Gustavo Goitía 10y

Las claves del nuevo campeón

BUENOS AIRES -- Un caso especial, diferente, sumamente particular. A dos meses de cumplir 29 años, el "otro" suizo (no debe caer mal, porque él mismo así lo admite) dio un gran salto de calidad e hizo su sueño realidad. Stanislas Wawrinka, de apellido polaco, hijo de padre alemán y madre suiza, y con abuelos checos, eclipsó por única vez a su amigo Roger Federer al coronarse campeón del Abierto de Australia. Así, escribió una historia singular, ya que en 2011 se alejó por un año de su esposa y su beba para dedicarse pura y exclusivamente al tenis. Otra vez unidos, y con el gran aporte del coach sueco Magnus Norman, ex Nº 2 del mundo, Stan tocó el cielo con las manos, es el 3º del ranking y el segundo suizo dueño de un Grand Slam.

Por eso, hoy Wawrinka goza en el podio de la ATP y es el líder de su país, aún cuando Federer (ahora ubicado 5º) está jugando nuevamente en un gran nivel, tras vivir una transformación en todo sentido. Es la historia del hombre que se divorció en 2011 por amor a su deporte favorito, que se alejó de su mujer, Ilham Vuilloud, una reconocida presentadora de la TV de Suiza, y de su pequeña Alexia, y luego optó por recuperar la paz familiar, comprendiendo que igual podía enfocarse muy bien en su profesión sin dejar a sus dos amores. Segundo de cuatro hermanos e hijo de un matrimonio dedicado a trabajar en una granja orgánica ayudando a gente humilde, encontró la armonía junto a sus seres queridos y gracias al aporte de Norman, su entrenador y guía, nueve años mayor que él.

En su vuelta al circuito tras la hazaña en Melbourne, Wawrinka, fanático de las películas y la música y dueño de un exquisito revés de una mano, paseó por Los Ángeles al participar del torneo de Indian Wells. Allí aprovechó para visitar Hollywood y estuvo en Universal Studios, siendo entrevistado por ESPN.com. En la charla habló de su presente y del nuevo status alcanzado, ya lejos de aquella experiencia de vida que transitó hace tres años, cuando había dicho "me quedan cinco años buenos de tenis y no quiero distracciones". Su prioridad, por entonces, era su carrera personal y hoy, rodeado de sus afectos, disfruta como nunca antes. El ganador del oro olímpico en Pekín 2008 en dobles con Federer ahora sabe que los colegas ya lo empiezan a mirar distinto, a la vez que se ilusiona con poder conquistar la Copa Davis, unido con Roger, lo que sería un hecho inédito para el tenis suizo.

En los últimos años, Stan prometía, pero no terminaba de concretar lo que tanto insinuaba su talento, esa capacidad para jugar fácil, en especial por el lado del revés. Tomó la decisión de apostar por Norman y le salió a la perfección. El sueco, ex finalista de Roland Garros, le aporta tranquilidad y orden al juego y, sobre todo, a la mentalidad del suizo. Todos los jugadores sienten presión y sin dudas la grandeza o no de cada uno pasa por cómo responder ante esos momentos extremos, cómo saber o no resolver los puntos importantes, en los grandes campeonatos y frente a los monstruos. Wawrinka estaba dando buenas señales, hasta que logró explotar en Australia. Allí eliminó en cuartos al serbio Novak Djokovic (2º), contra el que estaba 2-15 en los duelos personales y venía de perder los 13 partidos previos, incluidas otras dos maratones de cinco sets el año previo en dos Grand Slam.

En la final, el ahora líder suizo derrotó al español Rafael Nadal, con quien había caído en los 12 choques anteriores y sin ganar un solo set. En un primer tramo deleitó, en su mejor versión, y luego supo imponerse a la incertidumbre que le transmitía el Nº 1 del mundo por sus dolencias físicas. Esos dos triunfos fueron determinantes, el "click" que debía dar y que tanto añoraban sus fans. En un deporte donde la parte psicológica es realmente decisiva, Wawrinka supo controlar sus nervios y tener el pulso firme para no dudar, arriesgar, tener la iniciativa y saber moverse como un grande. Fue "el" certamen de su vida, pasando de ser un gran jugador a transformarse en campeón, nada menos que en su primera final de un 'Major' y después de haber llegado con récord negativo de 5-9 en definiciones de ATP.

"Siempre buscaba mejorar mi tenis. Toma tiempo para estar en el mejor nivel y estoy haciendo lo mío, a mi ritmo", le comentó Stan a ESPN.com. Y vaya si él comprende lo que está viviendo, luego de superar numerosas frustraciones, de romper unas cuantas raquetas y lanzar varios insultos al aire. En su momento, desde el inicio de 2011, llegó a estar más de dos años sin ganar un título, algo inusual para un top 20. Hoy goza como pocos en el circuito y valora el esfuerzo de tantas horas en cancha, en el gimnasio y viajando. Este es el nuevo presente del diestro nacido en Lausanne, residente en St. Barthelemy, que lleva un tatuaje especial en su brazo izquierdo con la cita del escritor irlandés Samuel Beckett y reza 'Ever tried. Ever failed. No matter. Try Again. Fail again. Fail better' ('Siempre intentó. Alguna vez ha fallado. No importa. Inténtelo de nuevo. Falla de nuevo. Fracasa mejor').

Por eso, Wawrinka ganó una lucha personal, contra sí mismo. Y comprendió, como tantos grandes lo hicieron, que saber elegir al coach correcto, al conductor indicado, es fundamental para cambiar el rumbo y hacer historia. "Magnus es un gran entrenador, una gran persona, fue gran jugador. Me ayudó mucho en la confianza para enfrentarme a los mejores. Ahora sé que le puedo ganar al número uno, al dos, en un Grand Slam, en una semifinal, en una final. Al final, eso ha hecho la gran diferencia", dijo el nuevo campeón helvético, con otro semblante, convicción y la alegría dibujada en su rostro. El mismo Stan que hoy goza en familia, renovado, feliz, y no duda en buscar más proezas. Tiene las armas para intentarlo. No hay dudas.

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