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Fútbol bajo la lluvia

FúTBOL BAJO LA LLUVIA

BUENOS AIRES -- Pocas veces, queridos lectores, vi tanta pasión por el fútbol. La historia es así, me llamaron tempranito, y me dijeron: "Cucu, entraron y robaron en tu casita del campo". En ese momento estaba jugando al fútbol con mis amigos periodistas en el Open Gallo. ¡Alejandro Lingenti, québuenos pases que da, es una maquinita que sube y baja por su andarivel! ¡Maxi Tomas es un poeta del periodismo cultural y de la pelota, habilidad y picardía! ¡Maxi Goldschmidt de Crónica también es otro que la rompe! ¡Piqui Caravario es el hombre del taquito y gol!

Tuve que dejar a mis amigos y tomarme una combi trucha en Constitución volar hacia el campo. Llovía torrencialmente. Me metí en una ferretería y me compré un par de botas para lluvia y me interné en la zona más inhóspita y fértil de la Provincia de Buenos Aires.

Mis vecinos bolivianos que me llamaron para darme la noticia, continuaban limpiando las verduras bajo el agua, en medio de los campos. ¡Esta gente sí que labura de verdad! Prácticamente había que entrar en lancha a esos grandes campos de soja y cumbia.

Por suerte, habían forzado la reja de una ventana y se robaron un taladro, un par de palas y los platos y ¡la sal! Cosa increíble como la gente se juega para robarse una pala… Arreglé las rejas y me tiré a descansar.

Cuando inicié mi retorno a Capital, lluvia a raudales, como ahora que escribo esto. Cuando llegué a la ruta para tomarme el 148 vi que una camionetita de las divisiones inferiores de Defensa y Justicia iba hacia un campito a practicar debajo de la lluvia. Los saludé y ellos me miraron aterrados, como diciendo quién coños es este loco que nos levanta los dos brazos.

Soy el primer hincha del fútbol, la vida y la lluvia, les digo ahora...

Ver esa camionetita llena de jóvenes directo a patear una pelota bajo la lluvia me conmovió.

Todas las amarguras que me pasé se me fueron de golpe. Reflexioné un minuto como el fútbol entraba en mi vida de la manera más inesperada, como, de pronto, sin querer queriendo, el "arte de lo impensado" aparecía como una lucecita salvadora de mi alma mojada en la lluvia.

Más allá de la lluvia, de los problemas personales, de las vueltas de este mundo, sentí que el fútbol siempre estaría a mi lado alumbrándome como una luna en los momentos más terribles. Sentí que todo podía derrumbarse, pero ahí estaba esa camionetita combi derruida, llevando a los cracks del momento rumbo al entrenamiento.

Hay cosas que la lluvia y las amarguras no pueden parar. Hay algo en el deporte relacionado con la esperanza. Como el amor, como el arte, como algunos espíritus entusiastas de la política, el fútbol representa una hermosa zona de esperanza y amor.

Por eso, y no por otra cosa, el fútbol quizás sobreviva a la especie humana, tal vez en el futuro lo jueguen las hormigas y las cucarachas. No hay lluvia que detenga a estos jovenzuelos de Defensa y Justicia.

Me subo al 148 hasta la estación de Trenes de Varela. El ruido de la lluvia me acuna, se mete en mi memoria, me da un beso invisible, me duermo.