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Historia de JJ.OO. - Los Angeles 84

BUENOS AIRES -- No hay dos sin tres, dice el refrán; y se cumplió una vez más. Montreal sufrió el boicot del bloque africano; Moscú, el de Estados Unidos junto con sus acompañantes. Y Los Angeles no podía ser menos, a pesar de los incrédulos miembros del Comité Olímpico Internacional, capaces de creer en las promesas soviéticas de no poseer ningún afán de revancha y asegurar su asistencia durante tres años.

El día elegido para el anuncio fue el de la llegada de la Llama olímpica a Nueva York. En los días sucesivos, como las cerezas, se irían enganchando al boicot el bloque del Pacto de Varsovia, excepto Rumania, más Corea del Norte, Etiopía y Yemen del Sur para conformar una ausencia de 14 países.

La causa del boicot tuvo dos versiones. Una, la invasión estadounidense a la isla de Granada; la otra, la oficial, "la carencia de seguridad". Ni una ni otra son para tenerse en cuenta. La realidad es que de cualquier manera, la Unión Soviética se iba a vengar y se vengó, sin importarle para nada, como lo hizo Estados Unidos en 1980, las aspiraciones de sus atletas.

REVOLUCIÓN ORGANIZATIVA
Los Angeles careció de rivales en su elección, antes del boicot de Moscú, como sede para 1984. La razón fue muy simple. No tuvo con quién competir. El enorme déficit de Montreal 76 produjo la falta de postulantes por temor de un colapso económico.

Pero Los Angeles produjo por primera vez en la historia olímpica un superávit. Nada menos que de 200 millones de dólares. No se asombre, porque el negocio es el negocio y en ese tema los norteamericanos son especialistas.

El alcalde negro Tom Bradley confió la presidencia del Comité Organizador LAOOC a Peter Ueberroth y, además, en sus primeras declaraciones dejó bien claro cual era su misión: "Los Juegos tendrán lugar sin que los californianos tengan que pagar ni un centavo".

Ni lerdo ni perezoso, Ueberroth, ex ejecutivo de Coca Cola, también fue claro: poca inversión y abundante recaudación. Para lo primero, tomó como base todas las instalaciones existentes posibles de utilizar. Remodeló el Memorial Colisseum, el Estadio Olímpico de 1932, convirtió en Villas Olímpicas a las universidades y el estadio de básquetbol de Los Lakers como polideportivo.

Para la recaudación, Ueberroth vendió todo lo que se podía vender. Creó un centenar de patrocinadores olímpicos a cuatro millones por cabeza y remató su genial plan con algo inaudito. Hizo recorrer la llama olímpica a través de todas las ciudades de los 40 estados y la convirtió en un taxímetro, porque fueron 19.000 kilómetros y la gente para llevarla pagó 2.000 dólares por cada kilómetro.

OBRA MUSICAL AL ESTILO HOLLYWOOD
Durante la ceremonia inaugural me sentí como si estuviese presenciando una gigante obra musical con melodías de Broadway, cuyo argumento era la conquista del oeste norteamericano. Las carretas atravesando el desierto, los ataques de los indios, los inmigrantes construyendo los pueblos. Luego, el río Misisippi, con sus barcos y el nacimiento del blue y el jazz a través maravillosos cantantes negros.

"Sólo faltan Fred Asteire y Gene Kelly", me dije, justo en el momento en que un Rocketman impulsado por un motor a propulsión en su espalda, trepó por el aire para unirse a los globos y a las palomas. Un super show que, comparado con Montreal y Moscú, refirmó mi concepto: cada inauguración representa el espíritu de su pueblo.

No se puede dejar de mencionar el recibimiento de la delegación de la República Popular China, que regresaba a los Juegos después de 52 años. Sus 353 integrantes, impecablemente vestidos de blanco, con sombreros rojos y portando la bandera nacional, al son de la marcha del Ejercito Popular de liberación. Recibieron una estruendosa ovación y viéndolos desfilar pensaba en los ausentes. En Wladimir Salnikov, en Teófilo Stevenson y tantos otros. Debían estar y no estaban.

