Bruno Altieri 10y

Ensayo sobre el aburrimiento

Supongamos que la estrategia de Adam Silver, nuevo comisionado de la NBA, de cambiar el Slam Dunk Contest de un parámetro individual a grupal haya sido sólo una experiencia fallida. Reglamentación confusa e intentos poco interesantes fueron el resultado de un cóctel capaz de fulminar a un león que segundos antes lucía fornido y saludable.

Ensayo y error, como modus operandi, no parece corresponder a una Liga que ha hecho del marketing y la comunicación una moneda exitosa en ambas caras.

Sin embargo, sólo podemos criticar de esta edición el concurso de volcadas -perdón John Wall-, porque el Partido de las Estrellas sigue siendo el mismo bodrio de siempre. O, mejor dicho, de los últimos años: millonarios musculosos riéndose a carcajadas en un rectángulo de juego, casi como un contagio del extraordinario show previo. Sin intenciones de ganar ni perder. Ni siquiera de jugar.

¿Qué puede haber de divertido en todo esto? Nada. Absolutamente nada. Jugar al básquetbol sin defensa es como jugar al fútbol sin arqueros: no pueden existir anotaciones ni goles bellos ante una concepción que destruye el deporte en su esencia. La expectativa dura sólo dos ataques: en el universo de la oferta desmedida, más vale ver una buena película en el cable que tolerar más de 40 minutos de básquetbol disfrazado de ciencia ficción.

Blake Griffin corre en transición y lanza un triple. LeBron James se mete en la llave y los rivales se abren como las aguas del mar rojo. Kevin Durant tira una y otra vez tiros despatarrados. Pases inconexos se combinan con risas burlonas. Si no existen los premios y los castigos... ¿Qué sentido tiene competir? El público disfruta de las habilidades atléticas de las estrellas, pero todo se termina cuando deja de creer. Hoy en día esto se ha transformado en un espectáculo de Harlem Globetrotters hecho sin gracia; el placer, el éxtasis, se despierta cuando los mejores juegan como los mejores.

Eso fue, en algún momento de la vida, el All-Star Game.

El show que rodea la Liga -y esta clase de eventos- es fantástico. Nadie debería meterse con lo que funciona, porque la comunicación, la mercadotecnia y el vestido de estadio y zonas aledañas sigue siendo tan maravilloso como siempre. Nadie comercializa como la NBA y es por eso que, un cambio de una cosa a la otra, del espectáculo al juego en sí, resulta tan impactante como el hundimiento del Titanic.

Vayamos a los números para respaldar este caos: el Este venció al Oeste 163-155, siendo la mayor cantidad de puntos combinados anotados (318) desde 1987 (303). Ahora bien, no hubo un sólo tiro bloqueado en todo NBA All-Star Game 2014, lo que muestra la poca actitud y disposición a defender. Como nos indica Elias Sports Bureau, es el número más bajo en este rubro contabilizando los anteriores 39 All-Star.

"Queríamos este triunfo" dijo James. "Nos ganaron los últimos tres años y tenían razones para volver a hacerlo, por lo tanto regresar de una diferencia de 18 puntos fue grande".

Con todo el respeto que le tengo a LeBron, creo que esta seriedad que intentó imprimir al cierre del juego no la cree ni él. El Partido de las Estrellas, entendido de esta forma, carece de sentido. Es imposible encontrar competencia entre tipos que se quieren profundamente entre sí. Esto no es Magic Johnson contra Larry Bird; se trata de colegas con más ganas de descansar que de fruncir el ceño en función de algo.

La NBA es desgastante con sus 82 partidos -sumado a los playoffs- y eso es un punto interesante para que Silver estudie. Los jugadores necesitan relajación y aprovechan este momento para poner manos y pies en la hielera. No es casualidad que James le haya pedido al comisionado más días de descanso entre la primera y la segunda mitad de temporada.

Estrellas estadounidenses contra internacionales, ventaja de cancha en definiciones y otras ideas podrían aplicar para darle algo de pimienta a un partido que carece de atractivo desde hace años. Por ahora, los únicos que se divierten con todo esto son los jugadores. Este ensayo del aburrimiento, tarde o temprano, se verá en las tribunas y en los ratings televisivos.

Dicho esto, es momento de girar el timón antes de que sea tarde.

En definitiva, nunca hay que olvidar que se trata, después de todo, de un partido de básquetbol.

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