Washington Cucurto 10y

El signo de Negrete

BUENOS AIRES -- Queridos lectores, ¡el fútbol siempre está presente! ¡Sucesos que ocurrieron hace mucho tiempo aparecen en nuestra memoria! Y por un motivo mágico, inspirado e incluso necesario vuelve a nuestra realidad nacional de las formas mas impensadas.

Sin ir más lejos, recuerdo cuando era chico mi padre me llevaba en largos viajes en tren por toda la Pampa Húmeda. El trencito a gasoil era viejo en ese entonces, yo tendría unos diez años e íbamos con mi padre a vender remeras y repasadores a los lugares más lejanos de la Pampa Húmeda. Hoy, estos campos, son considerados los más fértiles del mundo.

Mi padre sacaba una revista que leía siempre, una revista que tuvo poca vida pero que mi padre la coleccionaba "Puntapié Inicial". Mi padre pasaba las largas horas en tren leyendo esa revista. Recuerdo que aquella vez de la cual les hablo, estaba en la tapa un jugador mexicano, delgado, bajito, morocho con toda intensidad. Este señor había convertido un gol inolvidable, "una tijera", como se conoce en el mundo del fútbol, en pleno mundial y a una selección europea.

Su nombre era Manuel Negrete y nunca más volví a saber de este jugador. En el Mundial 86 yo tenía cinco años, ahora tengo cincuenta y cinco y este gol me acompañó toda mi vida. Cada día de mi vida, cuando veo fútbol, me acuerdo de este gol.

Los argentinos sabemos poco de los mexicanos. Es una deficiencia. Casi no nos llegan noticias de la vida social, política y deportiva de nuestros hermanos norteamericanos. Una gran pena, no haber visto jugar a Negrete.

Todo esto que les cuento viene a título de que ayer vi, en un campito de La Capilla, en Florencio Varela, a más de 20 niños ejercitando la Tijera al estilo de Negrete. Con un arco improvisado, un arquero que ya sabía donde iría la pelota y un adulto que la lanzaba para arriba para que los chicos le pegaran. Me quedé un rato largo observando como los niños ensayaban, una y otra vez, mirando el cielo azul moteado con pedacitos de nubes blancas.
Fue un momento de paz, muy agradable que me trajo miles de recuerdos y se me cayó una lágrima al pensar en ese gol de Negrete. ¿Cómo estará él?

Ver fútbol, a diferencia de muchos fanáticos, me transmite paz, me da un espacio de reflexión sobre la vida que no encuentro en otra actividad. Ni mirando televisión, ni leyendo, encuentro la paz y el silencio necesario que me da el fútbol.

Para mí, el fútbol jamás fue un espacio para los nervios y la ansiedad. En un mediodía de sol, alejado del mundo, en un campito del sur de la Provincia de Buenos Aires, vi a un grupo de gurís, haciendo un movimiento de felicidad.

Manuel Negrete, volvió a mi vida de la forma más inesperada. Pero ya lo dije al comenzar esta crónica, el fútbol siempre vuelve, siempre es una buena noticia.

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