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Historia de los JJ.OO. - Seúl 1988

Ben Johnson ganó los 100m, pero luego dio doping positivo y tuvo que entregale su medalla a Lewis Getty Images

BUENOS AIRES -- Mediodía del 25 de septiembre de 1988. Los Juegos Olímpicos estaban en su apogeo. El sol primaveral iluminaba a pleno. La temperatura de 25 grados era placentera. En el Seul Sports Complex la gente corría y yo estaba entre ellos. Acababa de disfrutar el triunfo de Argentina ante Holanda en voleibol y de ese lugar al Estadio Olímpico me separaban 600 metros.

Miré el reloj: 12.54. "Faltan seis minutos. Debo pasar los controles de seguridad, subir dos pisos, los controles de la tribuna de prensa, llegar a mi lugar", me decía y apuraba el paso, sabedor de la rigurosa puntualidad surcoreana.

Respiraba la tensión ambiental. Todos deseábamos no perdernos la final de los 100 metros. ¡Ben Johnson, el del cuerpo de pesista y poseedor de un asombroso récord mundial, vs. Carl Lewis, el rey de Los Angeles, el de las cuatro medallas de oro!

Miré nuevamente el reloj: 12.59.45. No había un lugar, todos estaban parados, encontré un hueco, al lado de un gigante negro, divisé el sector de partida y exactamente a las 13.00 sonó el disparo. Por el carril seis, Big Ben Johnson sacó rápidas ventajas. Por el cuatro, Lewis esperaba para atacar, pero su ataque no surtía efecto. Faltaban pocos metros, Big Ben, seguro de su victoria, giró su cabeza hacia su derecha, levantó el brazo izquierdo indicando con un dedo que era el número uno y victorioso cruzó la línea de llegada.

Carl fue a felicitarlo, el canadiense prácticamente lo ignoró. Los cronométrenos marcaban 9s79. Ben había mejorado en cuatro centésimas su plusmarca mundial, dejando a Lewis dos metros atrás. El asombro fue total, se estaba ante un velocista superdotado, poseedor de un físico que contrastaba con los sprinters natos.

Escribí, como todo el periodismo, loas de la proeza de Big Ben. Sin lugar a dudas, era sobrenatural. Y de Lewis transcribí sus declaraciones al borde la pista: "Lamento no haber podido cumplir con la promesa que hice a mi padre cuando coloqué en el ataúd la medalla de oro de los 100 metros de Los Angeles. En ese instante le dije: Duerme en paz. Te prometo que te brindaré otra igual en Seúl. Por eso, en este momento, siento que decepcioné a mi padre".

LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Madrugada del 27 de septiembre. El reloj indicaba las 3.45. La sala de prensa estaba casi desierta. La diferencia de 12 horas respecto a la Argentina me permitía escribir a esa hora. Un voluntario surcoreano tocó mi hombro. Por señas me indicó que lo siguiera. Extrañado y temeroso fui atrás de él. Me llevó hasta la oficina de la Agencia Noticiosa France Press. Me recibieron a gritos, propios de la euforia de haber dado al mundo una primicia: "Alperín, el análisis de Ben Jonson dio positivo!!".

No me sorprendí. Inmediatamente me comuniqué telefónicamente con el doctor Alcazar de la delegación argentina. Apenas me escuchó, sin pensar en la inusitada hora de la llamada, preguntó espontáneamente: "¿Se confirmó?". Al oír la respuesta, continuó: "En la orina había restos de Estanozobol, una producto que desarrolla la masa muscular. Es evidente que esta vez equivocó la fecha de dejar de tomarlo, porque pasado un tiempo prudencial no aparece en la orina".

La trampa había tenido patas cortas. La ceremonia de entrega volvió a realizarse. En lo alto del podio, Carl Lewis, ovacionado por el público, recibió la medalla de oro que le había prometido a su padre. Tiempo después, Ben reconoció que consumía anabólicos desde hacía varios años y también fue despojado de su anterior falso récord mundial.

