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La Final salvó la Copa

La Final de la Copa Guinness vio a Cristiano Ronaldo en su esplendor. JAVIER SORIANO/AFP/Getty Images

La Guinness International Cup nos dejó la certeza que volverá en un año a los Estados Unidos, aunque deberá rearmar muy bien su calendario y sus fechas porque el verano del 2014 estará muy ocupado con el Mundial de Futbol en Brasil.

Lo que sí es cierto es que el certamen, que constó de 12 partidos y en el que compitieron siete grandes de Europa y el Galaxy de la MLS tuvo, por suerte, un final feliz después de varias fechas más de expectativas que de futbol.

Y es de entender... los grandes de Europa aprovechan la generosidad de los organizadores americanos para trabajar un pretemporada bien remunerada, y de paso "colonizar" a un público que se ha "enamorado" de ellos gracias a la bondad mediática y globalizada, que hoy nos transporta a cualquier lugar del mundo con sólo oprimir un botón del control remoto de la tele.

A este lado del Atlántico, periodistas y aficionados hemos construido mitos que son modernos Dioses, casi mitológicos, que se calzan la camisa de los grandes clubes y con sus colores y el mercadeo nos venden emociones que compramos en medio de esta vorágine necesitada de ídolos.

Cristiano, Lampard, Hazard, Casillas, Balotelli, Pirlo y muchos otros nombres de prestigio pasaron 15 largos días por América para permitirnos ver que son reales, que no sólo emergen de la "caja boba" de la tele cada semana, y que como cualquier otro sin tanta resonancia también, juegan a veces mal y también se equivocan.

De todos, el que quizá más nos quedó debiendo fue el Inter de Mazzarri... Errático y sin ritmo fue un equipo extraviado en la cancha, sin mucho oficio a pesar de los ilustres apellidos básicamente sudamericanos que completan su nómina. Fue incómodo ver cómo hombres como Cambiasso, Guarín, Ricky Álvarez, Palacio y el 'Palito' Pereira corrían como trastornados detrás del rival y la pelota. Poca propuesta y poco futbol. Quizá cuando comience la Serie A la máquina histórica del Inter esté en forma para que reivindique en presente su pasado y su historia.

Valencia y Everton fueron buenos competidores. Los ingleses de Roberto Martínez siempre se plantaron serios... La Juve quiso más de lo que pudo y nos sigue quedando claro que los tiempos de Buffon se agotan y que cuando Pirlo falla, la Juventus falla.

Lo cierto es que de los 12 partidos que disputaron, 11 de ellos en Estados Unidos, sólo los dos finales en Miami nos colmaron las expectativas. Dos grandes encuentros, primero con un Milan que recuperó, en su última salida, la memoria futbolística que no encontró durante todo el torneo, claro con la complicidad de un Galaxy que se vino curiosamente a menos sobre el final del campeonato.

La final fue fiesta aparte... Mourinho, como siempre, se encargó de calentarla en los días previos y el precio de sus palabras se lo cobró la fanaticada de Miami, que hizo sentir a los "merengues" casi más cómodos que en el Bernabéu y a Mourinho fastidiado y castigado con una sonora silbatina. ¡Qué linda fiesta de futbol y qué vibrante partido! Jamás se desvirtuó a pesar de las bondades de un reglamento, que por el exceso de cambios le permite atentar contra la esencia del futbol.

No se dañó el partido porque todos fueron buenos. Los que empezaron y los que terminaron. Cristiano le regaló a Miami una noche notable de futbol y de una extraña, pero deliciosa humildad que no le conocíamos a la estrella lusitana del Madrid.

Fue un juego de Champions. Pagó el boleto del torneo y quizá le dejó a los organizadores el mensaje de seguir, pero ojalá con mejores condiciones para la próxima visita... Es cierto que es pretemporada, pero que bueno sería que los 12 juegos se disputaran todos como el último.