UNA ESTRELLA QUE OPACÓ A LAS DEMÁS
No sabía si se trataba de un ser humano o un astro celestial poseedor de una velocidad vendaval. Lo apodaron la Pantera negra y más tarde, tras sus múltiples hazañas, lo bautizaron El hijo del viento. Frederik Carlton Lewis, mas conocido como Carl Lewis, no llamaba la atención por su físico delgado y carente de una musculatura prominente.

Pero cuando corría era un rayo. Erguido, la cabeza alta, los brazos en acompasado ritmo, sin dar signos del menor esfuerzo. Tenía 23 años, oriundo de Alabama, había heredado su pasión por el deporte de su padre Bill, jugador de fútbol americano, y de su madre Evelyn, atleta, sexta en 100 meros con vallas en el Panamericano de Buenos Aires 1951.

Un día, siendo aún un niño, competía en el torneo atlético infantil. Se le acercó un hombre y le preguntó: "¿Te gusta el atletismo?". Carl asintió con la cabeza y escuchó del extraño visitante: "Entonces, disfrútalo". Carl miró asombrado a su padre y le preguntó: "¿Quién es?". La respuesta lo conmovió: "Jesse Owens, ganador de cuatro medallas de oro olímpicas".

Estaba en la pista del Memorial Colisseum. Tenía una idea fija. Ganar el oro en las mismas pruebas de Owens. Sus ojos trasmitían la mirada de un felino. No hablaba con nadie. Parecía como si estuviese en otro mundo.

Ganó paseando la serie de 100 metros, los cuartos de final y la semifinal. En la final empleó 9s99. Apenas levantó los brazos en señal de alegría. Continuaba en otro mundo. Dos días después, compitió en salto en alto. Realizó un intento de 8m30, se clasificó, y no se presentó a los dos restantes. En la final por la tarde, saltó de entrada 8m54, fue nulo el segundo. Advirtió que le bastaba para el triunfo y dejó pasar el tercero.

Para muchos pareció una aptitud despreciativa de alguien sin emociones. Pasaron otros dos días. Tres medias vueltas a la pista lo llevaron a la victoria en los 200 metros. Empleó 21s02, en la serie: 20s48, en la semifinal, y 19s80, en la final.

Con la posta 4x100 estableció el récord mundial de 37s83. Sólo en ese momento, con su meta cumplida, demostró ser sensible. Corrió, dio un salto, cayó sobre sus compañeros y estos lo llevaron en andas alrededor del estadio. Su mirada felina se había transformado en una plena de felicidad. Había igualado la hazaña de Owens y en Seúl iría por más.

PERSEVERANCIA JAPONESA
Hablar de un gimnasta cercano a los 30 años parece imposible. Pero la perseverancia de Koji Gushisken nos obligó a admitir que es posible. Formaba parte del equipo japonés para Montreal. Tres días antes de partir se quebró una pierna y llorando despidió a sus compañeros.

Se doctoró, lo pusieron al frente de una cátedra universitaria, se casó con una compañera, pero no abandonó su pasión por la gimnasia. Triunfó en la selección para ir a Moscú. Era feliz. Un mes antes, Japón se adhirió al boicot y Koji volvió a llorar amargamente.

"Este es el fin de mis sueños. Dentro de cuatro años tendré mas de 28 años y seré un viejo para la gimnasia", expresó Koji a su esposa. Ella le contestó: "Te propongo un trato. Los hijos pueden esperar. Renuncias a la cátedra, yo mantengo la casa, tú te dedicas de lleno a la gimnasia y tu obligación es traerme como recompensa una medalla de oro".

La prueba all round, la de mayor valor, con la suma de las seis especialidades, tenía un desarrollo apasionante. Faltaba sólo el ejercicio sobre el suelo. Koji igualaba con el norteamericano Peter Vidmar y el chino Li Ning les pisaba los talones. El japonés obtuvo en ese ejercicio una calificación de 19,700 puntos. Vidmar, 19,650. Cincuenta milésimas los separan y Koji nuevamente lloró, aunque esta vez su río de lágrimas poseían el dulce sabor de la felicidad.

