esos deportes no es porque el atletismo y el ciclismo sean sucios, sino porque sus organismos rectores intentan atrapar a los tramposos de forma más ardua. Es por eso que el béisbol ha tenido muchos más jugadores sorprendidos que el fútbol americano, el baloncesto o el hockey. El béisbol intenta mucho más que esos otros deportes para limpiar su disciplina).

Los atletas no se dopan porque sean personas malévolas. Se dopan porque hay un incentivo muy fuerte para hacerlo.

Consideren este otro escenario: Pueden tomar una sustancia que implique un riesgo ligero para su salud (como las pastillas que vemos anunciadas en televisión todo el tiempo), pero eso también los haría mejores peloteros. Si las toman, quizá los ayude a ganar millones de dólares y la aclamación de los aficionados Sus amigos y compañeros también se beneficiarán de su rendimiento mejorado. Y ustedes saben que muchos otros en su profesión también lo están haciendo. De hecho, hay una buena oportunidad de que necesitarán tomarlo para compensar la ventaja que los oponentes han logrado sobre ustedes por tomar la misma sustancia.

¿La toman? Si están siquiera tentados a decir que sí, entonces no deben ser tan malvados en sus juicios de Alex Rodríguez.

Sí, A-Rod merece ser castigado. Y sí, debemos intentar deshacernos del uso de sustancias prohibidas en el deporte. Pero, mientras repartimos juicios con A-Rod, Braun y los demás implicados en el escándalo de Biogénesis y las historias pasadas de esteroides, quizá queramos repartir ese mismo juicio duro en las generaciones previas de peloteros.

O sobre nosotros mismos.

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