Lewis, casi con 30 años, se convertiría en El hijo de Viento, al ganar los 100 metros en el Campeonato Mundial de Atletismo de Tokio 1990, con récord mundial, en 9s84. Ah, me olvidaba, en Seúl, sumó otro oro en salto en largo y una medalla de plata en los 200 metros. Pero a él estaremos obligados a mencionarlo también en Barcelona 1992.

VELOZ Y BELLA FLOR NEGRA
¡Qué cuerpo!... ¡Qué belleza!... ¡Qué extravagancias!... ¡Qué velocidad!... ¡Qué mujer!... ¡Qué atleta! Sume estas expresiones y podrá tener la fiel imagen de Florence "Flo Jo" Griffith Joyner, la dueña indiscutible de estos Juegos Olímpicos a los 28 años de edad.

Aún me parece estar viendo a esta segunda Gacela Negra (la primera fue Wilma Rudolph), con su largo cabello ondeando como una bandera, mientras corría los 200 metros para batir el récord del mundo en 21s34, lejanos de los 21s71 de Marita Koch y Heike Dreschesler, que fue tercera. Arañando los 10s49 de su plusmarca mundial, para ganar los 100 metros. Llevando al triunfo a la posta 4x100 de los Estados Unidos y sumando una medalla de plata en la posta 4x400.

Aún me parece estar viéndola con su personalidad y carisma. Exótica. Luciendo en la pista un enterizo con capucha incluida o calzas cubriendo sólo una de sus piernas, a la vez que utilizaba uñas postizas muy largas pintadas, en ciertas ocasiones con los colores de la bandera estadounidense.

Muchos rumores surgieron respecto de posibles consumo de anabólicos para poseer tan armoniosa musculatura. Los análisis dieron siempre negativos. Pero las versiones volvieron a aparecer cuando falleció, a los 38 años, mientras dormía en su residencia de Mission Viejo, en California, el 21 de septiembre de 1998.

Aún me parece estar viéndola recorrer victoriosa el estadio. Haciendo flamear la bandera de su país, como si quisiera decir soy el sueño de la mujer americana.

Esa fue la Flo Jo que yo recuerdo, capaz de convertir la pista de atletismo en una pasarela donde desfilaba, plena de belleza y a velocidad de vértigo. Y si alguien duda de su valor atlético, le recomiendo leer la nómina de los récords mundiales vigentes, porque allí encontrará, en los 200 metros femeninos, aquellos 21s34 conseguidos por Florence Griffith Joyner, en Seúl, hace 24 años.

LA MORENITA JOYNER
Cuñada de Flo Jo, Jacqueline "Jackie" Joyner-Kersee fue la princesa. Ganó salto en largo, con 7m40, y se impuso en pentatlón. Sus parciales de 12s69, en 100m; 1,86m, en alto; 15,80m, en bala; 22s56, en 200m; 7,27m, en largo; 45.66m. en jabalina, y 2m08s51, en 800m, redondearon un récord mundial de 7291 puntos, que aún se mantienen con vida.

El festejo familiar fue completo. Jackie es hija de deportistas, casada con Bob Kersee, atleta y su entrenador; su hermano Al Joyner, medalla de oro en salto triple en Los Angeles, entrenador y esposo de Florence Griffith. Un detalle más. Joyner-Kersee sufría de asma desde su niñez y encontró en el atletismo la medicina ideal.

TAMBIÉN EN EL AGUA
Nunca había sobresalido un nadador negro. Se sostenía que la pigmentación de la piel producía una flotabilidad menor respecto del blanco. En el maravilloso estadio de natación todos mirábamos al definición de los 100 metros, mariposa, entre el norteamericano Matt Biondi y el alemán occidental Michael Gross.

Biondi pretendía emular los siete oro de Mark Spitz y convencido de su triunfo miró el tablero electrónico y sorprendido observó que por menos de una centésima figuraba segundo y Gross estaba tercero.

El estupor era general. Del andarivel siete, salió del agua Anthony Nesty y el rumor creció. Su piel no era negra muy oscura, tampoco mestiza. Digamos un negro cobre clarito, pero negro al fin, el primer nadador de su raza en endosarse una medalla de oro olímpica.

