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Desastre y papelón

ROMA -- Realmente, que suceda algo peor que esto era casi imposible: ni en las hipótesis más pesimistas se podía imaginar lo que le ocurrió en Sudáfrica a la selección de fútbol italiana: una goleada 0-3 ante su similar de Brasil y el adiós de la Copa Confederaciones.

En efecto, a semifinales llegó Estados Unidos, a quien los italianos habían derrotado por 3 a 1 en el primer juego, puesto que los norteamericanos vencieron por 3 a 0 a Egipto y se clasificaron por haber anotado un gol más que la Azzurra.

Increíble pero correcto: lo de Italia fue realmente un desastre, con un primer tiempo para el olvido y un complemento en el que, si bien mejorando un poco a nivel de jugeo, el equipo otra vez no logró anotar ni siquiera ese gol que, en este caso, hubiera garantizado la clasificación.

Así, luego de los tres tantos conseguidos en superioridad numérica ante Estados Unidos, llegaron 180 minutos sin gritos, que por otra parte coincidieron con las primeras dos caídas consecutivas de Marcello Lippi al frente de la Azzurra.

Un Lippi que, ahora, deberá enfrentar una andanada de criticas que, por otra parte, tiene absolutamente merecidas: el plantel de convocados no convenció (la única excusa del entrenador fue la concomitancia con los Campeonatos Europeos Sub 21, que le impidieron la convocatoria de algún joven interesante), no convenció el módulo táctico, no convencieron las alineaciones iniciales y, esta vez, tambièn estuvo absolutamente equivocada la actitud, justo lo que había sido la mejor arma del equipo en el galope triunfal en Alemania 2006.

En suma, a un año exacto de la eliminación a manos de España en la Eurocopa, el balance no puede que ser negativo, porque por lo menos el equipo de Roberto Donadoni tenía unas características muy claras y definidas, mientras que Lippi parece haberse quedado a mitad del río, entre la orilla del plantel campéon del mundo y la de una renovación que está frenada por demasiados caprichos y elecciones difíciles de comprender.

Pero ahora veamos más en detalle lo ocurrido en esta tristísima noche del fútbol italiano, la peor en mucho tiempo.

DOBLE ERROR
Desde un primer momento se entendió que Italia había salido a la cancha para buscar el triunfo, con orgullo y dignidad, y eso fue realmente lo mejor de la noche: por lo menos, no se salió a especular y había convencimiento de poder vencer.

El problema fue que Lippi cometió dos errores: por un lado insistir con un esquema táctico, el 4-3-3, que ya había demostrado sus límites y defectos en los dos partidos anteriores y, por encima, errar la elección de los hombres llamados a interpretar ese dudoso libreto.

En efecto, Italia se paró con Iaquinta abierto por la izquierda y Camoranesi por la derecha de un tridente que lo tenía a Toni como delantero central. Detrás, otra vez Pirlo fue ubicado por izquierda, con De Rossi como central y Montolivo por el costado opuesto, mientras que en defensa Dossena tomó el lugar de Grosso.

De esta manera, puesto que ni Iaquinta ni Pirlo trabajaban para clausurar el lateral izquierdo, Maicón gozaba de un espacio enorme y el pobre Dossena se encontraba aplastado entre las subidas del lateral interista y los delanteros, que se tiraban hacia ese lado para crear superioridad numérica.

Así llegó el primer gol: Maicón tuvo el espacio para pararla (mal, por encima), encarar, correrse hacia el medio y rematar de zurda, un disparo torcido que se transformó en asistencia para Luís Fabiano, a su vez habilitado por la mala salida de Cananvaro. Para el delantero fue un juego de niño controlar y definir con un derechazo cruzado.

Era justicia, porque Brasil, con las ventajas concedidas por una Italia voluntariosa pero mal parada en la cancha, ya había estado cerca del gol en muchas ocasiones, con los postes que dos veces habían salvado a Buffón.

