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Lo hicieron para probar

BUENOS AIRES (EFE) -- Las selecciones de Uruguay y Chile jugaron el partido inaugural del sudamericano-ensayo el 2 de julio de 1916 en el estadio del club Gimnasia y Esgrima, en el barrio de Palermo, al borde de las vías del ferrocarril y casi frente al hipódromo de la capital argentina.

El torneo no oficial echaba a andar como experimento. De aquel encuentro inicial en el que los uruguayos se impusieron por 4-0 quedó el recuerdo de Guerrero, el guardameta chileno que tuvo a su cargo tantas detenciones magistrales que asombraron a la multitud y que por muchos años, en el ambiente del fútbol, provocó que, cuando se quería expresar admiración por un arquero, se dijese: +ataja más que Guerrero+.

Los jugadores "fundadores" de aquel torneo fueron los uruguayos Saporiti; Castellino y Foglino; Pacheco, Delgado y Varela; Somma, Romano, Piendibene, Gradín y Marán y los chilenos Guerrero; Cárdenas y Wilke; Abello, Teucha y Unzaga; Galdez, Moreno, Gutiérrez, Fuentes y Zalazar.

Y cuatro días después de aquel memorable partido la formación argentina superó por 6-1 a la chilena. Los locales eran los señores Rithner, Juan Brown y Reyes; Badaracco, Olazar y Martínez; Natalio Perinetti, Guidi, Marcovecchio, Ohaco y Heissinger. Como puede advertirse, ya quedaba establecido el dominio de los futbolistas de origen criollo.

Los hijos de los inmigrantes italianos y españoles habían sustituido a los ingleses, imprimiendo a la vez el espíritu de cierto arte en el juego, transformando la rígida y fría mecánica de la técnica del fútbol británico en un juego alegre, vivaz, ágil, hermoso, plástico, en el que florecía el talento y la inventiva latina.

Sólo quedó de la vieja guardia del famoso club porteño Alumni Juan Brown, un gigante en la estampa y en el juego. Los demás, en su mayoría, pertenecían a las filas del Racing Club de Avellaneda, cuadro triunfal de la hazaña inigualada de haber conquistado siete campeonatos nacionales al hilo entre 1913 y 1919.

Y si los chilenos se apellidaban Guerrero, Cárdenas, Unzaga, Abello, Báez, Moreno, Gutiérrez y Fuentes, lo mismo debe decirse de ellos, todos criollos, procedentes de la dura y noble raza del Arauco.

Argentina y Uruguay, como queda expresado, habían batido a Chile en los primeros encuentros. El día 8 de julio chilenos y brasileños se sacaron chispas al empatar 1-1 y 48 horas después se produjo la mayor sorpresa del torneo cuando los argentinos no pudieron vencer a los brasileños y terminaron empatados a un gol.

Eran los tiempos de los jugadores aficionados puros y ocurría con frecuencia que los más calificados no pudieran alinearse en el conjunto local en días de trabajo, por cuestiones laborales, precisamente, o de estudio. El gol argentino en aquella jornada lo marcó José Laguna, el único futbolista de piel morena de este país en aquel entonces, de larga y destacada actuación en el club Huracán.

El día 13 de julio Uruguay venció a Brasil por 2-1 en un encuentro ardoroso y quedó fijado para el día 16 la final entre argentinos y uruguayos por la copa de plata labrada. Los primeros tenían un punto menos mientras que a los orientales les alcanzaba con un empate para quedarse con el trofeo. Los partidos de fútbol entre Argentina y Uruguay eran fiestas deportivas y sociales que dejaron recuerdos inolvidables.