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El renacimiento de los Lakers

AP

El teléfono sonó en la casa de Palos Verdes. Corría el año 1979 y los Lakers eran un canto a la esperanza: la sapiencia, el oficio y la actitud ganadora de Kareem Abdul-Jabbar se abrazaban al talento prometedor del novato Earvin 'Magic' Johnson, quien meses atrás había hecho suspirar a la nación entera en el triunfo de Michigan State ante Indiana State en NCAA.

Jack McKinney levantó el tubo y habló. McKinney había llegado a Los Angeles luego de un año como asistente de Jack Ramsay en Portland, con previa experiencia en Milwaukee, y tras algo más de dos décadas de camino sinuoso en el básquetbol colegial.

"Fue un sueño fantástico", recuerda McKinney a Jay Searcy del Philadelphia Inquirer. "Hicieron volar a mi padre, toda mi familia estaba allí. Fue un momento excitante de mi carrera, estaba sentado al tope de mi profesión. He aquí mi presente, dirigiendo a uno de los mejores equipos del país y con la chance de entrenar a uno de los mejores jugadores de la historia (Abdul-Jabbar)".

McKinney cumplía el gran sueño americano. El trabajo ideal, el hogar más confortable y sumas de dinero que jamás había imaginado tiempo atrás.

Paul Westhead estaba al otro lado de la línea. Westhead y McKinney tenían una gran relación en aquellos años. El 8 de noviembre había regalado una mañana cálida y soleada, ideal para hacer deporte. Y los Lakers, vaya bendición, tenían la jornada libre. "¿Oye, tienes ganas de jugar tenis?", preguntó Paul.

McKinney aceptó de inmediato y fue hacia el garage a buscar el auto, ya que debía dirigirse hasta el condominio de Westhead. Su mujer Claire se lo había llevado. Sin dudar demasiado, tomó la bicicleta de su hijo sin considerar que su estatura (1,87 mts) y su peso (86 kg), excedían las condiciones de seguridad de un vehículo de esa naturaleza.

Hacía cosas locas tras el accidente: 'Dame ese cepillo de dientes'. ¿Qué cepillo de dientes? El cepillo de dientes allí era una lapicera. No recuerdo nada de eso.

-- Jack McKinney


El panorama era aún peor. La bicicleta había regresado del taller de reparación y aún tenía problemas con los frenos. Jack no lo sabía cuando comenzó a pedalear. Bajó a velocidad una loma, en la intersección de Whitley Collins Drive y Stonecrest Road, y pese a intentar detenerse despacio los frenos se trabaron, las ruedas se clavaron en seco y McKinney salió despedido golpeando su cabeza contra el pavimento. Un golpe que no fue fatal de milagro. Un motorista reportó el accidente. "No existe manera de que este hombre sobreviva", dijeron los enfermeros de la ambulancia que lo atendieron, según información recolectada por Richard O'Connor en Sports Illustrated.

"Los doctores no le podían decir nada a mi mujer (Claire)", recuerda McKinney, quien estuvo tres días en coma y tres semanas en estado comatoso, al Inquirer. "Tuvo que ver si finalmente yo quedaba como un vegetal o si me iba a convertir en un hombre de mantenimiento en un colegio, barriendo pisos. Allí estaba ella con cuatro niños, dos en la preparatoria y dos en el colegio. Hacía cosas locas tras el accidente: 'Dame ese cepillo de dientes'. ¿Qué cepillo de dientes? El cepillo de dientes allí era una lapicera. No recuerdo nada de eso", agrega.

La recuperación de McKinney fue lenta. Tan lenta que obligó a Jerry Buss, coach de Lakers, a quitarlo de su trabajo para ofrecerle a Paul Westhead el cargo de entrenador en jefe. Fue una situación difícil para la directiva, pero inevitable. Habían pasado sólo 13 partidos del inicio de la temporada 1979-80 cuando la desgracia tocó la puerta de McKinney. El equipo lucía bien, sólido, pero había que hacer algo. No se sabía a ciencia cierta qué, pero sí algo. En esto estaban los responsables angelinos.

McKinney pudo regresar en enero pero Buss consideró que era momento de esperar. "Sólo estoy cuidando las plantas mientras el verdadero dueño está de vacaciones", decía Westhead una y otra vez. En este caso, McKinney fue puesto tiempo después como scout de los Lakers y jamás volvió a tener la preponderancia del inicio.

