Howard Bryant 11y

Cambio de MLBPA sobre biogénesis

Cuando las Grandes Ligas suspendieron al jardinero de los Cerveceros de Milwaukee, Ryan Braun, para los últimos 65 partidos de la temporada el 22 de julio, la noticia corrió por los vestuarios de Grandes Ligas de la forma como siempre lo hace en los deportes del Siglo 21. Periodistas, jugadores y personal de los equipos corrieron por sus smartphones, buscando la liga de la historia más confiable. Las televisiones en el vestuario estaban sintonizadas al cintillo informativo más actualizado en busca de confirmación. Los mensajes de texto cruzaron de un lado a otro el país, y los fragmentos de comentarios de peloteros dirigiéndose a las jaulas de bateo fungieron como la consecuencia apaciguante.

En un teléfono llegó un escalofriante mensaje de texto de un oficial de béisbol de alto rango que leía, "Todavía faltan algunos peloteros", una pequeña granada noticiosa que produjo sus propios murmullos acerca de qué jugadores serían los siguientes en ser suspendidos y por cuánto tiempo. El lunes 5 de agosto, 12 jugadores más habían aceptado suspensiones de 50 partidos por violar el acuerdo antidopaje de la liga, y una suspensión de 211 juegos fue impuesta a Alex Rodríguez. Y un nuevo paradigma fue creado por los jugadores, su asociación y la oficina del comisionado que, por primera vez en los casi 20 años desde que las sustancias para mejorar el rendimiento se convirtieron en el problema principal de este deporte, usó todo su poder para disciplinar a un jugador por el uso de sustancias prohibidas.

El día que Braun fue suspendido, los líderes Medias Rojas estaban en Boston, a unas horas de iniciar una serie clave de cuatro partidos contra los Rays de Tampa Bay, segundo lugar en la división. David Ortiz, quien había sido parte de un escándalo de esteroides que, cuatro años después, todavía tiene preguntas sin responder, estaba sentado en la caseta, ansioso por cada porción sucesiva de noticias.

"Por la forma como están las cosas actualmente, cuando estás en esa habitación, y tienes a esa persona a un lado tuyo, observándote orinar, no hay escape", dijo Ortiz. "Y si tienes algo en tu cuerpo, te atraparon hermano".

Cuando se completó el anuncio de los 14 involucrados en Biogénesis, no estuvieron presentes las viejas actitudes que alguna vez dominaron la era de los esteroides: desafío, negaciones y escepticismo de los jugadores que habían sido emblemáticos de su solidaridad pública, aun y cuando había recelos particulares acerca de jugadores individuales. En la antigua narrativa, los jugadores y sus representantes rutinariamente argumentaron contra un examen reprobado con una treta, la posibilidad de impropiedad o el orgullo de desprestigiar a la ciencia --un falso positivo, la retórica abochornante de que los jugadores eran víctimas de una "cacería de brujas" de la prensa o la respuesta de que no hay nada en una botella que pueda ayudar a un jugador a batear jonrones.

En lugar de la solidaridad hubo una ira imperdonable dirigida a los tramposos, que alguna vez fueron hermanos unidos bajo el mismo código.

"Él la libró muy fácil", dijo un jugador de la Liga Americana acerca de los $3.2 millones a los que renunció Braun de su salario de 2013. "El dinero más importante no llega sino hasta el próximo año".

Culpables, inocentes o ambivalentes, los jugadores siempre habían estado unidos. Era el código. Con Biogénesis, el código ha cambiado.

"Es un día triste para Grandes Ligas, los aficionados de este gran juego, y todos los jugadores que podrían haber sido afectados negativamente por el egoísmo de otros", publicó en Twitter el tercera base de Tampa Bay, Evan Longoria. "Ultimadamente, aunque será un día de infamia para las Grandes Ligas, es un gran paso en la dirección correcta para el deporte que amamos".

El mensaje de Longoria fue diplomático. Otros jugadores han expresado ira, y como una extensión, apoyo al acuerdo antidopaje del béisbol de maneras sin precedente: evocando suspensiones de por vida y la anulación de contratos garantizados --cuya existencia es una de las mayores victorias en la historia de la Asociación de Peloteros de Grandes Ligas y los deportes profesionales-- de jugadores sorprendidos usando sustancias prohibidas.

