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Una historia sin igual

Chango Carmona ganó su corona mundial en una fecha muy especial para México en 1972 Sergio Angon

Chango Carmona se encuentra en un gimnasio sin nombre en el sótano de una casa en el centro de Los Angeles, donde entrena a jóvenes boxeadores en las tardes luego de terminar su trabajo diurno como cuidador de un estacionamiento.

Sus ojos se agrandan y su sonrisa se ensancha. Acabamos de pedirle que nos recuerde la pelea más grande de su carrera y el segundo mejor día de su vida. Fue el 15 de septiembre de 1972, el día anterior al aniversario de la Independencia de México.

Esa noche, Carmona se enfrentaba al tremendamente popular boxeador méxico-americano Mando Ramos, campeón mundial de peso ligero nativo de Long Beach, California. Ante una enorme y ruidosa audiencia en el Los Angeles Coliseum, Carmona castigó duramente a Ramos, notorio por su poco afecto al entrenamiento, noqueándolo en el octavo asalto de una pelea pactada a 15.

Carmona ganó el título, pero lo perdió ante su compatriota Rodolfo González en su primera defensa. A juzgar por el modo en que el rostro de Carmona se enciende en este momento, se nota que ésta es la anécdota que menos le importa. Él tuvo su gran noche. Una noche que dejó su marca indeleble en el boxeo. Y en la mente de Carmona.

"Hubo dos grandes cosas en mi vida", dijo Carmona, actualmente con 63 años de edad. "La primera fue cuando nació mi hijo y la segunda cuando obtuve el título el 15 de setiembre. Hubo una fiesta muy grande en Acapulco cuando yo gané".

La atmósfera de la pelea, dijo Carmona, fue una experiencia extraordinaria.

"Fue increíble", dijo. "Los aficionados mexicanos en los Estados Unidos siguiendo a un mexicano que pelea por el título. Fue algo grandioso. Estaba lleno de gente. Fue una noche especial".

La promoción fue tan especial como humillante para Carmona. Un día hubo un entrenamiento público en el que participaron ambos peleadores. Ramos, quien falleció repentinamente en julio, era reconocido como un mujeriego notorio y un hombre de la noche. Cuando una fila de bellas señoritas fue enviada al ring para alentar a Ramos, Carmona se alegró por lo que aparentemente le esperaba a él.

Hubo dos grandes cosas en mi vida. La primera fue cuando nació mi hijo y la segunda cuando obtuve el título el 15 de setiembre. Hubo una fiesta muy grande en Acapulco cuando yo gané.

--Chango Carmona

"Habían unas 20, 25 chicas, todas hermosas", dijo Carmona. "Todas le dieron un beso a Mando en la mejilla. Una lo hizo, y luego la otra, y yo estaba esperando, pensando que 'caramba, esto es lindo, ahora mismo me toca a mí también'.

"Pero no fue así, lo hicieron solamente con Mando. Yo subí al ring a hacer sombra y todos se fueron. Simplemente estuvieron ahí para ver a Mando. Mando era un tipo muy apuesto y muy gentil, era muy elegante. Mando fue un gran peleador. Yo lo admiraba mucho".

Una vez que la pelea comenzó, toda esa admiración salió disparada por la ventana. Carmona derribó a Ramos tempranamente y muy seguido. Carmona (52-13-2) tenía 42 nocauts en 67 peleas, un promedio bastante bueno (62 por ciento). Pero no tenía una tremenda pegada. Y Ramos, que era conocido como un boxeador que iba de parranda más seguido que al gimnasio, hizo que la pegada de Carmona luciera más dura de lo que realmente era.

Carmona dijo que creía que el árbitro Rudy Jordan debió haber parado el combate en el quinto o sexto asalto. Al momento en que la pelea se detuvo en el octavo round, Ramos había soportado una tremenda paliza que lo enviaría al hospital por un par de días.

"Estaba en mala forma", dijo Carmona. "Cuando lo tiré a la lona por primera vez ya no lucía muy bien. Yo no pegaba muy duro, pero tiraba golpes de a montones. Yo siempre estaba en muy buena condición. Nunca bebí, nunca fumé. Nada. Mando, desafortunadamente, tomaba drogas. Eso fue un error".

