Alejandro Caravario 10y

La escuelita de Newell's

BUENOS AIRES -- No siempre los campeones son recordados. De hecho, al San Lorenzo de Juan Pizzi que acaba de consagrarse en el Torneo Inicial (sí, se llama Inicial aunque termina a fin de año), la mayoría le vaticina un pronto olvido.

Es que el fútbol argentino parece haber entrado en una fase de escaso compromiso, de máximo cálculo y de copas que se obtienen gracias a una breve racha de esplendor.

San Lorenzo amagó con convertirse en un equipo con sobrados argumentos, con intereses ofensivos y una circulación precisa y veloz.

En ese escenario, la consolidación de Piatti en pleno uso de sus destrezas (velocidad y remate) y el despunte de Correa y Villalba como auxiliares igual de rápidos y verticales (en especial el primero), le dieron al equipo un envión determinante y un espesor futbolístico que lo distinguía del resto.

Pero en la recta final, no sólo decayó el rendimiento de sus hombres más relevantes, sino que la actitud agresiva y confiada se transformó en resignación.

La cuasi final con Vélez, con el equipo parapetado los noventa minutos a la espera del silbatazo que marcara su título, lanzando pelotazos imposibles como lenguaje repetido, es la demostración cabal del declive. Así y todo alcanzó. En el Torneo Final era suficiente con hacer lo justo y necesario. Cuidar los ahorros.

Muy distinto fue el primer semestre, en el que Newell´s se recortó como el claro portador de una valiosa propuesta futbolística. Y no la abandonó en ninguna circunstancia.

La salida siempre por abajo, el toque a discreción y el apogeo de Scocco hicieron que el campeón del Torneo Final (sí, el que termina a mitad de año se llama Final) fuera declarado en forma unánime el mejor equipo argentino.

Newell´s derribó el pragmatismo ramplón según el cual hay que tener un libreto para cada ocasión. Y también quebró la tradición temerosa que recomienda no encarar dos torneos al mismo tiempo.

El equipo al que Gerardo Martino marcó a fuego disputó campeonato local y Copa con el mismo puñado de jugadores. Ninguno murió en el intento, lograron una vuelta olímpica en el ámbito doméstico y escalaron hasta semifinales en la disputa continental. Nada mal.

Boca, que había preservado los músculos de sus primeras figuras para la Libertadores, cayó precisamente frente al baqueteado plantel rosarino.

La consistencia de su fútbol (el efecto de una identidad contundente) lo habilitaron a pelear hasta el final el último certamen, aun cuando su rendimiento (sobre todo físico) había mermado de manera considerable.

Habituado a subirse a los podios donde nunca está invitado, Arsenal volvió a sorprender al quedarse con la Copa Argentina, el maratónico torneo que le facilitó una plaza en la Libertadores. Ejemplo de previsión táctica, sacrificio y aprovechamiento intensivo de recursos, los de Alfaro golearon a San Lorenzo con sus herramientas que no lucen pero garantizan eficacia. No tiene el eco de los equipos donde habitan los divos, pero Arsenal también ha dejado su huella.

Partido inédito hasta 2013, se jugó la Superfinal entre Vélez y Newell´s (campeones de los respectivos semestres). Consignamos el triunfo de Vélez porque estamos hablando de campeones del año y aquella final que ganó 1 a 0 supone un título. Aunque no agrega demasiado al legajo brillante y cuantioso del club de la V.

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