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Francia es campeón en casa

La página con la crónica de la victoria de Francia en el Mundial 1998 Diario La Vanguardia

PARIS -- Pues sí, ese ruido era la revolución. Francia destronó a Brasil propinándole una soberbia lección de fútbol y de pundonor, de vergüenza deportiva, de amor a unos colores, de defensa de la propia imagen deportiva. Francia hizo ayer felices a casi 60 millones de franceses y Brasil hizo desgraciados a 180 millones de brasileños.

En realidad todo el partido, incluido el resultado y el estilo de juego, pareció un cambio de papeles. Francia hizo lo que se esperaba de Brasil, y Brasil hizo lo que nadie se podía imaginar de un finalista. Después de dos goles de Zidane, la Francia que era incapaz de marcar prolongó el festival con un tercero de Petit. Y eso que llevaba casi media hora jugando con uno menos, por expulsión de Desailly, lo que hacía aún más vergonzante la derrota del tetracampeón.

Con ese triunfo, Francia se instala en el selecto grupo de países que han ganado la Copa del Mundo de fútbol, junto a Brasil (4), Alemania e Italia (3), Argentina y Uruguay (2) e Inglaterra (1).

Zinedine Zidane, el jugador, más brasileño de esa Francia que en lo futbolístico siempre ha querido parecerse a Brasil, empezó ayer a desvelar la pregunta que sus compatriotas venían haciéndose en la última semana: "¿Y si no fuera un sueño? Jacques Chirac, Lionel Jospin, intelectuales,. artistas, gentes de la farándula, toda la República se había preguntado en algún momento durante toda la se mana: "¿Y si esto que pasa no fuera un sueño?

La respuesta la tenía un muchacho de origen magrebí, Zizou, el líder de un equipo que parecía hecho de retales (gran defensa, excepcional centro del campo y nula delantera), y que hasta ahora había vivido de los arranques de genio de hombres como Blanc -qué pena de final que le birló García Aranda- y Thuram.

Zidane, al que con soma se le preguntaba cuándo iba a ganar una final -con Juventus ha perdido las dos últimas de Europa-, se pronunció sobre el campo. Y lo hizo desde la maestría con que manipuló la pelota, con la suavidad de un orfebre, y con la decisión que le permitió marcar los dos goles que pusieron a Brasil patas arriba.

Los brasileños demostraron que tienen más marketing que sustancia. La suya es una publicidad engañosa, que promete mucho más de lo que en realidad da. Este Brasil había llegado a la final después de perder ante Noruega, pasar agobios frente a la Dinamarca de los Laudrup y no ganar -más que en los penales- a la Holanda de Dennis Bergkamp. Pero este Brasil no sólo fue merecedor de la derrota, sino un indigno finalista.

Tres cuartos de hora antes del partido, Ronaldo parecía estar descartado por problemas en su tobillo izquierdo. Luego se descartó él mismo porque sólo dio señales de vida para fallar lastimosamente. Sin el salvavidas al que agarrarse, Brasil hizo aguas por todos los costados ante una selección francesa que parecía haberse apropiado del lema que luce la bandera brasileña: "Ordem e progresso".

Francia se aplicó desde el primer minuto -en el que hubo penalti de Júnior Baiano a Guivarch no señalado- a jugar en corto, controlar el balón, recuperarlo en una tarea ímproba de Deschamps y Petit, vigilar a Ronaldo entre Thuram y Desailly y taponar las subidas de Cafú. Además, como carece de otros recursos atacantes, Francia sacó un provecho extra ordinario de jugadas a balón parado: dos saques de esquina, dos goles.

RONALDO, MUY ESPESO
Increíble, pero cierto: en la república popular del fútbol que proponía la marca Nike, a su rey Ronaldo le estaban arrebatando la corona. La espesura de ideas de Ronaldo era tal que apenas iniciado el segundo tiempo tiró contra el portero cuandó tenía
todo el marco para él.

Brasil dio entrada a Denilson tras el descanso, en un intento ya a la desesperada de modificar su destino. Francia colaboró en un primer momento echándose atrás en una actitud suicida de tratar de defender la ventaja. Pero la mejor colaboración la obtuvo Brasil del árbitro, que expulsó a Desailly mediado el segundo tiempo. Fue el toque épico que el partido necesitaba: ganarle a Brasil y con un hombre menos. Y en una final de la Copa del Mundo.

Francia lo hizo y sacó a flote las miserias de un Brasil de jugadores mediocres y mal avenidos, incapaces de defender con honor la gloriosa camiseta amarilla que vestían. Primero Guivarch y después Dugarry. solos ante Taffarel, parecieron evitarle a Brasil una humillación mayor, que llegó en el último minuto de partido, cuando Petit hizo aún más grande el triunfo de Francia

Publicado en el diario La Vanguardia del 13 de julio de 1998.