Para peor, luego del gol Italia se enloqueció en la búsqueda del empate, regalándose al mortal contraataque de los verdeoros, algo aún más grave porque, a esa altura, Estados Unidos ya ganaba por 1 a 0 e Italia no tenía razones para atacar de manera tan frenética, sufriendo otros dos goles que acabaron definitivamente con sus chances.

En efecto, el segundo tanto nació de una pelota perdida por Pirlo en las tres cuartos de cancha rival, con 6 hombres delante de la línea de la pelota (entre los cuales, error gravísimo, ambos laterales defensivos). Robinho y Kaká hicieron la "trenza" y el balón al final le quedó otra vez a Fabiano, quien definió con un toque sutil.

Peor aún fue el tercero, que nació de un tiro de esquina en favor de Italia, con seis hombres en el área (los dos centrales defensivos y De Rossi, entre otros): la pelota llegó al segundo palo y Giuseppe Rossi, recién ingresado por Iaquinta, hizo la única cosa que no se podía hacer, eso es perder la pelota a manos de Kaká, quien lanzó otra contra mortal que acabó, cuando Robinho lo dejaba de cara al gol a Ramires, con el gol en contra de Dossena, traiccionado por el afán de anticiparse al rival.

CAMBIO DE ESQUEMA
En la segunda etapa, Lippi se decidió a cambiar módulo: con el ingreso de Pepe por Montolivo, el equipo pasó a un 4-4-2 con Camoranesi alero izquierdo. Un poco por ese cambio, un poco más porque Brasil levantó claramente el pie del acelerador, Italia tuvo una mejoría notoria y, promediando la etapa, creó algunas llegadas intersantes.

La más clara la tuvo Pepe: Gilardino (ingresado por Toni) picó en diagonal hacia la izquierda, Julio César tuvo que salir del área pero el delantero le ganó y la tocó hacia el medio, donde De Rossi no tuvo el coraje de rematar con el arco vacío y abrió un poco más hacia Pepe. El alero de Udinese remató, pero ya el arquero había vuelto, otros dos defensores cerraban y, de hecho, su disparo se estrelló en las piernas de un rival.

En suma, con el 4-4-2, a pesar de algunas posiciones no correctas (Camoranesi por izquierda tiende inevitablemente a correrse hacia el medio, Pirlo nunca jugó como integrante de una pareja central), Italia anduvo mucho mejor y hasta arañó la clasificación, porque anotar un tanto hubiese alcanzado para superar a los Estados Unidos.

Sin embargo, fue más justo así: no hay que esconderse detrás de un dedo y clasificarse con dos derrotas consecutivas hubiese sido una humillación quizás mayor que esta eliminación. Que, por lo menos, ahora obligará a una atenta reflexión.

Está claro que Italia sufre esta transicción porque no tiene un enganche puro para jugar el 4-3-1-2, ni los externos para armar un 4-4-2 clásico. El 4-3-3 necesita de jugadores muy acostumbrados y delanteros que sepan sacrificarse: más en general, no parece un esquema apto para las idiosincrasias y características de los jugadores italianos.

En este marco, la renuncia a Antonio Cassano parece realmente una locura: el talentoso delantero podría perfectamente adaptarse a la función de enganche (su capacidad de asistir es igual o mayor que la de realización), pero mejor aún podría jugar de segunda punta en un 4-4-2 con tres volantes y un sólo alero, más cubierto en el medio y, por ende, más sólido.

Más allá de los casos puntuales, más en general la convocatoria, como quedó dicho, dejó muchas dudas: había que probar a gente como D'Agostino, Ambrosini y Brighi, darles más espacio a elementos como Palombo, que fue convocado y no jugó nunca, mientras que Gattuso y De Rossi sufrían, por diferentes razones, serios problemas de dinámica.

En suma, Lippi perdió el rumbo: por suerte la clasificación para el Mundial está casi garantizada, así que será posible emplear el año que nos divide de la aventura sudafricana de 2010 para encontrar la brújula que permita salir del laberinto en el que el canoso entrenador se metió. Eso sí, el norte deberán ser la humildad y el sentido común: siguiendo con los caprichos y la testarudez, otras noches de vergüenza como esta serán inevitables.