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Recordando Rumble in the Jungle

El hecho de que estuviese cerca otro aniversario de la pelea hizo pensar a George Foreman que quizá era hora de visitar a un viejo amigo.

En su momento hubo diferencias entre ellos, hasta llegaron a las manos. Pero todos sabemos que el tiempo es sabio y cura todas las heridas.

"Quizá deba ir a verlo", dijo Foreman. "Es como un hermano. La relación es muy cercana".

No era así hace 35 años. No, durante una mañana en África cuando lo único que pensaba Foreman era liquidar a Muhammad Ali. Había estado en Zaire demasiado tiempo y el gran campeón del peso pesado no estaba de humor para aguantar las tonterías de nadie.

Eso incluía a Ali, a quien Foreman consideraba su próxima víctima por nocaut.

"Pensaba que nadie me podía defender", dijo Foreman durante una reciente entrevista telefónica desde su casa en Houston. "Salí para noquearlo".

Ali tenía otras ideas. Habían pasado diez años desde que había sorprendido al mundo al ganarle el título del peso pesado a Sonny Liston, y sabía muy bien lo que era enfrentar a un matón.

El gran entrenador, Cus D'Amato, le había dado un consejo para la pelea: Pégale tan duro como puedas con el primer golpe que des, le dijo Cus, así le harás saber que tú estás ahí.

Otros habían intentado y habían fallado. Pero ellos no eran Muhammad Ali.

En el vestuario de Foreman antes de la pelea, el ambiente estaba pesado, el humor era tan oscuro como una noche Africana. Esto no iba a durar mucho, y el precio que iba a tener que pagar Ali iba a ser horroroso.

"Se siente la muerte en el aire", no paraba de gritar un miembro del rincón de Foreman.

En el vestuario de Ali, el retador quería saber qué era lo que se decía en el rincón oponente justo antes de entrar en la batalla.

"Están diciendo que tus hijos quedarán huérfanos", la persona de confianza de Ali, Gene Kilroy, le dijo.

"No puedo esperar", dijo Ali. "Déjamelo a mí. Le enseñaré una lección a George Foreman".

Hoy, la conocemos como Rumble in the Jungle, una pelea tan épica que se merecía un nombre así de memorable. Ali le dio el nombre, pero en ese momento simplemente era Foreman versus Ali por el título del peso pesado.

Hace 35 años, dejé el cuadrilátero pensando que estaba muerto... Y resultó ser que no había comenzado a vivir.

--George Foreman

Terminó en Zaire porque el brutal dictador del país, Mobutu Sese Seko, ofreció la cartera de $10 millones para llevarla allí. Era, según él, el regalo a su pueblo por el "honor del hombre negro" y para poner al ex Congo de Bélgica en el mapa mundial.

Don King apenas estaba aprendiendo a promocionar combates, y consiguió esta pelea más que nada porque convenció a Foreman que firmase por una porción de la cartera de $5 millones. King también intentó ganar dinero con otras actividades relacionadas a la pelea: vendió vuelos charter a África que entraban en un paquete en el que además ofrecía la habitación en un hotel y una entrada para ver la pelea por un valor de $2,500.

Esperaba que 5,000 personas volaran desde los Estados Unidos, pero después Ali comenzó a vociferar que estaba en medio de la jungla y que los nativos hervían en ollas gigantes a los reporteros que lo le agradaban. King se vio obligado a bajar el precio a $1,500, haciendo que más de uno se pregunte qué iba a hacer con los paquetes que ya había vendido. Si a ellos también les iba a bajar la tarifa.

"Bueno, aún no hemos vendido ninguno", respondió King.

Los dichos que aseguraban que mil millones de personas iban a seguir el encuentro alrededor del mundo también resultaron ser bastante inflados. Pero el combate entre el brutal, Foreman, y el hombre que se autodenominaba The Greatest prometía ser un gran evento.

Cuán grande iba a ser, era algo que se podía debatir. Foreman había noqueado a los 24 oponentes anteriores y estuvo apenas más de 11 minutos en el ring al ganar la defensa de su título en dos oportunidades. Era un favorito por 3-1 en los libros de apuestas de Las Vegas y muchos tenían miedo de que pudiera lastimar seriamente a Ali.

Todos querían ver una pelea entretenida, incluso una que se llevase a cabo tan lejos. La inflación iba en ascenso, el Watergate acababa de derrocar a un presidente y una pelea ofrecía un escape temporario de los problemas que había en el mundo.

Ali, como siempre, quería entretener a su audiencia.

"Crees que el mundo quedó estupefacto ante la renuncia de Nixon", dijo. "Espera a que destruya a George Foreman".

Antes de que Foreman se reinventara en un peso pesado querible y antes de que vendiera millones de grills para hacer hamburguesas, era un púgil agresivo. Miraba con el ceño fruncido a cualquiera que se le acercara y amedrentaba a los púgiles incluso antes de que se subieran al ring.

Ali, pensó, iba a ser uno más.

En una cena con periodistas especializados en boxeo en New York unos meses antes de la pelea, Foreman le rompió el traje a Ali y los dos tuvieron que ser separados. Mientras que sus managers lo sacaban, Ali le lanzó vasos de agua que cayeron al piso y se hicieron pedazos.

"Ali no le tenía miedo", dijo Kilroy, quien era el manager de negocios de Ali y hoy es un ejecutivo en el Luxor casino de Las Vegas.

Quizá haya sido porque Ali sabía algo. Después de que se cerró el contrato para hacer la pelea, miró grabaciones de las peleas de Foreman, en un momento le dijo a Kilroy que rebobinase la cinta cuando vio a Foreman avanzar con dificultad hacia su Rincón después de derribar a Joe Frazier por enésima vez.

