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Los hinchas pusieron calor y color

YOKOHAMA (ESPNdeportes.com, enviado especial) -- Eran cerca de las cinco de la tarde y aunque todavía faltaban dos horas para el inicio del partido, unos 300 hinchas de Boca (más tarde se les sumaron varios más) comenzaban a calentar el gélido ambiente del estadio internacional de Yokohama.

En realidad, ese fue sólo el prólogo de lo que ocurriría en las siguientes seis horas. Porque Boca no sólo fue campeón en el campo de juego, sino también en las tribunas.

Aún a pesar de estar en notoria inferioridad numérica - el 70% de los japoneses se inclinaron por el Milan - cerca de mil hinchas argentinos, repartidos en dos sectores del estadio, se las ingeniaron para imponer su presencia.

¿Cómo? Cantando, gritando y bailando durante los 120 minutos que duró el encuentro.

El grupo más ruidoso fue el que se ubicó en una de las cabeceras (detras del arco donde Donnet convirtió el gol), mientras que otros aficionados argentinos se ubicaron en una de las plateas laterales.

Al tradicional grito de "Dale Bo" y con cientos de banderas como decoración, la hinchada argentina logró destacarse entre los 66.757 espectadores que colmaron el estadio.

Banderas que anunciaban orgullosamente la procedencia de los aficionados estuvieron ubicadas a lo largo y a lo ancho de la tribuna, aportando el toque típicamente futbolero argentino a la tradicional sobriedad japonesa.

Villa Pueyrredón, Villa Alsina, Villa Domínico, Budge, La Plata, Laferrere, Berisso, y Burzaco son sólo algunas de las localidades argentinas que tuvieron representacion en Japón. Aunque, por supuesto, no faltaron las leyendas irónicas para el eterno rival. Como esa que decia "River, sos de cabotaje".

En cuanto a los cánticos, "Vamos a llevar la copa a la Argentina, la copa que perdieron las Gallinas" fue el más escuchado, sobre todo despues que Cascini le pusiera el broche de oro a la noche de gloria boquense.

Pero, claro, antes de que llegara ese momento mágico, los hinchas xeneizes tuvieron que pagar su cuota de sufrimiento. Primero, tras el gol de Tomasson. Pero la angustia sólo duró cinco minutos.

Tras el shock inicial, el aliento se hizo escuchar más fuerte que nunca. "Esta noche cueste lo que cueste tenemos que ganar" fue la frase de batalla.

Matías Donnet se hizo eco y trajo calma a la tribuna.

El segundo momento tenso para los argentinos se produjo unos segundos después del pitazo final del ruso Ivanov.

"¿La suerte en las definiciones por penales nos durará toda la vida?", se preguntaban muchos.

Pero la confianza pudo más que la incertidumbre y, enseguida, la euforia volvio al cuerpo de todos, cuando quedó determinado que los penales se ejecutarían en el arco más próximo a los hinchas boquenses.

Entonces, fue el turno del apoyo incondicional a Roberto Abbondanzieri. El "Ole, ole, ole, Pato, Pato" bajó desde la cabecera. Y el arquero respondió a lo grande en su primera intervención.

Entonces, los japoneses que se habian "disfrazado" de Xeneizes se contagiaron - por fin - de sus pares argentinos. Aunque no lograban entender las letras de los cánticos, hacían una mímica casi perfecta, incluyendo el agitar del brazo derecho (por si a alguien le quedaban dudas de que los nipones son maestros en el arte de copiar).

Finalmente, el remate de Cascini fue a parar a la red y la euforia se desató por completo.

Una gran bandera apareció en la tribuna boquense. Y los magníficos fuegos artificiales se mezclaron con el extásis de volver a ser campeones del mundo.

Los festejos siguieron en los trenes, ante la azorada mirada de los japoneses, acostumbrados a transitar entre alegres y simpáticos borrachines, pero nunca nadie ni remotamente tan exaltados como los argentinos, que casi le provocan un infarto al pobre guarda de la estacion Kozukue.

De todas formas, afortunadamente, la algarabía pudo más que la violencia y no se registró ningún incidente.

La otra cara de la moneda fueron los pocos hinchas italianos, que se fueron como habían llegado: en silencio.

Claro, a nadie se le escapa que los "tifosi" suelen ser poco seguidores y muy flojos en el arte del aliento a sus equipos. Paradójico en un país con tanta tradición futbolística.

Atrás quedó, también, la decepción de casi 50 mil japoneses, que esperaban ver a Maldini y los suyos levantar una nueva copa. Es que aquí parece que ser hincha de Milan, Real Madrid o Manchester United es mucho mas "fashion" que estar del lado de "los otros".

Pero lo cierto es que "los otros" volvieron a adueñarse del mundo. Un mundo que durante un año estará pintado de azul y oro.

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