MENSAJE EXTRATERRESTRE
Las reseñas son breves y cada uno de los Juegos Olímpicos encierra demasiados episodios dignos de ser tenidos en cuenta. Como lo del atleta Edwin Moses, lo del nadador Michael Gross, lo del basquetbolista Michael Jordan o lo del genial saltador Guy Louganis.

Fueron unos Juegos con el calor constante de un ferviente y conocedor público, pleno de excelentes figuras.

Apenas se apagó la llama olímpica, el Memorial Colisseum quedó completamente a oscuras. Se escuchó el lejano ruido de un indescifrable motor, acompañado por la música de la película Odisea del Espacio 2001. De repente surgió un plato volador rodeado de pequeñas luces titilantes y se detuvo arriba del estadio.

De éste partió un rayo de luz para iluminar lo alto de la torre. Allí, un "extraterreste", expresó con un voz ronca retumbante: "Quiero advertir a los habitantes del planeta tierra que están a punto de destruirlo. Deben unirse a través de los Juegos Olímpicos para mantener la paz y así salvarlo".

Ese fue el adiós de Los Angeles 1984, en medio de una lluvia de fuegos artificiales...

DATOS COMPLEMENTARIOS:
MÉXICO Y BRASIL ENTRE LOS LATINOAMERICANOS
Con Cuba ausente a raíz del boicot, el deporte latinoamericano tuvo en México y Brasil a sus baluartes y ambos países consiguieron medallas de oro de real valor en atletismo.

Los marchistas mexicanos ya habían demostrado su capacidad en Montreal con el triunfo de Daniel Rocha en los 20 kilómetros. En Los Angeles, confirmaron esa capacidad con dos triunfos y un segundo puesto. Ernesto Canto venció en los 20km y Raúl González Rodríguez se impuso en los 50km y fue segundo en los 20km.

Además de los dos oros y una plata en atletismo, México consiguió dos más de plata a través del luchador de grecorromana Daniel Aceves (mosca) y del boxeador Héctor López (gallo), y una de bronce en ciclismo (José Manuel Youshimatz, prueba por puntos).

Por el lado de Brasil, el joven Joaquim Carvalho Cruz, un frustrado jugador de básquetbol, se impuso en los 800 metros, al superar nada menos que al favorito y recordman mundial, el británico Sebastian Coe. Cruz no fue un ganador inesperado, pues había sido plusmarquista mundial juvenil a los 18 años y ocupaba el segundo lugar en el ranking detrás de Coe.

Brasil tuvo también destacadas actuaciones en fútbol y voleibol. El fútbol, con Gilmar y Dunga, perdió la final con Francia (Guy Lacombe) por 2-0. El voleibol cayó en la final con los Estados Unidos de Kiraly y Timmons por 15-6, 15-6 y 15-7.

A esas dos medallas de plata sumó las del nadador Ricardo Prado (400, cuatro estilos), la del judoca Douglas Vieira (semipesado) y la de yachting (Soling, con Torben Grael, Daniel Adler y Rolando Senfft), y los bronces de los judocas Luis Onmura (ligero) y Walter Carmona (mediano).

Los boxeadores puertorriqueños lograron una presea de plata (Luis Ortiz, en ligero) y una de bronce (Arístides González, en medianos). El tirador Helmut Bellingrodt (blanco móvil) le dio una medalla de plata a Colombia y Francisco Boza (fosa olímpica) una del mismo metal a Perú.

Venezuela coleccionó tres bronces (el nadador Rafael Vidal Castro y los boxeadores Omar Catari Peraza y José Marcelino Bolívar) y la República Dominicana obtuvo la primera medalla de su historial. Fue de bronce y la consiguió el boxeador Pedro Julio Nolasco.

Para la Argentina fueron los segundos Juegos sin medallas. Su única posibilidad se sustentaba en el remero Ricardo Ibarra, quien terminó quinto en la final de single scull, prueba que ganó por tercera vez consecutiva el finlandés Petti Karppinen.