Esta batalla contra las sustancias prohibidas ya no es exclusivamente una confrontación ética entre usuarios y evaluadores, pero también una pelea por la dirección y el futuro de la Asociación de Peloteros. Por primera vez, quizá en décadas, la pelea no sólo es de la asociación contra los directivos, sino de jugadores contra jugadores, algunos de ellos aparentemente deseosos de eliminar algunos de los logros más grandes de la organización.

"En mi opinión, Braun debería ser suspendido –de por vida", dijo Skip Schumaker, jardinero de los Dodgers de Los Ángeles, a la agencia Associated Press. "Un strike, estás fuera. Es suficiente. Es ridículo. Él le mintió a mucha gente. Estuve convencido, después de ese premio como Jugador Más Valioso, que él no lo hizo".

La forma en cómo los peloteros y su asociación han cambiado de su negativa de la existencia de una cultura de uso de estupefacientes en el deporte es una historia de evolución y orgullo competitivo, de supervivencia y, después de tanto daño, del valor redescubierto de la reputación.

Es, además, el nuevo frente en la relación, históricamente contenciosa y en desarrollo, entre el béisbol y la asociación, que pasó las primeras semanas previas y posteriores a la suspensión de Braun mostrando una cooperación poco característica con la oficina del comisionado, su investigación y su disciplina. Sin embargo, luego de la suspensión masiva aplicada a Rodríguez, la asociación pareció convencida que el comisionado Bud Selig había exagerado.

"Por el jugador que apela, Alex Rodríguez, estamos de acuerdo con su decisión de pelear su suspensión. Creemos que el comisionado no actuó apropiadamente bajo el acuerdo básico", señaló el director ejecutivo de la asociación, Michael Weiner, en un comunicado enviado luego del anuncio de la suspensión. "El señor Rodríguez sabe que la asociación, consistente con su historia, defenderá vigorosamente sus derechos".

El cambio radical

En 2006 y 2007, los jugadores --un poco más de 750-- se negaron a cooperar en masa con los productores del Reporte Mitchell, una investigación del uso ilegal de esteroides y otras sustancias para mejorar el rendimiento en Grandes Ligas. Durante el proceso, George Mitchell, el ex senador de Maine que fue designado por Selig para supervisar esa investigación y cuyas recomendaciones subsecuentes incentivaron a la liga para crear el brazo investigador que recolectó la información de Biogénesis, y su equipo expresaron su frustración de que la asociación estaba boicoteando el esfuerzo al no conceder entrevistas.

La semana pasada, Mitchell declinó opinar acerca de la disposición creciente por parte de los peloteros para combatir las sustancias prohibidas. Al invocar ahora públicamente niveles sin precedente de castigos para los responsables (jugadores como Schumaker y Max Scherzer, de Tigres de Detroit, públicamente clamaron por suspensiones de por vida para los ofensores por primera vez), los peloteros en la actualidad están esencialmente repudiando esas actitudes que prevalecían hace seis años y durante la época de auge de los esteroides. Pero, como una consecuencia, ellos quizá se expongan a ellos mismos a divisiones que podrían inclinar la balanza de poder en la relación laboral del béisbol a favor de los dueños. Biogénesis irritó a los integrantes de la Asociación de Peloteros de Grandes Ligas. Pero, al solicitar sanciones incrementadas por uso de sustancias prohibidas, los jugadores quizá estén debilitando la posición longeva de la asociación como el organismo negociador más fuerte en la historia de los deportes profesionales.

"No creo que sea una gran cosa", me comentó un jugador prominente de la Liga Nacional inmediatamente después del anuncio de la suspensión de Braun. "La gran mayoría de peloteros quieren esto. No creo que ahora que queremos deshacernos de los tramposos, nos vamos a traicionar mutuamente. Pero para ser honesto, los jugadores están hartos de esta basura".

De acuerdo a entrevistas con integrantes de la oficina del comisionado y la asociación de jugadores, al igual que varios jugadores activos y retirados, el cambio es producto de varios factores: competencia incrementada por contratos en un mercado saturado de agentes libres, ira porque las ofensas repetitivas dificultan al público para diferenciar entre los peloteros limpios de aquellos que no lo son, y un reconocimiento creciente del nivel de trampa en el deporte. Los jugadores estuvieron conscientes de que la Asociación de Periodistas de Béisbol (BBWAA) no eligió a ningún pelotero para el Salón de la Fama en el receso de temporada anterior, y están al tanto de que un silencio continuo acerca de la sustancias prohibidas podría ser considerado igual de condenatorias como sus propias posibilidades de inducción si de hecho usaran esteroides.

