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El Diablo, hincha de River

BUENOS AIRES -- No sé si les conté que me mudé a un exclusivo complejo de torres en el barrio de La Recoleta. ¡No piensen mal! No tengo un mango, pero en cambio tengo un tío millonario que me encargó que le cuide su departamento por unos meses.

Pileta, quincho para grandes asados, gimnasio para los vecinos, ¡Imagínense, con tantas cosas me mudé de inmediato! Serían sólo un par de meses en los cuales viviría como si fuese Marcelo Tinelli.

"Lo único que te pido es que si viene mi amigo El Diablo, José, no lo dejés entrar, Cucu querido", me aconsejó mi tío antes de irse a una isla en el Adriático. El Diablo vive en el departamento de al lado y cada piso tiene solo dos departamentos.

Por otro lado, dicen que en el Mar Adriático, cerca de Atenas, el mar es muy bajo y se puede cruzar a las islas caminando. El agua te llega hasta la rodilla, eso escuché no sé si será verdad, pero uno puede caminar kilómetros por el medio del mar sin hundirse.

Este vecino con un apodo tan feo, era hincha fanático de River Plate. Y esa noche que me mudé para el edificio de la calle Guido jugaba River no me acuerdo con qué equipo, creo que ante Colon de Santa Fe. En el mismo ascensor me encontré con el portero y me habló de que tenía mucha valentía para ir a compartir piso con el Diablo.

Abrí el gran ventanal y salí al balcón para ver las estrellas, era una noche de verano preciosa, se veía el Cementerio y el centro Cultural San Martín. De pronto, mientras jugaba River, como ya lo dije, escuché gritos, alaridos, golpes en la pared; incluso hasta escuché un grito de socorro de una señorita.

Me asusté y me metí para adentro, pero los ruidos y los insultos continuaban. Alguien golpeaba las paredes con un bate o un palo, el departamento de al lado, parecía que estaba siendo desvalijado. Llamé al portero y le conté. Se río. "ES el Diablo, Cucu, tu vecino, es un hincha de River descontrolado. NO soporta que River pierda...".

Colgué el teléfono y sonó el timbre de la puerta, ya se imaginarán quién cornos era. El mismísimo Diablo, mi vecino. Entró sin pedir permiso, se tiró en el sillón y me pidió un whisky y que conectara el televisor en el partido.

No sé qué relación tendría con mi tio con este caballero, pero no iba a soportar que este imbécil no me dejara dormir cada vez que jugaba River. Lo agarré del cuello y lo levanté todo lo que pude. Luego lo arrojé por los aires hasta que dio su cabeza de lleno contra la pared. El Diablo yacía desparramado en el piso del departamento.

- Cucu, discúlpame, pero tengo una enfermedad que se llama Riverpatía, y no me puedo controlar cuando River pierde. No me puedo quedar solo, tengo ganas de suicidarme.

- Escuchame bien zángano, soy uno de los escritores más importantes de Latinoamérica, necesito silencio, paz, pileta, alguna gaseosa, pero si seguís haciendo ese quilombo cada vez que juegan las gallinas, voy a tirarte por el balcón. ¿Está claro?

El Diablo entendió se levantó y se fue con la cola entre las piernas. Tal vez estuve un poco duro. El tipo estaba enfermo y me pidió ayuda. Soy un maleducado y mal vecino. Al otro día lo encontré en la pileta, fumando un gran cigarrillo de tabaco.

- Cucu, como disculpas al papelón de ayer, te paso una primicia: "Messi termina a fin de año jugando en Newells".
- ¿Qué?
- Sí, ya está todo arreglado.

Lo demás que me dijo el Diablo se los cuento mañana. (Es un personaje muy inquietante este diablo).