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Hopkins unifica y hace historia

En camino a cumplir medio siglo de existencia, Bernard Hopkins (55-6-2, 32 KO), sigue su marcha triunfal por el boxeo de elite. Este sábado en Washington DC, venció al kazajo Beibut Shumenov (14-2, 9 KO), por una insólita decisión dividida y a su título semipesado de la FIB, le agregó el de súper campeón de la AMB que ostentaba su rival.

La pelea dejó muy poca cosa, excepto la admiración por un atleta cuyo estado físico desafía el paso del tiempo y un juez – Gustavo Padilla de Panamá- que insólitamente vio vencedor a Shumenov, que a nuestro juicio solo había ganado apenas el primer asalto e incluso tuvo una caída en el penúltimo round.

Sin experiencia, sin velocidad, sin defensa y para colmo, sin entrenador en su esquina, el ex campeón de la AMB fue un regalo para el show de Hopkins que se lució y hasta pudo liquidar el pleito por KO. Tan fácil fue su victoria que ni siquiera debió recurrir a sus tradicionales amarres y cabezazos. Enfrentó a un novato vestido de campeón.

Desde el principio se vio a un Shumenov ocupando el centro del ring y tratando de llevar el ritmo de la pelea. Pero no supo golpear, no tiene movimientos laterales, se vio atado y por más quetrató de mostrarse concentrado, su mente pareció estar en otro lugar.

Hopkins empezó en su habitual estilo, esperando, amagando salir y entrando por sorpresa con un golpe largo. Sus tretas de siempre, las que todos conocen, pero su oponente parece que no vio sus videos: se comió todos los golpes que llegaron por esa vía a lo largo de toda la pelea.

Pero hubo más cosas absurdas en el perdedor. A su falta de velocidad, debe agregarse falta de reflejos y una defensa inexistente. Cada vez que lanzaba la derecha por afuera quedaba expuesto por adentro. Y por allí colaba sus golpes Hopkins.

La mayor exposición de esa inexistente defensa ocurrió en el décimo asalto, cuando lanzó algo que buscaba ser una recta con la izquierda pero que siempre iba de arriba hacia abajo. Cada vez que utilizó ese recurso ofensivo, quedó expuesto a la respuesta por arriba con la derecha de Hopkins. En el décimo asalto lo pudo hacer y lo mando a la lona.

Tras el campanazo final, el resultado era tan obvio que nadie imaginaría lo que vendría a continuación: el anuncio de una decisión dividida. Dos de los jueces vieron ganador a Hopkins por 116-11 y un restante, el panameño Padilla vio ganador al kazajo 114-113. Increíble.

¿Y que nos deja esta pelea? La condición física del ganador a sus cuarenta y nueve años es un fenómeno de la naturaleza. Merece el aplauso y nuestra admiración. Ya el resto es otra cosa. Si Bernard Hopkins sigue enfrentando a rivales como el de este sábado, podrá seguir boxeando hasta los sesenta años si lo desea. El único mérito de la victoria radica en las diferencias de edad.

Otra pregunta que nos deja este combate tiene mucho que ver con la AMB. Con tanta pobreza boxística, ¿cómo pudo Beibut Shumenov llegar a ser súper campeón de un histórico organismo? A ese increíble acontecimiento, en el balance final sumemos unas desafortunadas palabras de Bernard Hopkins en sus declaraciones luego de la pelea. El monarca semipesado unificado, en un arranque de arrogancia habló de su meta de llegar a los cincuenta años como campeón e invitó a que compararán su legado con el de grandes leyendas del pasado. Y mi estimado Bernard, esa comparación es imposible siquiera de imaginar. Antes los títulos se dirimían entre los mejores y la pelea de este sábado demostró que en el triste presente del boxeo nada de eso ocurre ni tampoco ocurrirá.