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Eran los cinco Diablos argentinos

BUENOS AIRES (EFE) -- La CSF citó a sus afiliados a disputar la Copa América de 1955 en Santiago de Chile en una fecha muy propicia, ya que el torneo comentó en otoño, y se produjo en esa ocasión un caso sin precedentes: que la delantera de una selección estuviese formada por los cinco jugadores de un mismo equipo, en este caso el Independiente de Avellaneda, de Argentina.

Aquellos jugadores eran Micheli, Cecconato, Bonelli, Grillo y Cruz, a los que se sumaron Borello, del Boca Juniors, Labruna, un genio del fútbol y caso un prócer riverplatense, y Tito Cucchiaroni, un jugador excepcional que terminó su carrera en Italia.

Aquel equipo argentino, en el que sus futbolistas jugaban casi sin tener la necesidad de mirarse unos con otros en el campo de juego porque manejaban la pelota y los espacios de memoria, brillaron también Vairo, Lombardo, Mouriño, Balay, Dellacha y Mussimessi (el arquero cantor), entre otros. Como dato ilustrativo de su poderío vale recordar que golearon por 6-1 a Uruguay.

Argentina jugó la final de aquel torneo en el que participaron seis formaciones, frente a otro poderoso conjunto, el de Chile, en el que aparecieron los hermanos Robledo, que procedían de un equipo de Inglaterra, país en el que habían residido como estudiantes. Los chilenos le habían marcado cinco goles a Perú, otros tantos a Paraguay y siete a Ecuador, nada menos.

El encuentro decisivo, que dirigió el uruguayo W. Rodríguez, fue emocionante. Ganó Argentina con un gol anotado por Michelli, el goleador del torneo, a los 14 minutos de la segunda etapa. De esta manera los argentinos regresaban a las competiciones sudamericanas después de sus ausencias en 1949 y 1953.

En 1956 se jugó un campeonato extra en Montevideo que le permitió a Brasil presentar en sociedad a un grupo de jugadores que años más tarde arrasaría con cuanto elogio se podía expresar sobre el balompié y sus cultores. Gilmar, Djalma Santos, Mauro y Zito.

En el equipo de Uruguay ya se iban borrando los nombres de los "mundialistas" del '50 y de aquellos sólo quedaban el moreno Rodríguez Andrade y el centrodelantero Miguez. En Argentina aparecía Enrique Omar Sívori, un chico que hacía maravillas con la pelota.

Uruguay ganó el torneo y subcampeones fueron los argentinos. Chile ocupó el tercer puesto y Brasil el cuarto.

La Copa América de 1957 se jugó en Lima, escenario de la memorable actuación de un equipo de juveniles argentinos. El campeonato tenía una gran importancia debido a que se disputaba en la antesala de la Copa del Mundo de Suecia y algunos de los equipos participantes en la fiesta sudamericana eran aspirantes a jugar el máximo torneo de la FIFA.

Argentina tuvo muchos problemas para armar aquella selección en la que algunos muchachos muy jóvenes iban a debutar en el terrero internacional junto a otros veteranos de largo prestigio, mientras que Uruguay estaba atravesando el ciclo de la medianía. Brasil, que pocos meses después daría la gran nota mundial del fútbol, participó con un equipo que ganó las fáciles y sucumbió en las otras.

La sensación del torneo fue el equipo de Argentina con sus juveniles Corbatta, Maschio, Angelillo y Sívori que hicieron cosas geniales, generadoras de victorias que le dieron al revitalizado conjunto albiceleste el título de campeón. Venció 8-2 a Colombia, 3-0 a Ecuador, 4-0 a Uruguay, 6-2 a Chile y 3-0 a Brasil, con lo cual obtuvo el título en la penúltima jornada. Ante Perú, mellados por los festejos, los argentinos cumplieron a desgano y fueron superados por 2-1.

