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Bienvenido, Paraguay

BUENOS AIRES (EFE) -- El campeonato sudamericano de 1921, jugado en la capital argentina, tuvo como escenario el estadio del club Sportivo Barracas, en Barracas al Norte, barrio proletario, futbolista y tanguero.

Aquel torneo recibió el aporte de una presencia novedosa y grata, con lo que la familia del fútbol continental se agrandaba. A la fiesta del balompié de América se sumó Paraguay, con su camiseta de bastones verticales blancos y rojos, pero en cambio no participó Chile por problemas internos de su fútbol.

La fiesta futbolística del campeonato regional se abrió el día 3 de octubre con el partido que Argentina le ganó a Brasil por un gol a cero y seis días después del ambiente futbolístico se convulsionó con la presentación en sociedad del conjunto paraguayo para medirse con el de Uruguay.

El partido arrojó un resultado singular y sorprendente, porque Paraguay, de cuyo estilo futbolístico se desconocía casi todo y en especial su fuerza y calidad, venció al conjunto oriental, formado por jugadores de renombre.

Y si sorprendente fue el resultado, grato fue para los aficionados al fútbol ver actuar a dos jugadores guaraníes de gran calidad técnica: el interior izquierdo Gerardo Rivas y el centro medio Fleitas Solich, joven esbelto, de gran talla, que poco después se incorporó al club Boca Juniors, en el que cumplió una extensa y brillante campaña.

Pero días después los paraguayos cayeron derrotados ante Brasil y Argentina, los uruguayos superaron a los brasileños y en el viejo estadio de Sportivo Barracas, escenario de los grandes acontecimientos futbolísticos de la bella Buenos Aires -como años después lo fue el "gasómetro" de San Lorenzo-, ahora convertido en uno de los tantos recuerdos de una ciudad que ha cambiado mucho, jugaron el partido final Argentina y Uruguay.

Fue un gran partido y Argentina conquistó una resonante victoria con un gol marcado por Julio Libonati, como corona de una gran jugada personal. Argentina conquista por primera vez la Copa América y por primera vez en un torneo suramericano un guardameta se había mantenido imbatido: Américo Tesorieri.

En 1922 Brasil recordaba el Centenario de su Indepedencia y, para mejor celebrarlo, sus dirigentes deportivos pidieron para su país el honor de ser sede de la Copa América, alterando los derechos de organización que le correspondían a Chile. Atenta al valor del acontecimiento histórico, la Confederación Suramericana de Fútbol acció a la petición brasileña y en septiembre, en el estadio del Fluminense, se inició el torneo.

La sorpresa la recibió el dueño de casa de parte de las visitas, ya que Brasil apenas pudo igualar con Chile y Paraguay. En el partido que el conjunto local disputó el 12 de octubre ante los uruguayos se produjo un hecho que modificó la definición del torneo, ya que en un partido turbulento los orientales lograron dos tantos que sus jugadores consideraron legítimos, opinión con la cual no coincidió el árbitro brasileño Santos, que anuló las dos jugadas. El equipo uruguayo se consideró agraviado y decidió retirarse del campeonato.

Brasil, Paraguay y Uruguay consiguieron cinco puntos, pero como los de la camiseta celeste se habían vuelto a casa, los dos primeros conjuntos disputaron el título. Ganó Brasil por tres goles a cero y de esta manera fue por segunda vez campeón surcontinental.

La organización de la VI edición del suramericano, en 1923, le correspondió a Uruguay, cuyo fútbol también estaba afectado por un cisma que dividió en dos a su antes férrea estructura, basada en dos instituciones que eran la base de su prestigio: Peñarol y Nacional.

Los tricolores de Nacional quedaron dentro del sistema oficial, mientras que Peñarol se separó y estableció una fuerte ligazón con la parte cismática del fútbol argentino, cuyos equipos estaban descalificados para participar en partidos internacionales oficiales. El escenario del campeonato fue viejo estadio del Parque Central, propiedad del Nacional, testigo del nacimiento del fútbol en el Río de la Plata. Participaron Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Chile no concurrió a la cita.

La competición comenzó el 28 de octubre y Uruguay y Argentina, tras superar sucesivamente a sus rivales, quedaron en igualdad de puntos en el momento culminante del torneo. La cita para el partido final entre los colosos del Plata fue fijada para el domingo 2 de diciembre.

Dirigió el partido el brasileño Carneiro Campos. La selección argentina formó con Tesorieri, Bidoglio e Iribarren; Médici, Vaccaro y Solari; Laizo, Miguel, Saruppo, Aguirre y Onzari y la uruguaya con Casella, Nasazzi y Uriarte; Andrade, Vidal y Ghiera, Ladislao Pérez, Héctor Scarone, Petrone, Cea y Somma.

Ganó Uruguay por 2-0, alcanzó el título de campeón por tercera vez y los derivados de esa victoria tuvieron un papel de gran importancia en el futuro del fútbol de América.

Los dirigentes del fútbol uruguayo, a falta de dinero para pagar premios, prometieron a los jugadores que habían jugado el sudamericano que, de ganar el título de campeones, los llevarían a los Juegos Olímpicos de París en 1924.

Los muchachos ganaron el torneo, como queda dicho, pero Uruguay no estaba inscrito en el Comité Olímpico Internacional y por lo tanto no podía intervenir en los VII Juegos de la Era Moderna. Pero se hicieron arduas y largas gestiones. Finalmente la inscripción fue admitida y el conjunto de José Nasazzi viajó a Francia con sus maletas cargadas de ilusiones.

Uruguay compitió, gustó y ganó. Conquistó en París el primero de sus títulos mundiales más preciados y cada uno de sus jugadores volvió al Río de la Plata con la medalla dorada. El fútbol de América había descubierto Europa.