Don Fraser, un promotor, armador de peleas y publicista exaltado al Salón de la Fama del Boxeo Internacional en el 2005, no estuvo involucrado oficialmente en esa pelea. Pero Fraser, que ha estado en el deporte por más de 50 años, nunca se perdió un solo evento de gran envergadura en Los Angeles.
"Habían muchos mexicanos nativos alentando a Carmona y Mando no estaba en buena forma", dice Fraser, de 81 años de edad. "Creo que se tomó la pelea a la ligera y terminó recibiendo una paliza. Una terrible paliza".

Luego de que dicha paliza fuera apropiadamente suministrada por el victorioso Carmona, las cosas se pusieron feas. Don Chargin fue quien armó la pelea, que fue promovida por Aileen Eaton, el legendario promotor del Olympic Auditorium.

Su recuerdo más vívido es realmente enervante.

"Se llevaron a Mando en una ambulancia y los mexicanos querían dar vuelta a la ambulancia a empujones", dijo Chargin. "Estaban golpeando la ambulancia. Cuando la pelea se detuvo y toda esa gente salió en tropel, nadie los pudo detener. En esos días teníamos aquellas noches de peleas electrizantes".

Carmona sabía que lo esperaban con una fiesta en su ciudad de Acapulco. Pero dijo que se quedó y fue al hospital. No se fue a su casa hasta que Ramos fue dado de alta.

Incluyendo la derrota ante González menos de dos meses después, Carmona combatió cinco veces más y se retiró luego de un nocaut técnico en el segundo asalto ante Moy Mendez en México en marzo de 1975. Luego, Carmona regresaría al ring para una última pelea en diciembre de 1979 en Acapulco, una especie de favor para el departamento de policía local, para el cual trabajó como agente de tránsito.

Carmona dice que se le pidió este favor para satisfacer a un general mexicano como parte de un día especial en su ciudad. Carmona cumplió, noqueando a Francisco Candela en el segundo asalto.

Curiosamente, fue el trabajo de Carmona en Acapulco lo que lo hizo sentir especial a menudo. Cuando estaba en el medio de la calle dirigiendo el tráfico, algunos no se detenían con la luz roja. Cuando Carmona les gritaba la orden de detenerse, los infractores le daban excusas raras. Una de esas excusas hizo que Carmona se sintiera bien.

"Un tipo me dijo: 'Chango, ¡no vi el semáforo porque te estaba mirando a ti!'", dijo Carmona. "Y luego el tipo me dijo: 'Ah, ¿vas a darme una boleta? ¿Cómo puedes hacerme eso si mi madre rezaba por ti?'".

Carmona simplemente sonrió. Luego, rió. No tiene hoy mucho dinero, pero no siente arrepentimiento por haber peleado en un momento en el cual pocos púgiles ganaban buen dinero. Está casado y tiene un hijo y tres hijas; ha estado viviendo en Los Angeles con su familia desde 1993. Ya es abuelo. Y este gimnasio en el que trabaja con los jóvenes de la ciudad, un gimnasio que está lleno de afiches de boxeadores actuales y de antaño, es lo que pone la sonrisa más grande en el orgulloso rostro de Carmona.

"El boxeo es como el SIDA", dijo Carmona. "Una vez que lo tienes, no te lo quitas más. Eso es el boxeo para mí. Y si puedo enseñarles a ellos y mantenerlos alejados de las drogas, de las calles, y darles éxito en sus carreras, eso me hará sentir muy bien".

No cometan errores. Carmona no les hace el trabajo fácil a estos chicos. Las cosas se hacen a su modo o no se hacen del todo.

"Estas son las reglas: no se puede beber, no se puede venir con resaca", dijo Carmona, quien es asistido en el gimnasio por David Sotelo, otro ex peleador mexicano. "No quiero nada de eso en este gimnasio. Si quieres entrenar aquí debes obedecer las reglas. Si quieren ser exitosos, este deporte les puede dar todo".
Una noche, hace ya 36 años, el boxeo le dio todo a Carmona. El hecho de que haya sucedido en el fin de semana del Día de la Independencia de México lo hace aún más dulce todavía.