Ellos también comenzaron a reconocer su propia fatiga por ser definidos por dos décadas de sustancias para mejorar el rendimiento. Algunos dicen que una generación madura de peloteros que ahora tienen veteranía e influencia en el vestidor creó una actitud institucional diferente.

Las posturas del viejo liderazgo de la asociación fueron definidas por una historia de desconfianza entre los propietarios y los jugadores, especialmente por las acusaciones de colusión en los años 80, cuando los propietarios y la oficina del comisionado acordaron en secreto no firmar a los agentes libres. Esa figura, además de la huelga de 1994 y la imposición subsecuente de jugadores de reemplazo y un tope salarial en 1995, hicieron que la cooperación fuera virtualmente imposible entre ambos bandos en casi cualquier tema.

En el punto más alto del poder de la asociación bajo el ya fallecido Marvin Miller y, posteriormente, Don Fehr, los jugadores eran enterados de la dirección de la asociación en un tema determinado. Durante los años de Miller y Fehr, la Asociación de Peloteros de Grandes Ligas generalmente habló un solo mensaje, mediante una sola voz, formando un frente unido que los propietarios no podían quebrar. Por ende, con el paso de huelgas y cierres patronales, el núcleo de la asociación siempre se mantuvo unido.

Miller murió en noviembre de 2012, pero durante la década final de su vida, él estuvo rotundamente en contra de la decisión de la asociación de reabrir el contrato colectivo de trabajo para complacer la preocupación del Congreso acerca de las políticas antidopaje del juego. La posición de Miller era que un acuerdo era sagrado y debería ser negociado solamente cuando expirara. Hacer lo contrario sentaría un precedente peligroso. No tenía sentido tener un Acuerdo Básico, dijo Miller, si era sujeto a renegociación. Pero entre 2005 y 2009, los propietarios y la asociación abrieron el Acuerdo Básico tres veces para modificar cláusulas por el uso de sustancias prohibidas.

Miller también creía que incluso si las controversias de la era de los esteroides no eran completamente ideadas, su daño a la integridad del juego era mínima comparada con la conspiración. Para Miller, el mayor detrimento en la historia del juego fue el medio siglo de segregación en el béisbol, pero creía que la conspiración era la segunda de la lista. En ambos casos, sostenía, los propietarios se habían negado a propósito a firmar los mejores jugadores para ayudar a que los equipos ganaran, que derivó en que se arreglaran las carreras por los banderines. Los esteroides, en la opinión de Miller, nunca se compararían con el daño realizado por los equipos que intentaban no ganar.

Durante la conspiración y los años de las huelgas, la mayoría de los jugadores nacieron en los años 50 y 60, cuando el movimiento laboral en Estados Unidos estaba en su punto más alto como una alianza de trabajadores. Hoy, no hay ningún pelotero activo en Grandes Liga que debutara en las Mayores en los años 80, lo que significa que ninguno fue afectado directamente por la conspiración y pocos estaban siquiera en el nivel Triple A empleado durante la huelga de 1994-95. El cambio generacional de los integrantes de la asociación quizá ayude a explicar el cambio, con los peloteros redefiniendo la actitud de la asociación respecto a las sustancias prohibidas. Con Biogénesis como catalizador, los jugadores dicen que actualmente están lo suficientemente molestos para perseguir a sus colegas, de acuerdo a fuentes tanto del lado de los peloteros como de los propietarios.

Fuentes de la Asociación de Peloteros de Grandes Ligas dicen que no hay discusiones formales en marcha para redefinir la posición del organismo acerca del tema, o reabrir el contrato colectivo de trabajo para establecer castigos más severos. Pero un producto no intencional de las opiniones expresadas por Schumaker y Scherzer sería la presión adicional para respaldar la retórica emocional con un marco normativo.

"Solamente es un proceso que intenta limpiar el deporte", dijo Longoria. "Pasamos muchos años con jugadores que no hablaban. Lastima y es decepcionante perder tu trabajo con alguien que hizo trampa. Hay empleos y carreras en riesgo".

Mientras tanto, se desconoce si otros factores están en juego, como información fuera de Biogénesis que la unidad de investigación del béisbol haya recolectado acerca del uso de sustancias prohibidas por parte de los peloteros. Ni tampoco es claro si los jugadores están totalmente conscientes de las consecuencias accidentales que podrían surgir si ellos les dan a los equipos el poder de anular contratos garantizados.

