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Que siga la carcajada de Iniesta

A Andrés Iniesta la vida le ha dado un golpe sin contemplaciones. El viernes pasado, el jugador del F.C. Barcelona y la selección española perdió el hijo que esperaba junto a su esposa, Anna Ortiz, después de siete meses de embarazo. Antes de la tragedia y durante varias semanas, Iniesta estuvo durmiendo en un hospital para acompañar a su mujer, y como a cualquier persona, eso acabó afectando a su trabajo.

Su brillo con la selección española en el amistoso ante Italia fue el momento más destacado del jugador en varios meses, pero en el Barcelona no se encuentra. Los problemas personales y los planteamientos del 'Tata' Martino le pasan factura en su club y son la causa no sólo del difícil momento del jugador en el plano deportivo, sino una de las razones de la obsolescencia de un fútbol que llevó al Barcelona a los más alto en los años de Pep Guardiola, y que en la actualidad genera más dudas que halagos. Y es que ya se sabe que cuando Iniesta y Messi no funcionan, los azulgrana se estancan.

La derrota del Barça frente al Valladolid del pasado fin de semana sentó como un jarro de agua fría en la ciudad y la prensa deportiva catalana no tuvo reparos en utilizar adjetivos como 'vergüenza', 'pésimo' o 'triste' en los titulares de las crónicas y editoriales donde se culpó a los jugadores y al 'Tata' de la situación de desequilibrio que vive el equipo. Iniesta no participó en aquel partido por razones obvias, pero sí estuvo presente en el amistoso de España del martes de la semana pasada y, un día después, en el acto de presentación del nuevo modelo de botas, Magista, que Nike lanzará de cara al Mundial de Brasil.

Fue su última aparición pública antes de que se produjera el fatal desenlace y el jugador manchego fue capaz de mantener el tipo, de pasar por encima del sufrimiento de varios meses, de la preocupación y la inestabilidad por aquel entonces suavizada después de que su mujer hubiera regresado a casa durante dos semanas tras más de un mes ingresada.

Y ahí estaba Iniesta, contestando con una sonrisa en la boca a las preguntas de los medios, defendiendo con actitud tímida y una humildad de hierro la revolución en el calzado deportivo que la marca que le patrocina propone con unas botas que se salen de los patrones convencionales, explicando lo que sus ídolos (Michael Laudrup o el propio Guardiola) hubieran logrado con ellas puestas, hablando de su gol en el Mundial de Sudáfrica, de las opciones del Barça en el partido ante el Manchester City, de la selección de España... tocando temas de lo más triviales cuando la vida de un hijo pende de un hilo y el sufrimiento de una mujer merma el corazón.

Y es ahí, en su buena cara a pesar de las circunstancias, donde se demuestra que el jugador es un genio, una figura que hace de su humildad una de sus virtudes más destacadas y que potencian todavía más el fútbol que es capaz de desplegar.

Las cosas no funcionan en el club blaugrana por varias razones que tocan lo deportivo, lo institucional y que afectan los egos de algunos jugadores. Cuentan periodistas especializados en el Barça que Messi no está contento desde que se destapó el caso Neymar y se comprobó que los ingresos del joven jugador son más cuantiosos. Las lesiones han afectado al argentino y sus destellos son menos constantes que otros años. Cuando eso sucede sale a relucir una especie de desidia que enerva a sus críticos, esos que dicen que anda más que corre. Messi no se queja en público porque casi nunca habla, y cuando lo hace a veces se le escapa alguna perla como la crítica al vicepresidente económico del Barça en diciembre, Javier Faus, del que dijo que no sabía nada de fútbol.

La química entre Messi y Neymar sigue sin aparecer, y ya han salido y se han puesto varios soles desde que el brasileño hiciera la cucaracha celebrando un gol con Dani Alves (quien, por cierto, no hace mucho criticó a un sector de la afición por dejar desierto el Camp Nou). Y sí, puede ser una chiquillada el que justo el día que Sandro Rosell dimitió como presidente, Neymar colgara una foto en la que vacilaba de su felicidad. Casualidad o inocencia, lo cierto es que la cantada fue de lo más inapropiada.

Nadie puede decir que haya visto a jugadores como Xavi Hernández, Piqué, Pedro, Carles Puyol, Víctor Valdés o el propio Iniesta tener una declaración fuera de tono, infundada, una falta de respeto gratuita hacia algún rival o algún desplante barato fuera de competición (y me viene a la memoria el lamentable espectáculo con los jugadores del Real Madrid en el rosario de clásicos del pasado).

Pero con esa excepción, la columna vertebral del proyecto barcelonista siempre se ha mantenido íntegra y ha preferido pasar desapercibida predicando con el ejemplo ante millones de aficionados cuyos ojos han permanecido abiertos como platos para gozar de un fútbol de ensueño que está en horas bajas.

Eso es lo que deberá prevalecer cuando el ciclo finalice, el mensaje claro de que no hace falta hacer de más para demostrar la valía deportiva, personal y esa humildad que engrandece a los enormes, ya sean campeones del Mundo o Europa o los últimos clasificados del fútbol provincial. Porque la actitud es lo que hace ganar el respeto y la que ha demostrado Iniesta en los últimos meses es digna de elogio.

Todos esperamos que la carcajada de su fútbol pase de largo ante el mayor imprevisto de su vida.