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Historia de los JJ.OO. - Atenas 2004

BUENOS AIRES -- Soberbia, Atenas fue olímpica por segunda vez en nuestra Era. Cuna de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad, primera sede de los modernos, en 1896, Atenas estuvo henchida de orgullo por esa demostración de que la determinación todo lo puede. Esa determinación la tuvo la presidenta del Comité Organizador, la multimillonaria Gianna Angelopoulos, que peleó como una leona para conseguir la sede, superando a Roma en la elección de 1997, y luego para poder realizarlos.

Sin Angelopoulos los Juegos Olímpicos Atenas 2004 no se habrían podido concretar, porque esa dinámica mujer fue capaz de conseguir el dinero para construir la infraestructura en uno de los peores momentos económicos de Grecia. No sólo eso, sino que asumió la dirección de las obras y de toda la conducción organizativa.

Es cierto, llegó con lo justo, pero llegó. Y para que caminase sobre rieles contó con un cuerpo de voluntarios maravillosos, que se entregaron con toda el alma y el corazón en procura de un funcionamiento perfecto. Y lo consiguieron; tanto, que aún pasado el tiempo me comunico con ellos.

Las referencias a la cultura y la mitología de la Grecia antigua abundaron en una estupenda ceremonia inaugural. Comenzaron por la Cabeza Ciclópea, originaria de algunas de las islas vecinas; el Centauro; Eros, dios del amor que voló sobre dos enamorados en el agua; las referencias a los matemáticos griegos, como Pitágoras o Euclides.

Y al final de ese pasaje, un paseo por la historia del arte y la civilización, en un recorrido por mitos clásicos: desde la diosa de la fertilidad hasta una mujer embarazada. En ese mágico tren del pasado aparecieron Hércules y la serpiente Hydra, Zeus, Apolo, Pegaso y hasta el Partenón, en lo que parecía un juego por descubrir las referencias clásicas.

Al igual que cada cita olímpica, Atenas 2004 dejó su sello deportivo con 34 records mundiales, en un desarrollo pleno de figuras y de sorpresas.

LA CORTE DEL REY PHELPS
Con sólo 19 años, Michael Phelps se impuso en Atenas un reto para osados o elegidos: superar o igualar la marca del legendario Mark Spitz, ganador de siete medallas doradas en la piscina de Munich 72. Que no lo haya alcanzado es apenas una anécdota: se llevó seis, suficientes para quedar en el trono indiscutible de estos Juegos.

Ni Ian Thorpe, otro monstruo que obtuvo dos preseas doradas, entre ellas la del duelo de los 200 metros libres, ni Pieter van den Hoogenband, otra vez el mejor en los 100 metros libre, se apartan de su sombra.

Su estela poderosa relegó a otras grandes figuras. Entre ellas, la garrochista rusa Yelena Isinbayeba, dueña del único récord mundial de atletismo en Atenas y el primero después de Atlanta 96; el atleta marroquí Hicham El Guerrouj, que igualó la marca de Paavo Nurmi al vencer en los 1500 y 5000 metros; la británica Kelly Holmes, tercera mujer en la historia en imponerse en los 800 y los 1500 metros, o el atleta estadounidense Justin Gatlin, sorpresivo rey de los 100 metros.

Y en expresiones colectivas, tenemos el doblete argentino. Después de 52 años, volvió a escucharse el himno argentino en los Juegos Olímpicos y lo hizo por partida doble en un mismo día. Los oros llegaron mediante los seleccionados de fútbol y de básquetbol. Junto con esa epopeya argentina, el brillo del voleibol masculino brasileño, que coronó aquí un dominio absoluto en las dos competencias.

LAS REVELACIONES
Como todos los Juegos, Atenas 2004 entrega el surgimiento de nuevas estrellas, ya consagradas con títulos olímpicos. Algunas de ellas: la atleta jamaiquina Verónica Campbell (22 años), doble medalla dorada en los 200 metros y la posta de 4x100; el estadounidense Jeremy Wariner (20), primer vencedor blanco de los 400 metros desde Moscú 80; el chino Liu Xiang (21), un rayo en los 110 metros con vallas, o la gimnasta francesa Emilie Le Pennec, de sólo 16 años y vencedora en las barras asimétricas, el primer título olímpico francés en este deporte.