"Tuve tantas cosas afectadas por la caída. Mi boca, mis labios, cirugía plástica, un hueso quebrado en mi oído que me impedía controlar mi equilibrio", recuerda McKinney al Inquirer. "Perdí toda la fuerza en una parte de mi cuerpo. Si me inclinaba para agarrar algo, podía lamentarlo luego".

La recuperación fue lenta y dolorosa. Tuvo que volver a aprender a caminar, a hablar, a pensar.

Mientras tanto, había un equipo de básquetbol que mantener. Westhead trató de equilibrar un conjunto que desparramaba energía. Y pese a excederse en lo esquemático, los Lakers cerraron la temporada con un récord de 60-22 (tras el 10-4 inicial de McKinney) y tras desechar a Phoenix, Seattle y finalmente Philadelphia en las Finales, consiguieron el segundo campeonato de su historia desde que la franquicia mudó de Minneapolis a Los Angeles.

McKinney regresó nueve meses luego de su caída para dirigir a Indiana Pacers. En la primera temporada fue elegido entrenador del año por devolver un récord ganador a Indianápolis, pero tres años después fue quitado de su cargo para recalar en Kansas City Kings en 1984-85, antes de renunciar.

Pese al éxito en su gestión deportiva, el gran mérito de Westhead no radicó exclusivamente en obtener un título de campeonato. Al menos en parte. Quitado McKinney de la franquicia de Hollywood, Westhead se vio obligado a incorporar un asistente técnico.

Hay algunos entrenadores que han pasado 25 años en universidades y colegios, y aún están allí, y yo estoy acá sin siquiera haber sido entrenador. Me tomó un tiempo aceptarlo.

-- Pat Riley


Pat Riley, ex jugador y hasta ese momento comentarista de Lakers, fue el elegido.

Riley tomó el trabajo luego de asegurarse, con su compañero Chick Hearn, de que podía regresar cuando McKinney retornase al ruedo. "Quería asegurarme de que tendría trabajo", le dijo Riley a Los Angeles Times en 2006.

McKinney nunca regresó. Y Riley tomó el trabajo de Westhead tras sólo 11 partidos en la temporada 1981-82 luego de que los conflictos internos (y la eliminación en los playoffs pasados ante Houston), principalmente con Magic Johnson, fuesen imposibles de revertir.

Riley tomó el mando de los Lakers y se convirtió en todo lo que el equipo necesitaba. Quedará en el recuerdo de los memoriosos el día que los fanáticos angelinos abuchearon a Magic por considerarlo el artífice de la salida de Westhead. Sin embargo, Johnson apuntaba a recuperar la alegría dentro de una cancha. A evitar los condicionamientos y cambiar cinética por estaticidad. Y vaya si lo consiguió.

"Me siento culpable por ir desde aquí hasta allá en tan poco tiempo", admitió Riley a Los Angeles Times años después. "Hay algunos entrenadores que han pasado 25 años en universidades y colegios, y aún están allí, y yo estoy acá sin siquiera haber sido entrenador. Me tomó un tiempo aceptarlo".

Sin embargo, fue 'Riles' quien abrió El Aleph para que los colores se desparramen desde ese momento y para siempre. El Showtime había nacido en las manos de un gigante de 2.06 mts, inventor del 'No-Look Pass' y propietario de una sonrisa inigualable. El básquetbol-espectáculo permitió que Los Angeles se quedase con los títulos de 1981-82, 1984-85, 1986-87 y 1987-88, para convertirse en una de las franquicias más poderosas de la historia.

La NBA pasó a ser, entonces, un producto imposible de igualar. El hombre de los trajes costosos, los zapatos lustrados y el gel en exceso pasó a los primeros planos y diseñó el renacimiento de los Lakers sin mirar atrás.

El talento, el trabajo y el azar suelen jugar con las mismas cartas.

FUENTES:

  • http://www.nba.com/lakers/history/la_coaching_history_mckinney_110929.html

  • http://articles.latimes.com/2012/feb/09/sports/la-sp-lakers-mckinney-20120210

  • http://si.com/vault/article/magazine/MAG1123884/1/index.htm

  • http://articles.philly.com/1987-11-26/sports/26173671_1_job-championship-rings-nba-coach-of-the-year-honors

  • http://articles.chicagotribune.com/1988-03-10/sports/8804060049_1_coaching-award-pat-riley-competent-coach