El triunfo de Nesty, de 21 años, único integrante de la delegación de Surinam, la antigua Guyana holandesa, creó un problema organizativo y la ceremonia de entrega de premios se demoró hasta que consiguieron la bandera verde y roja de ese pequeño país.

EXTRAORDINARIOS JUEGOS
Siempre las malas noticias se registran en la memoria más que las buenas. Por esa razón, los Juegos de Seúl quedaron marcados por el episodio protagonizado por un tramposo, Ben Johnson. Una pena, porque fueron extraordinarios tanto en lo organizativo como en lo deportivo.

Dos años antes se habían puesto a prueba en los Juegos Asiáticos el Seúl Sports Complex, una extensión de un millón de metros cuadrados que integraban el Estadio Olímpico, los Palacios de basquetbol y boxeo, el hipismo y el béisbol. Por otro lado, el Olympic Park incluía la piscina olímpica, el gimnasio, el velódromo, las canchas de tenis y los pabellones para esgrima y pesas.

La Villa de Prensa era similar a la Villa Olímpica, con departamentos de tres dormitorios individuales, dos baños, living, comedor y cocina. El transporte, la comida y los horarios funcionaron a la perfección, como si fuesen manejados por una enorme central computarizada.

LA APERTURA
No se dejó detalle por cubrir. Cada espectador de la ceremonia inaugural y de clausura encontraba en su butaca una caja con un aparato receptor y sus auriculares, por donde escuchaba, en diez idiomas, el significado de cuanto sucedía en el campo.

En la apertura, al estridente ritmo musical de Los Angeles, lo sucedió la majestuosidad y la cadencia oriental, sólo roto en sus ancestros por la aparición de centenares de paracaidistas y cinco aviones dibujando en el espacio los aros olímpicos.

Cinco mil cultores de artes marciales realizaron una inolvidable exhibición y un niño, nacido el día que Seúl fue designada sede, ingresó empujando una rueda. Poco a poco, niños de su misma edad, provenientes de las otras 159 naciones participantes, lo fueron acompañado, en un mensaje a la humanidad de unión, amor, amistad y paz.

LA DESPEDIDA
Tuvo la nostalgia de todas las despedidas. Apenas se extinguió el fuego olímpico, el estadio quedó a oscuras, cientos de reflectores iluminaron hacia el cielo para apreciar la llegada del perro Cobi, mascota de Barcelona.

Mientras Cobi tomaba de la mano al tigre Hodori, mascota de Seúl, y subían juntos rumbo a la inmensidad, aparecían en cartón-piedra la reproducción de la Sagrada Familia de Gaudí y se simbolizaban la paloma de Picasso y el sol de Miró.

La orquesta sinfónica coreana interpretaba una sardana y el rojo de los claveles junto con el amarillo de las retamas simbolizaban los colores de Cataluña y España, en tanto en la enorme pantalla electrónica aparecía un letrero en cuatro lenguas:
"Nous vous attendons...
We await you...
Os esperamos...
Us esperem...
A Barcelona!"

DATOS COMPLEMENTARIOS:
GABRIELA SABATINI Y EL VOLEIBOL ARGENTINO
Desde Munich 1972, la Argentina padecía una sequía de medallas, pero en Seúl se reencontró con una de plata y una de bronce. El tenis volvió a ser deporte olímpico después de 64 años y, en single femenino, Gabriela Sabatini, de 18 años, jugó la final con la alemana occidental Steffi Graf, ganadora de los cuatro Gran Slam en 1988. Perdió por 6-3 y 6-3 en un intenso partido y subió al segundo lugar del podio.

El voleibol masculino tuvo una actuación sensacional. En las semifinales, le ganaba a los Estados Unidos, el campeón, por 2-0 y perdió por 3-2. En el encuentro por el tercer puesto obtuvo el bronce al vencer a Brasil por 3-2, tras 3 horas y 10 minutos de juego.

Integraron el plantel Claudio Zulianello, Daniel Castellani, Esteban Martínez, Alejandro Diz, Daniel Colla, Javier Weber, Hugo Conte, Waldo Kantor, Raúl Quiroga, Jon Uriarte, Esteban De Palma y Juan Carlos Cuminetti.