LAS MAYORES DECEPCIONES
Tal vez, ninguna como la del Dream Team, que señala un cambio en la historia del básquetbol. Igual que en el Mundial de Indianapolis, la Argentina fue su verdugo; aquí le infligió a los Estados Unidos la primera eliminación de los Juegos desde que utiliza jugadores de la NBA.

Del mismo origen provienen otros desencantos: el de Maurice Greene, destronado en los 100 metros pese a sus anuncios grandilocuentes, o el de Marion Jones, precedida por sus tres medallas de oro en Sydney y que aquí sólo quedó quinta en salto en largo y participó de un error insólito en la posta 4x100. La declinación de figuras como la maratonista británica Paula Radcliffe y la velocista Gail Devers formarán parte del capítulo triste: sus gestos de dolor tras las derrotas todavía conmueven.

EL PUENTE CON LA ANTIGÜEDAD

El 18 de agosto de 2004 quedará señalado como el día del regreso a las fuentes. Olimpia, la cuna de los Juegos, volvió a recibirlos como escenario de pruebas de lanzamiento de bala. Ocurrió en un campo diseñado para mantener el mismo aspecto del utilizado 776 años antes de Cristo. La ganadora fue la cubana Yumileidi Cumba, tras la descalificación de la rusa Irina Korzhanenko por doping.

EL ARRASADOR FRENTE CHINO

El crecimiento del deporte chino se refleja en un dato incontestable: el de una progresión iniciada en el medallero de Atlanta 1996, al clasificarse en el cuarto puesto. Siguió en Sydney 2000 (finalizó tercero) y ahora en Atenas 2004 ocupó el segundo lugar.

Durante varios días y con triunfos impactantes en disciplinas que hasta hace poco no estaban entre sus especialidades, China perturbó el histórico dominio de los Estados Unidos y no lo consiguió superar por poco.

LA GUERRA CONTRA EL DÓPING

Atenas 2004 dejó un dato preocupante en la gran cantidad de casos de doping -fueron 25-, pero una segunda lectura es más alentadora: obedeció a la rigurosidad en aumento de los controles. Incluso antes del comienzo de las competencias, alrededor del doping nació el mayor escándalo de los Juegos.

Sus protagonistas, Kostas Kenteris y Ekaterini Thanou, estrellas del atletismo griego -el primero era el encargado original de encender el pebetero en la ceremonia inaugural- que desaparecieron cuando se los iba a someter a un control. El papelón siguió con un dudoso accidente en moto y la autoexclusión de ambos, para evitar la inminente expulsión.

SEGURIDAD, SIN NOVEDADES
Pocas veces reviste tantas características de noticia algo que no ocurrió. Y pocas veces, también, se lo debe recibir con tanto beneplácito: la inquietud por la amenaza latente del terrorismo sólo quedó en eso.

Impulsados en buena medida por los consejos de los Estados Unidos, los griegos invirtieron 1200 millones de dólares en seguridad, por temor a ataques. Pero nada ocurrió, felizmente: todo transcurrió en paz y el gigantesco operativo de vigilancia -por aire, mar y tierra- no perturbó demasiado ni a los deportistas, ni a los visitantes ni a los atenienses.

LA DESPEDIDA
Las 72.000 personas colmaron el estadio olímpico. Se gratificaron con un espectáculo colorido y musical, sin el formalismo de la ceremonia inaugural y con el desenfado de un fin de fiesta. El terreno fue presentado al comienzo como un sembradío de 45.000 espigas de trigo, simbolizando la unión entre el cielo y la tierra, con la protección lunar de Artemisa, la diosa de la naturaleza, la caza y la cosecha. Las tribunas se asemejaron a inmensos bloques titilantes por obra de un pequeño artefacto de luminosidad intermitente que se le entregó a cada espectador.

