Especial para ESPN.com 10y

Brasil-Dinamarca, el partido

PARIS -- El viernes 3 de julio en Nantes, Brasil y Dinamarca jugaron el mejor partido de la Copa del Mundo, por los cuartos de final. Ambas Selecciones mostraron gran fútbol y protagonizaron un partido y con incertidumbre en el resultado hasta el final. Lo ganó el equipo que dirige Mario Lobo Zagalo por su experiencia y porque tuvo en Bebeto a un jugador que apareció en el momento en el que más se lo necesitaba.

Así comentó el partido el diario Olé de Argentina: "Zagallo se golpea su reloj al ladito de la línea de cal (no porque funcione mal). Pega gritos (no para ordenar a sus jugadores). Su equipo hace un embudo en el fondo (no por una cuestión de comodidad). Se juegan los últimos minutos y el técnico pide la hora. Los hermanos Laudrup insisten con un par de centros más, un defensor que mete un cabezazo en el travesaño y el temblequeo que continúa hasta que se le baja el telón al partidazo. Recién ahí la alegría fue brasileña: la verdeamarelha ganó una vez más, siguió su camino derechito al Penta, había pasado una prueba de fuego.

Sí, aunque suene extraño y sorprenda, la de ayer con Dinamarca fue una prueba de fuego para los campeones. Hasta ahora nunca les había pasado que les movieran el piso a los dos minutos de juego, y encima con una avivada: el Laudrup grande sacó rápido un tiro libre, su hermano Brian desbordó y Jorgensen los durmió. Nadie entendía nada, ni los propios daneses. Eso sacudió a los brasileños, les tocó el amor propio: paradójicamente los ayudó, porque para salir de ésa, Brasil tuvo que ser, por primera vez en lo que va del Mundial, un equipo con todas las letras: no hubo conventillo ni egoísmo, todos pusieron, todos tiraron para el mismo lado.

Esta vez, ese compañerismo que muestran todos cuando salen de la mano a la cancha quedó reflejado en el fútbol. Remando desde abajo, Brasil se hizo fuerte y jugó bien en serio, sin dejar ni un mínimo espacio para la displicencia y con la concentración a full. Fue paso a paso: buscó la pelota y la hizo rotar hasta encontrar algún hueco, porque los daneses estaban en todos lados. Y después Ronaldo demostró que no sólo es goleador al fabricar un pase digno de Zico para Bebeto y que tuvo un final feliz.

Brasil se había puesto el overol y le había dado resultado. Por eso siguió con esa filosofía, fue al frente y por momentos le pudo encontrar la vuelta a los daneses, que no tienen ni un pelo de zonzos. Dunga pisó fuerte en el medio, se hizo el patrón y así llegó el segundo: el ocho presionó como un pulpo, robó una pelota estratégica en el área rival, la agarró Ronaldo y esta vez el pase-gol fue para Rivaldo. De ahí hasta el final del primer tiempo Brasil pudo tener más la pelota y estar un poco más relajado, aunque siempre preocupado por las gambetas de los Laudrup.

El principio de la segunda parte fue casi un calco de la primera. Dinamarca, siempre ordenadita, fue al frente y empató con un bombazo de Brian, después de una chilena en falso dentro del área de Roberto Carlos. A barajar y dar de nuevo. Y otra vez Brasil mostró sabiduría: no se volvió loco, no buscó con desesperación, trató de tocar y así cambió la historia. Rivaldo volvió a ser el salvador, con un zurdazo desde 25 metros. Go-la-zo.

Pero quedaba media hora y como la parada no era para nada fácil, Dunga y Junior Baiano levantaban sus brazos para motivar a la torcida a que empuje con su aliento.

No hizo cuatro goles como contra Chile ni se pudo dar grandes lujos. Pero este Brasil fue más convincente que el de la semana pasada porque se la bancó frente a un rival que arrancó ganando y que lo apretó. Un rival que lo presionó, que le creó problemas, que le jugó de igual a igual y que lo mantuvo alerta durante todo el partido. Este test le vino al pelo. Lo obligó a aceitar su maquinaria para tomarse revancha con Argentina (o para enfrentar a Holanda). También para insistir con la idea de que no es invencible y de que cuando lo apuran, atrás da demasiadas ventajas.

Pero lo provocaron y respondió. No llegó mucho pero hizo tres goles y ya está en las semifinales. Pra frente, Brasil".

Este encuentro, además de decretar la clasificación de Brasil a semifinales por segunda vez consecutiva, marcó el adiós para uno de los mejores futbolistas de los últimos años en Europa. Michael Laudrup ya había afirmado que el Mundial marcaría el fin de su carrera y así fue. El crack danés se retiró después de conducir con maestría a su equipo a los cuartos de final de Francia 98. "Quiero dejar el fútbol jugando en un buen nivel", había dicho días antes. Vaya si lo hizo.

^ Al Inicio ^