A partir de éstos Juegos el Comité Olímpico Internacional reconoció también con un diploma olímpico a los deportistas que alcanzaban el 7º y 8º puestos. Los argentinos en Los Ángeles 1984 obtuvieron seis lugares premiados. Al de Ibarra se sumaron los ciclistas Juan Esteban Curuchet, con 19 años y en su primera participación olímpica, salió quinto en la prueba por puntos. Veinticuatro años después, en Beijing 2008, Curuchet obtendría en la prueba Madison, la 16ª medalla de oro de la historia argentina. Marcelo Alexandre, 6° en sprint de 1000 metros y 7° en 1000 metros contra reloj.

El boxeador Pedro Rubén Décima, quien fue 5°en la categoría peso gallo. Décima llegaría a ser en 1990, el 12º campeón mundial del boxeo argentino.

El voleibol masculino finalizó sexto y aportó la primera distinción olímpica para este deporte. El equipo estuvo integrado por Daniel Castellani, Esteban Martínez, Carlos Wagenpfeil, Alejandro Diz, Hugo Conte, Waldo Kantor, Raúl Quiroga, Jon Uriarte, Alcides Cuminetti y Leonardo Wiernes.

FIGURAS POR DOQUIER

Abundaron las figuras. Vamos a comenzar por Edwin Moses, el más notable vallista de todos los tiempos, recordman mundial, invicto hasta ese momento en 102 carreras, medalla de oro en Montreal, ausente obligado en Moscú.

El genial saltador Greg Luganis, otra de las victimas del boicot a Moscú, medalla de plata en Montreal, ganó en plataforma y trampolín, en una notable demostración de destreza y plasticidad.

El nadador alemán occidental Michael Gross, un gigante de dos metros apodado "El albatros", por la semejanza del movimiento de sus brazos en el estilo mariposa con las alas de ese pájaro en vuelo. Recordman mundial de 200, libre, venció en esa prueba y en 100, mariposa. Además, fue medalla de plata en los 200 metros mariposa y en los relevos 4 x 200 metros libres.

Y qué podemos decir de la morenita estadounidense Evelyn Asfhord, que venció en los 100 metros, con 10.97 segundos, convirtiéndose en la primera atleta en bajar los 11 segundos; o de la alemana occidental Ulrike Meyfarth, quien fue oro en salto en alto en Munich 1972, con 1.92 metros, cuando tenía 16 años, y aquí volvió a ganar 12 años después, con 2.02 metros.

El británico Sebastian Coe, presidente del Comité Organizador de Londres 2012, se convirtió en el único atleta en ganar los 1500 metros, en Juegos Olímpicos consecutivos.

Los basquetbolistas universitarios estadounidenses Michael Jordan, Pat Ewing y Samuel Perkins. Los boxeadores Pernell Whitaker y Evander Holyfield. El atleta marroquí Said Aoita, que se mantuvo invicto durante diez años en los 5.000 metros.

En los 400 m vallas, liderando la carrera de principio a fin, Nawal El Moutawakel se convirtió en la primera mujer de un país islámico y el primer marroquí en ganar una medalla de oro.

Por primera vez en la historia de los Juegos se disputó el maratón femenino, en el que se impuso la estadounidense Joan Beanoit. El momento más dramático fue cuando la suiza Gabrielle Andersen-Scheiss entró exhausta y deshidratada al estadio. Los médicos la dejaron continuar y ella tambaleándose completó la vuelta final en cinco minutos, cayendo desmayada al pisar la línea de meta.

La natación sincronizada, la gimnasia rítmica y el windsurf, en yachting, también hicieron su debut.

Como cierre, China nunca había obtenido una medalla y en su reaparición, después de 52 años, obtuvo 32: 15 de oro, nueve de plata y siete de bronce, finalizando en el cuarto puesto de las posiciones de medallas por naciones.

Esa extraordinaria actuación fue un incomparable estímulo y abrió el camino hacia los Juegos de Beijing 2008, donde China puso la frutilla a su medallero con 100 preseas: 51 de oro, 21 de plata y 28 de bronce.

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