Se ejecutaron danzas y coreografías típicas con instrumentos de percusión, mientras el componente griego iba cediendo espacio para entregarle la posta a su sucesora, Beijing 2008, que entró en escena con las primeras demostraciones de su cultura milenaria.

"Estos Juegos fueron inolvidables, de ensueño. Ustedes [por los griegos] ganaron al enfrentar brillantemente la organización", declaró el presidente del COI.

No menos entusiasta fue Angelopoulos, encantada de haber ofrecido una Atenas renovada y mucho más urbanizada, con instalaciones confortables y atractivas. "El mundo descubrió una nueva Grecia", expresó la funcionaria.

A las 22.45, el pebetero con fisonomía de cohete que diseñó el arquitecto español Santiago Calatrava empezó a inclinarse en forma descendente hasta quedar al alcance de ser apagado; la llama se extinguió al retomar la verticalidad.

Los Juegos pasaban definitivamente al archivo entre un impresionante despliegue de fuegos de artificio, suelta de globos y papel picado desde la cubierta del estadio. Los griegos cantaron y bailaron hasta la salida del sol, al compás de su música moderna y regresaron a sus casas convencidos de haber realizado unos Juegos inolvidables.

No se equivocaban. Fueron inolvidables en todo sentido. Pero no advirtieron que la situación del país no era propicia para hacerlos, y la magia de Gianna Angelopoulos constituía la base para terminar de hundir a la desastrosa economía griega de ese momento, para en 2012, o sea ocho años después, ubicar a toda la nación al borde del abismo.

DATOS COMPLEMENTARIOS
El día más glorioso del deporte argentino
El sábado 28 de agosto de 2004 se constituyó en el día más glorioso del deporte argentino. Todo principio tiene su fin y la sequía de 52 años sin oro olímpico concluyó, no sólo con una, sino con dos preseas de ese metal.

La primera llegó de la mano del deporte más popular: el fútbol, pasión de multitudes, por la mañana en el Estadio Olímpico de Atenas. La otra se produjo ya pasada la medianoche, en el Indoor Arena del Olympic Complex, sostenida por la enjundia de un seleccionado de básquetbol poseedor de una personalidad arrolladora, transformando un sueño en realidad.

La preciada medalla dorada de fútbol había resultado esquiva para la Argentina a lo largo de la historia, y era el único título faltante en las vitrinas. Las dos veces que estuvo cerca de la obtención fueron en las finales de Amsterdam 1928 (perdió con Uruguay) y en Atlanta 1996 (perdió con Nigeria). Esta vez, venció a Paraguay por 1 a 0, con gol de Carlos Tevez.

El seleccionado albiceleste jugó seis encuentros. Finalizó el certamen invicto, con 17 goles a favor y ninguno en contra. El goleador del torneo fue Tevez, con nueve tantos. El equipo de la final lo integraron: Germán Lux, Fabricio Coloccini, Roberto Ayala, Gabriel Heinze, Luis González, Javier Mascherano, Cristian Kily González, Andrés D'Alessandro, Carlos Tevez, Mauro Rosales y César Delgado (sustituido en el minuto 76 por Clemente Rodríguez).

El resto del plantel, dirigido por Marcelo Bielsa, lo constituyeron: Wilfredo Caballero, Nicolás Burdisso, Leandro Fernández (incluido en la convocatoria para la final por lesión de Burdisso), Nicolás Medina, Javier Saviola, Mariano González y Luciano Figueroa.

La segunda conquista
El básquet argentino necesitaba la confirmación de este notable conjunto, después de caer en una polémica definición frente a Yugoslavia, en la final del Mundial 2002, en Indianapolis, donde había superado al imbatible Dream Team de los Estados Unidos.