Tras la publicación del Reporte Mitchell en diciembre de 2007, los jugadores todavía se resistían a la realidad de que ellos eran las víctimas más grandes de las transgresiones de sus integrantes. Pero ahora, la discusión de los esteroides ya no parece una conversación filosófica, sino una personal. Los jugadores ahora consideran a las sustancias prohibidas como una violación del código personal de béisbol, igual a quedarse demasiado tiempo en la caja de bateo tras pegar un cuadrangular, o repetir lo que se dijo en el vestidor. En el pasado, ellos habían enmarcado la charla acerca de los estupefacientes como una imposición de la presión de relaciones públicas impuesto por forasteros fanfarrones --la afición, la prensa, la gerencia o el Congreso.

Ahora, los jugadores demandan una responsabilidad mutua que no existía en años previos. Por primera vez, los jugadores no ven a los esteroides como un crimen sin víctimas. Los usuarios no le hacen trampa al público tanto como a otros jugadores.

"Entonces, déjenme aclarar esto", afirmó un pelotero de la Liga Americana. "Alguien usa esteroides. Luego, consigue mejores números que yo. Va a la agencia libre y obtiene los años y el dinero, consigue un trabajo que yo no obtengo y ahora debo batallar durante el invierno para encontrar otro lugar. Luego, lo atrapan por usar esteroides, ¿y usamos las diligencias de mi asociación para sus abogados, su defensa y su apelación? ¿Y eso tiene sentido? ¿Esa basura es justa?".

'Por la simple competencia'

Incluso antes de Braun, el momento crítico, muchos peloteros dirían, fue el contrato de dos años y $16 millones de Melky Cabrera con Azulejos de Toronto. El dinero estaba sobre la mesa. Los Azulejos estaban gastando y ciertos peloteros encajarían bien con ellos. Toronto es un mercado más grande con necesidad de un jardinero titular, y Cabrera --quien se deshonró a él mismo al margen, suspendido por arrojar positivo por consumo de esteroides el año pasado mientras su equipo, los Gigantes de San Francisco, ganaron la Serie Mundial-- fue el que obtuvo los millones.

Cabrera irritó a sus compañeros en dos niveles. Primero fue por su elección al equipo de la Liga Nacional para el Juego de Estrellas 2012. Él era un pelotero dopado que arrebató un sitio en el equipo de estrellas a un pelotero limpio, una situación que se hizo aún más insultante cuando fue nombrado el Jugador Más Valioso del encuentro. El segundo fue su contrato con los Azulejos, que parecía una recompensa obvia para un usuario de esteroides.

Y luego está Braun, quien ganó el nombramiento como Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 2011 y bateó .500 en la Serie Divisional para ayudar a eliminar a los Diamondbacks de Arizona. Braun también enfureció a sus compañeros por toda la garantía de la extensión de cinco años y $105 millones que firmó en 2011, haciendo que el total de dinero garantizado que le deben los Cerveceros --dinero que, los jugadores afirman, podría ser empleado en elementos limpios-- sea poco más de $145 millones hasta 2020.

Braun y Cabrera fueron influencias mayores, pero Bartolo Colón de Atléticos de Oakland también hizo que los peloteros vieran introspectivamente. Colón fue suspendido 50 partidos la campaña pasada al arrojar positivo por una sustancia prohibida. Sin él, los Atléticos perdieron un decisivo quinto partido de la Serie Divisional de la Liga Americana ante Detroit, una serie que pudieron ganar si Colón no hubiera estado suspendido. Porque los Yankees de Nueva York (el oponente de los Tigres en la Serie de Campeonato) batallaron el pasado octubre, la suspensión de Colón quizá le costó a Oakland una oportunidad para su primera aparición en la Serie Mundial en 22 años.

Y ahí está Manny Ramírez, atrapado dos veces por usar estimulantes, primero en 2009, cuando purgó una suspensión de 50 partidos mientras jugaba para los Dodgers de Los Ángeles, y luego otra vez en 2011, cuando se retiró de los Rays de Tampa Bay en lugar de cumplir una sanción de 100 partidos. Las fuentes recuerdan que Ramírez bateó para .396 en los 53 partidos tras ser adquirido por los Dodgers en 2008, prácticamente llevando de la mano a Los Ángeles al título en el Oeste de la Liga Nacional sobre Arizona.