Brasil ganó la Copa del Mundo en Suecia y fue recibido con todos los honores en Buenos Aires en la Copa América de 1959, que se jugó en el estadio +Monumental+ del club River Plate. Nilton Santos, Garrincha, Djalma Santos, Gilmar, Zagalo y Pelé se convirtieron en la máxima atracción de la competición. Los aficionados argentinos esperaban que su selección, sacudida por el fracaso en el Mundial, se recuperara con honor.

Uruguay fue una sombra de lo que había sido. Su técnico era Héctor Castro, +el manco+, campeón en Juegos Olímpicos, mundiales y sudamericanos, pero como maestro no logró enseñar a sus esforzados discípulos lo mucho que sabía de fútbol. Y para colmo, Brasil, dispuesto a destruir el embrujo del Maracaná, le planteó bronca en el partido que jugaron ambos equipos, donde una +barra brava+ de brasileños disfrazados de fotógrafos, instalados en el campo de juego, establecieron una poco digna superioridad numérica sobre los orientales a la hora de la riña.

El partido Argentina-Brasil fue la cumbre del programa del torneo. Los locales tenían 10 puntos y los brasileños 9. Fue una auténtica confrontación de campeones y una de las notas para el recuerdo fue el estricto y triunfal marcaje de un modesto jugador como Murúa sobre el imprevisible Garrincha. Juan José Pizutti y Pelé marcaron los goles y el 1-1 permitió al conjunto local alzarse con el trofeo.

A Pelé lo marcaba Lombardo. El moreno jugador del Santos tuvo momentos de brillante inspiración y su prestigio se consolidaba.

Aquel jugador jamás ganó la Copa América, pero como tantos otros excelentes deportistas dejó su marca en inolvidables partidos.

Ecuador inauguró en el torneo extra de 1959 su estadio +Monumental+ en Guayaquil, el mismo que dentro de pocas semanas será el escenario de la final de esta nueva edición de la Copa América, y por primera vez en la historia se disputaron dos torneos sudamericanos en un mismo año. En el conjunto local brilló un moreno goleador apellidado Spencer, que poco tiempo después fue a jugar al club Peñarol de Montevideo, en el que cumplió una larga y meritoria campaña internacional conquistando títulos uruguayos, continentales e intercontinentales.

Aquel campeonato en el que sólo participaron cinco equipos, se disputó en diciembre. Los uruguayos, entre los que destacaban Silveyra, Sasía, Douksas y Mesías y Troche, entre otros, conjugando talento y fuerza, ganaron la final que jugaron con Argentina por un 5-0 abrumador.

El Altiplano reclamó sus derechos y pese a algunas objeciones muy serias por la gran altitud de La Paz, le fue conferido el honor de organizar la Copa América de 1963. Cuando se discutía la conveniencia o no de otorgarle ese derecho, los bolivianos ofrecieron como alternativa la disputa de algunos partidos en Cochabamba, con altura menor. Uruguay no concurrió y tampoco Chile, que argumentó razones políticas.

Bolivia, el equipo en el que jugaba Ramiro Blacutt, ganó el torneo tras empatar con Ecuador por 4-4 y vencer a Colombia 2-1, a Perú 3-2, a Paraguay 2-0, a Argentina 3-2 y a Brasil 5-4. El desarrollo de aquel sudamericano permitió comprobar que aquella cancha paceña, tan cercana al cielo, no era conveniente para que los jugadores de las zonas del llano practicaran el fútbol.

No obstante, algunas figuras notables dejaron en Bolivia recuerdos imborrables por su calidad y personalidad, como los peruanos Gallardo, Zegarra y Mosquera; los paraguayos Lezcano y los hermanos Insfran; el moreno colombiano Gamboa, de larga y brillante trayectoria internacional; los argentinos 'Coco' Rossi, Mario Rodríguez, Bernao y Ditro, quien sufrió una seria fractura en el partido ante Brasil.

Bolivia fue campeón en su tierra y mantuvo el trofeo Copa América durante cuatro años, hasta 1967, cuando el torneo volvió a disputarse en Montevideo.