Los deportistas argentinos finalizaron en siete puestos premiados, destacándose el hockey sobre césped que obtuvo diploma tanto en la competencia femenina (séptima) como en la masculina (octava), el tenista Martín Jaite (quinto, cuartos de final), el ciclista Juan Esteban Curuchet (quinto en la prueba por puntos), el yatchtman Jorge García Velazco (séptimo, en la clase Mistral) y el yudoca Gastón García (séptimo en hasta 78 kilos).

BRASIL, AL TOPE DE LATINOAMÉRICA
Cuba se sumó a la ausencia de Corea del Norte (pretendía organizar en su territorio ocho deportes y Corea del Sur le ofreció cinco) y Brasil fue el país latinoamericano que obtuvo más medallas.

Fueron seis en total. Una de oro (el yudoca Aurelio Miguel), dos de plata (fútbol y el atleta Joaquim Cruz) y tres de bronce (el atleta Robson da Silva y en las clases de yachting Tornado, con Lars Grael – Clinio Fleitas, y Star, con Nelson Falcao - Torben Grael).

Perú estuvo a punto de lograr su primer oro. El seleccionado de voleibol perdió en un ajustado final con Japón por 3-2 y debió conformarse con la de plata. También consiguieron una medalla de plata, Costa Rica (la nadadora Sylvia Poll) y Chile (el tirador Alfonso Iruarrizaga).

México debió conformarse con dos de bronce (Jesús Mena Campos, en saltos ornamentales, y Mario González Lugo, en boxeo) y Colombia con una (el boxeador Jorge Julio Rocha).

EL FÚTBOL SOVIÉTICO
La medalla de oro en fútbol perteneció a la Unión Soviética. Venció a Brasil por 2-1 en la final. El goleador fue el brasileño Romario y el certamen contó con figuras de alto nivel, como los alemanes Jürgen Klinsmann, Thomas Hässler y Karlheinz Riedle; los italianos Stefano Tacconi, Andrea Carnevale y Ciro Ferrara y los brasileros Claudio Taffarel, Jorginho y Bebeto.

Argentina se ubicó en el quinto lugar. Lo dirigió Carlos Pachamé y en el plantel estaban Luis Islas, Carlos Alfaro Moreno, Jorge Comas, Hernán Díaz, Néstor Fabbri, Daniel Hernández, Néstor Lorenzo, Fabián Cancelarich, Pedro Monzón, Alejandro Russo y Dario Siviski.

FESTIVAL DE ESTRELLAS

La natación fue un festival de estrellas y de récords. Con seis victorias en tres estilos diferentes, la alemana oriental Kristin Otto se convirtió en la mujer con más medallas de oro obtenidas en una misma olimpiada.

Janet Evans, una delgada norteamericana de 17 años y 1,55 metros, mejoró el registro mundial en los 400 metros, libre, y también ganó los 800, libre y los 400, medley.

Matt Biondi consiguió cinco preseas de oro, una de plata y una de bronce y el húngaro Tamás Darnyi venció en los 200 y los 400 metros, medley, ambas pruebas con récord mundial.

Pero la sorpresa más agradable la brindó el soviético Vladimir Salnikov, a quien todos daban por terminada su carrera, y se impuso, como en Moscú, en los 1.500 metros.

Guy Luganis, a pesar de golpear su cabeza con el trampolín, continuó competiendo y triunfó en esa especialidad y en la de plataforma.

En el básquetbol, la Unión Soviética ganó la medalla de oro batiendo en la final a Yugoslavia. Estados Unidos ocupó el tercer lugar. El torneo contó con notables figuras. Los soviéticos Arydas Sabonis, Aleksandr Volkov, Sarunas Marciulonis y Rimas Kurtinaitis. Los yugoslavos Drazen Petrovic, Toni Kukoc, Vlade Divac y Dino Radja. Los estadounidenses Mitchell Richmond, Hersey Hawkins, Daniel Majerle, Danny Manning y David Robinson.

Sin embargo, la estrella fue el brasileño Oscar Schmidt, quien en un partido preliminar contra España, marcó un récord olímpico de 55 puntos, y finalizó el torneo con un promedio de 42 tantos por partido.