"Los jugadores finalmente comenzaron a ver de primera mano el daño que se les hacía. No era la conversación filosófica del bien y el mal, o el lugar de los estimulantes en nuestra sociedad, sino acerca de empleos y dólares, victorias y derrotas que se les arrebatarían", dijo una fuente en la oficina del comisionado. "¿Cómo creen que se sienten los Diamondbacks de Arizona luego de que Braun los eliminó de los playoffs cuando se dopaba? Quizá ellos debieron ser lo que llegaran a la Serie Mundial".

Esa injusticia, señalan los peloteros, incitó su nueva ortodoxia: las sustancias prohibidas ya no eran un invento de la prensa, sino el ingrediente principal para que los jugadores sucios hicieran trampa y le quitaran los empleos a aquellos que estuvieran limpios".

"La simple competencia está ganando", dijo un pelotero de la Liga Nacional. "El comodín adicional recompensando a los campeones divisionales, sobre todo. No vamos a proteger a personas que intentan pasarle por encima de otros".

En una serie del 7 al 10 de julio de 2005, los Orioles de Baltimore ganaron tres de cuatro partidos a los Medias Rojas. Sin haberse anunciado al público, Rafael Palmeiro --quien meses antes, bajo juramente enfrente del Congreso, agitó famosamente su dedo en desafío a la acusación de esteroides de José Canseco-- había arrojado positivo por esteroides y estaba en el proceso de una apelación, por consiguiente todavía en el campo.

"Conozco a Raffy. No hay forma de que él sea un tramposo", dijo en ese entonces David Wells, lanzador de los Medias Rojas y ex compañero de Palmeiro, en Baltimore. "Y cualquiera que afirme que él es, puede comer un tazón helado de (expletivo)".

Palmeiro despedazó a los Medias Rojas, al irse de 13-5 con tres jonrones y nueve remolcadas en la serie. Seis semanas después, él fue suspendido por 10 días al violar las políticas antidopaje del béisbol y nunca disputó otro partido de Grandes Ligas. Los Medias Rojas y los Yankees terminaron la campaña empatados, pero Nueva York se acreditó el título divisional en el criterio de desempate. Los propietarios de los Medias Rojas furiosamente señalaron a la serie corrupta de Palmeiro como la razón por la que perdieron el Este de la Liga Americana.

Actualmente, los conceptos de competencia –por contratos y seguridad financiera, por victorias y títulos de Serie Mundial, apariciones en Juegos de Estrellas y premios—no son diferentes a cómo eran en ese entonces, en el auge de la era de los esteroides, cuando los deshonestos Sammy Sosa, Miguel Tejada, Mark McGwire, Ramírez, Jason Giambi, Barry Bonds y Roger Clemens ganaban, o estaban cerca de ganar, premios como JMV, el Trofeo Cy Young, títulos de cuadrangulares y campeonatos de Serie Mundial. Pero la percepción ha cambiado dramáticamente.

"En cada vestuario actualmente, los muchachos tienen sus teléfonos celulares, donde pueden conectarse a un sitio de apuestas en internet. ¿Por qué no lo hacen? Porque conocen el costo", dijo el jardinero de los Medias Rojas, Jonny Gomes. "Ellos no quieren correr el riesgo de ser suspendidos de por vida. Ellos no quieren ser Shoeless Joe Jackson. No quieren ser Pete Rose. Ninguno de los dos consumió estimulantes. A mi amigo Josh Hamilton le arrebataron el béisbol durante tres años y él no consumió sustancias prohibidas. ¿Por qué no podemos hacer eso con los esteroides? ¿No creen que la amenaza de una suspensión de por vida cambiaría las cosas? ¿En dónde nos preocupamos?".

