Magdalena Kairuz 11y

A pedido del Virrey

BUENOS AIRES -- "Hay que ajustar la mira", eligió su propio título Carlos Bianchi, en la conferencia de prensa, previo al partido con Quilmes. Y lo venía pediendo semana a semana. Como gran el goleador que supo ser, le parece inaceptable desperdiciar tantas situaciones. El mismo reclamo también hacía Ramón Díaz a los suyos. El deseo sólo se le cumplió a uno.

Y es que tanto River como Boca -más allá de los problemas de "enfermería" de este último- llegaban en momentos parecidos: consiguiendo resultados, pero con un juego poco convincente por su ciclotimia y dificultad para concretar las oportunidades de gol. El Superclásico les demandaba un triunfo y para eso el gol es indispensable. Y Boca ajustó la mira...

Momentos parecidos, pero estilos muy distintos y planteos opuestos. River fue fiel a lo que venía haciendo: salió a buscarlo. Tampoco le quedaba otra. El Monumental exclusivo para los locales y el retraso en la tabla lo obligaban. Fue el River de las nueve fechas anteriores: muy intenso y buen juego asociado por momentos, que se convierte en atolondrado y torpe, en otros.

Boca, en cambio, se asumió algo limitado por todos los problemas sucedidos en la semana, y prefirió esperar. Tal vez, sabiendo que la alta intensidad que impuso River en el inicio no la iba a poder sostener en el tiempo, o simplemente buscando el momento para pegar.

En efecto, después de haber derrochado, al menos, tres chances claras (dos cabezazos de Federico Andrada y uno de Gabriel Mercado), bajó un poco la marcha y apareció ese mediocampo de Boca, que tanto le preocupaba a Ramón. Pero sus muchachos poco hicieron por anularlos. Christian Erbes -sin rastros de la lesión- se hizo cargo de la recuperación liberando a Fernando Gago para ir para adelante. River quiso aprovechar la poca marca en el lateral derecho, pero se toparon con Jesús Méndez y Cata Díaz, quienes también se vieron al 100 por ciento.

¿Y Riquelme? Riquelme casi no la tocó. Pero cuando se activó, casi sin moverse, reavivó a todo el equipo. Con dos toques tuvo la habilidad de poner a su equipo en situación de ataque. No hubo sociedad con Gago, más bien, Gago lo complementó. Riquelme jugó más con la cabeza y su toque preciso, y Gago puso movilidad y velocidad. La entrega de Juan Manuel Martínez y la subida de Juan Manuel Sánchez Miño completaron un combo perfecto para que Emmanuel Gigliotti hiciera lo que Bianchi esperaba de él, cuando lo llamó para que fuera a Boca, en lugar de México: el gol.

Precisamente, la única conversión del partido llegó con una pelota recuperada en el medio, la apertura de Riquelme a la derecha para Martínez, el desborde y centro para que Gigliotti gane en el área. Ni más ni menos que lo que pedía Bianchi.

En cambio, o a Ramón no le hicieron caso o se equivocó con el mediocampo que eligió para contrarrestar el bien pie del rival, tal como él dijo previo al partido. Carlos Carbonero no tiene marca y Boca entró mucho por el costado derecho. Tampoco gravitó Ariel Rojas, ni en defensa ni ataque. Osmar Ferreyra, ingresó en un River que ya había perdido la forma.

Quizás, Leonardo Ponzio o Matías Kranevitter hubiesen sido mejor compañía para Cristian Ledesma. Ponzio, como marcador de punta, -reemplazó a Jonatan Maidana- no acertó casi ninguna. Pese a esto, el juego no se detuvo en el medio y River pudo generar varias situaciones. Aprovechó las bandas con un Carbonero intermitente y un Vangioni más profundo. Teófilo Gutiérrez tuvo un tiro en el palo, pero sigue sin asumirse como hombre de área. Manuel Lanzini no se asoció tanto y jugó más por la individual. Rodrigo Mora tuvo poco tiempo y estrelló un cabezazo en el poste. River lo buscó hasta el último segundo, pero Boca ya le había bajado la persiana al partido.

Ya después del 1-0 no mostró demasiada ambición por ampliar el marcador, y cuando Riquelme pidió el cambio y entró Gonzalo Escalante, Boca se metió definitivamente atrás. Sólo agarró la pelota porque River se la regaló varias veces, producto de su nerviosismo.

Al Millonario lo golpeó demasiado duro el gol, nunca volvió a ser el de los primeros minutos. Y, a medida que corría el tiempo, el Monumental completo de rojiblanco empezó a pesar. El equipo se desesperó y se deformó. La entrega que Ramón Díaz ponderó después, estuvo ahí, sin dudas. Pero faltó frialdad, experiencia y liderazgo. Tres rasgos que Boca sí tuvo.

¿Jugó mejor River? Si tirar centros y generar muchas chances, pero no acertar ninguna es jugar bien...entonces sí. ¿Jugó mejor Boca? No, un equipo grande que no muestra hambre por más goles y se conforma con el 1-0, que hace tiempo en cada roce, que cede el protagonismo, no puede ser mejor. Lo que fue es más inteligente para quedarse el Superclásico. Esperó, convirtió y cerró. Simple. Ganador.

Como lo pidió el Virrey.

^ Al Inicio ^