"¡Mira! No tiene energía. No tiene energía", gritó Ali.

Después les dijo a los reporteros qué era lo que iba a ocurrir, aunque muy pocos le creyeron. Foreman, dijo, iba a caer de cara al piso después de la décima ronda, por extremo agotamiento.

Foreman no le prestó atención. Sabía que iba a noquear a Ali al comienzo. No podía esperar que llegase el momento.

"Estaba muy enojado", dijo Foreman. "Así era el púgil que estaba dentro de mí, no sabía ser de otra manera".

La pelea se había programado en un principio para el 25 de septiembre de 1974, pero Foreman sufrió un corte haciendo una pelea de práctica poco tiempo después de llegar a Zaire. Quiso ir a casa para recuperarse, pero los hombres de Mobutu no dejaron ir a nadie hasta que hubiese una pelea.

El combate por el campeonato en el peso pesado se hizo el 30 de octubre. El día anterior, Foreman y Ali visitaron el palacio presidencial, separadamente, para rendirle homenaje al dictador. Ali abrazó a Mobutu y le dio un beso en cada mejilla, alarmando a los guardias de seguridad que pensaron que alguien iba a tener que pagar porque alguien había tocado al presidente.

Eran las 4 a.m. en Zaire cuando la campana sonó y arrancó el primer round. Ali entró e hizo lo que D'Amato le había dicho, aterrizó un fuerte golpe para abrir el combate. Foreman se recuperó rápidamente y comenzó a lanzar fuerte golpes al cuerpo y a la cabeza de Ali.

Los mismos golpes habían hecho caer seis veces a Frazier y detenido a Ken Norton en la segunda ronda. Foreman estaba seguro de que Ali iba a caer, y el momento pareció ser el indicado cuando aterrizó un salvaje golpe derecho en el cuello de Ali en el tercer round.

"Le pegué muy duro y me miró como si fuese a caer, después simplemente se cubrió", recuerda Foreman. "Pensó, 'No dejaré que este hombre me haga esto'. Después de la campana, miró hacia arriba y dijo, 'Lo logré'. Se dio cuenta de que había recibido lo mejor que tenía y que lo había superado".

De hecho, Ali había encontrado el camino para obtener la victoria. Se recostó sobre las sogas y dejó que Foreman lanzara golpe tras golpe. Puede que su estrategia haya surgido por desesperación, pero no había dudas de lo que le estaba haciendo a Foreman.

Comenzó a cansarse, justo como Ali había predicho. Después, cuando quedaban segundos para que terminara el octavo round, Ali aterrizó un brutal gancho izquierdo y siguió con un golpe derecho que lo dejó anonadado en la lona.

La pelea había terminado, pero pudo haber sido peor. Mientras que Foreman iba cayendo, Ali tuvo la posibilidad perfecta de aterrizar otro golpe derecho, pero no lo hizo.

"Comenzó a hacerlo, pero después guardó el arma", dijo Foreman. "se apiadó de mi. ¿Hubiese hecho lo mismo por él en ese momento? No".

Foreman se bajó del avión que venía desde Zaire y dio una conferencia de prensa en Paris en la que pidió que se investigase la pelea. Las sogas estaban muy flojas, dijo, el conteo fue muy rápido, la lona muy suave.

Debió haber sido algo más ya que no había manera de que pudiera haber perdido, algo con lo que durante años no había podido lidiar. En el libro que se publicó en 2007, "God In My Corner" (Dios en mi rincón) dijo que alguien le había puesto algo al agua que tomó. Esa sustancia, dijo, lo drogó y eso hizo que se rinda.

Pero ya no pone más excusas. Ali, dice ahora, simplemente fue más inteligente que él ese día.

"Este hombre podía pensar. Sabía que iba a hacer todo lo posible para noquearlo", dijo Foreman. "Pero nadie lo había noqueado. ¿De dónde saqué que lo podía noquear? Esa es la razón por la que perdí".

Foreman regresó 20 años más tarde para convertirse en el hombre más viejo en ganar un título en el peso pesado, con 45 años. Noqueó a Michael Moorer con una victoria tan grande como la que Ali había conseguido en Zaire.

"Hace 35 años, dejé el cuadrilátero pensando que estaba muerto", dijo Foreman. "Y resultó ser que no había comenzado a vivir".

Ali había dicho que se iba a retirar después de la pelea, y Kilroy le rogó que lo hiciera. Pero le gustaba la idea de volver a ser el campeón del peso pesado una vez más y poco tiempo después hubo una oferta de $5 millones para defender su título ante Joe Bugner en lo que sería un poco más que una sesión de práctica.

Ali está callado ahora, hace años que no se escucha en público su esplendida voz. Vive en Arizona con su esposa, Lonnie, y, aunque el mal de Parkinson ha afectado su saludo, sigue viajando.

Foreman y Ali se hicieron amigos con el paso de los años y hasta hace poco se comunicaban por teléfono. Si corre algún rumor sobre su salud, una de las hijas de Ali siempre llama a Foreman para asegurarle que todo está bien.

Hace unos años que no lo ve, pero cree que ya es hora de encontrarse.

"Siempre venía él, pero en estos días no está muy bien", dijo Foreman. "Creo que esta vez iré yo".

Foreman sabe que siempre será definido por lo que paso hace muchos años sobre un ring de África, pero ya lo ha aceptado. Entiende que es probable que con Ali hayan sido parte de algo mucho más grande.

Así es, perdió ante Ali en el ring, pero al fin de cuentas ha ganado mucho más que lo que perdió ese día.

"No diré que es el mejor boxeador de todos los tiempos", dijo Foreman, "pero sí diré que es el mejor ser humano que he conocido en mi vida".

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