Los marginados y el precio

A diferencia de Palmeiro y, en varios niveles, Bonds y McGwire (quien labora en el deporte como instructor de bateo con los Dodgers), el cambio radical dejó muy poco espacio disponible para sentir compasión por los 14 involucrados de Biogénesis. Los jugadores han adoptado la posición de que los perdedores de la era de los esteroides ya no son los aficionados o el libro de récords, sino ellos mismos. "Hey, Antonio Bastardo, recuerda cuando competimos por un empleo en 2011. Muchas gracias", publicó en Twitter el ex relevista zurdo de los Filis, Dan Meyer, luego que Bastardo fue suspendido 50 partidos el lunes. "Nunca dije que yo era lo suficientemente bueno, ¿pero qué hay de los jugadores que nunca recibieron la oportunidad? Sus vidas pudieron ser completamente diferentes". Muchos peloteros se burlan en privado de la idea de una prueba que arroje un "falso positivo". La frase "cacería de brujas" ha desaparecido de la conversación, reemplazada por acción que los viejos integrantes de la asociación nunca pudieron pensar que fuera posible: charla de suspensiones de por vida y anulación de contratos garantizados como el que los Cerveceros le dieron a Braun. El recuerdo de su ahora infame conferencia de prensa en 2012 ("Si yo hubiera hecho esto intencionalmente o accidentalmente, sería el primero en ponerse de pie y decir, 'Lo hice'… apostaría mi vida que esta sustancia nunca ingresó a mi cuerpo en ningún momento), solamente incrementó la ira en los vestuarios de toda la liga.

De acuerdo a fuentes, el detalle de seguridad del béisbol no se apoyó solamente en que Anthony Bosch y Porter Fischer hicieran su movimiento este mes, pero también en una documentación incriminatoria tan completa que Braun no tuvo otra opción más que aceptar la suspensión. Fuentes de Grandes Ligas dijeron que la suspensión de 65 partidos fue una combinación de la penalización de 50 partidos a la que escapó cuando el ex árbitro Shyam Das la revirtió, y 15 partidos adicionales por atacar verbalmente la integridad del programa antidopaje del béisbol.

Conforme se desarrolló el caso de Braun, la aparente falta de deseo por parte de los integrantes de la asociación de peloteros para montar una pelea dirigida para apoyar a los jugadores que no tuvieran un caso particularmente fuerte sorprendió a algunos ex jugadores pese a que la entendían. Los peloteros eran impulsados a aceptar la suspensión ahora o arriesgarse a ser penalizados incluso el año entrante, un incentivo potencialmente poderoso para admitir culpabilidad y una táctica poderosa por parte de la oficina del comisionado que los antiguos integrantes de la asociación probablemente hubieran retado. Dos semanas antes de que se anunciara la decisión de Braun, Weiner y los líderes de la asociación habían aconsejado a los jugadores que enfrentarían evidencia abrumadora en el caso de Biogénesis, que llegaran a un acuerdo con la oficina del comisionado. De acuerdo a fuentes, Braun recibió consejos de la asociación, y tanto el organismo como la liga consideraron la suspensión de 65 partidos como indulgente. Ambas partes negociaron el castigo de Braun y los comunicados de prensa publicados.

"Cuando lo escuché, pensé, 'Sí señor. Bien. Acaben con este tipo'", comentó un integrante del Salón de la Fama. "Ustedes deben recordar, que todos estamos sentados viendo la televisión y todo lo que dijo Braun, y piensas, 'Wow, él es realmente convincente. Quizá hay algo de duda ahí'. ¿Y luego pasa esto? Es su juego ahora. Yo ya no pertenezco a la asociación. Soy solamente un ex jugador, y recuerdo los días cuando la asociación nos decía qué decir y cómo pensar, pero debo decir que todo, la suspensión de Braun, que nadie entre al Salón de la Fama, la asociación que no pelea tan duro por los peloteros, se siente totalmente correcto a mi parecer".

La suspensión masiva de Rodríguez, sin embargo, parece haber encendido de nuevo a algunos integrantes de la asociación para ver las implicaciones más grandes de perder el equilibrio con los propietarios. El resultado podrían ser batallas internas entre jugadores que quieren mayores castigos y aquellos que creen que el comisionado y los propietarios no deberían tener tanto poder. En las próximas semanas, mientras la suspensión de Rodríguez es apelada, el reto de los peloteros es claro: ¿Siguen rompiendo sus viejas posturas y se aventuran a un territorio nuevo y potencialmente peligroso, pese a que incluso una falta de solidaridad podría debilitar su posición general en otras áreas de negociación?

"Está señalado en términos conocidos para todos los equipos cada primavera: estas son las reglas", dijo el antesalista de los Filis de Filadelfia, Michael Young. "Ni se les ocurra arrojar positivo en el examen. Todo mundo tiene sus procesos debidos pero la idea de un juego parejo es ahora el mantra de la asociación".

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