Washington Cucurto 10y

Deportes acuáticos

Queridos lectores, por esas cosas de la vida, estoy unos días descansando en Pinamar. ¡Qué ciudad, por favor! Exagero si digo que las playas de Pina son de lo más hermosas de la República Argentina. Pero a mí me gusta exagerar y además sé que es así.

El mar por momentos gris, por otros momentos azul intenso y levemente ventoso se llena de motos acuáticas, de kayaks, de windsurfistas... Un montón de gente con un gran espíritu deportivo que ama meterse al agua y luchar contra las olas. Pegarse fuertes golpes contra las puertas de agua y disfrutar del sol y del viento.

Cuando veo a estos jóvenes adentrarse kilómetros adentro de mar, dando grandes remadas o manteniendo un barrilete en el cielo para que lo empuje como si fuera una lancha por encima de las olas, me pregunto dónde quedó mi espíritu deportivo. Seguramente en un lugar remoto y oscuro de mi ser. Rememoro que no sé ni nadar.

Prefiero tirarme en la arena y leer las noticias del mundo y cada tanto bichear lo que estos muchachos son capaces de hacer encima de las olas. El desfile de señoritas en malla es otro desafío para no perder la concentración.

De pronto, se mete una lancha gigantesca a pescar, se pierde en el horizonte y regresa a las dos horas llena de pescados de las más variadas formas y tamaños. La experiencia del mar, como dice mi amigo el Chicho Lopez, es toda una experiencia, es como la experiencia de la tierra, la experiencia del fútbol o la experiencia de vivir en la gran ciudad.

"Esto es un congrio, esto es una pescadilla, éste es un pez gato, éste es un pejerrey de mar, ésta es una corvina", los pescadores me muestran los pescados y yo no logro ver la diferencia entre uno y otro. Ahí mismo los filetean y los venden.

Termino el día con una bolsita de pescado fresco, como si hubiera ido al supermercado. MI día de playa es casi un fracaso.

Ya casi no queda nadie en la playa y me voy caminando lento, con paso cansino. Cuando de pronto escucho desde las mismas olas un grito de auxilio. Es una joven que parece que quiere algo, está lejos en el medio del mar. Me pide que la ayude. Pero no sé nadar.

No me atrevo a hacer nada. Me quedo paralizado por los gritos de la señorita y no atino ni a pedir auxilio. Me siento en la arena y la veo hundirse, haciendo glub, glub, su muñeca con los dedos abiertos es lo único que veo.

Abro el diario y leo en la página deportiva, "Cavenaghi la rompe en River". Es probable que regresen Mariano Pavone y el incansable Chori Dominguez. River no va a salir de este mal fútbol. Está atrapado hace años y repite las figuritas que son lo que puede traer, al fin de cuentas.

La señorita desapareció en el agua, cierro el diario, otro día de playa se acaba. Nadie vio nada, ninguna lectura me transmite nada.

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