Esa confirmación se produjo ese 28 de agosto con la coronación de la "Generación Dorada", la generación de los mejores jugadores de la historia argentina, en la cúspide del podio olímpico. Allí estaban, luciendo las coronas de olivo, Rubén Wolkowyski, Andrés Nocioni, Luis Scola, Juan Ignacio Pepe Sánchez, Fabricio Oberto, Emanuel Manu Ginóbili, Walter Hermann, Gabriel Fernández, Alejandro Montecchia, Hugo Sconochini, Leonardo Gutiérrez, y Carlos Delfino, con el técnico Rubén Magnano.

El camino hacía el oro no resultó fácil. Comenzó con un dramático triunfo frente al campeón mundial, Serbia y Montenegro (ex Yugoslavia), en un encuentro donde Ginóbili, sobre la chicharra con una "palomita" histórica a falta de 3 segundos, convirtió el doble para sellar el marcador por 83 a 82, teniendo la revancha tan deseada tras el Mundial

Luego llegó la derrota con España (87 a 76), las victorias ante China (82 a 57) y Nueva Zelanda (98 a 94) y perder con Italia (76 a 75), dejándolo en el tercer lugar del grupo A. Esto obligó a la Argentina a enfrentar en cuartos de final al local, Grecia. No obstante, el conjunto albiceleste se impuso 69 a 64 y clasificó a las semifinales para volverse a ver las caras con Estados Unidos.

El encuentro era la gran revancha del Dream Team luego de aquella paliza en su casa. La actuación de Argentina fue perfecta y en especial la de Manu Ginóbili, con 29 puntos. El éxito por 89 a 81 condujo a la definición con Italia, a la que superaron por 84 a 69.

Monumental Scola, haciendo todo: 29 puntos y 11 rebotes. Genial, Ginóbili, como siempre. Sensacional, Montecchia, con sus impactantes triples, mientras Wolkowyski, incansable, hacía su aporte. Nada podían hacer los italianos ante semejante exhibición.

Un minuto final a todo orquesta. Los propios jugadores argentinos incitaban al aliento. Una actuación que contagiaba al público. Pelota para aquí, pelota para allá. Los italianos retuvieron los 12 últimos segundos, los 15 tantos de diferencia lo decían todo, los argentinos formaban un compacto grupo; envuelto en abrazos se acercaron al público para compartir con los compatriotas presentes su inconmensurable felicidad.

Y yo, abrazado al enviado de La Nación Miguel Romano, fallecido semanas después, lloré como un niño, mientras subía la bandera celeste y blanca, con el sol resplandeciente, y escuchaba los sones de nuestro himno. Inolvidable.

CUATRO DE BRONCE Y SIETE DIPLOMAS
Además de las dos de oro, la Argentina consiguió cuatro de bronce y siete diplomas. Los bronces son patrimonio de Georgina Bardach, en natación; Paola Suárez y Patricia Tarabini, en tenis; las Leonas, en hockey sobre césped femenino; Carlos Espínola y Santiago Lange, en vela.

Los diplomas fueron para Santiago Fernández, cuarto en remo; voleibol masculino, quinto; Daniela Krukower, quinta, en yudo; Serena Amato, sexta, en vela; Jorge Lencina, séptimo, en yudo; Eduardo Costa, séptimo, en yudo, y Javier Correa, octavo, en piragüismo.

Brasil avanzó
Brasil, con cinco medallas doradas, dos de plata y tres de bronce, tuvo sus mejores Juegos y superó a la Argentina en la tabla histórica; Chile vibró con el tenis, que de manos de Nicolás Massú, y con Fernando González abrió su cuenta de triunfos; el atleta Félix Sánchez, en 400 metros con vallas, le dio el primer oro a la República Dominicana, y Paraguay festejó su primera medalla, plateada, gracias al equipo de fútbol.

Cuba se mantuvo al frente de Latinoamérica, con nueve doradas, siete plateadas y 11 bronceadas, aunque fue evidente la merma en las de oro, respecto a las de cuatro años antes. Lo mismo sucedió con México, tres de plata y una de bronce. Por último, Colombia y Venezuela retornaron con de bronce cada uno.

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