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Un año para el recuerdo

Por RUBÉN LOJAM

HOUSTON, Texas (EFE) -- Si alguien tenía alguna duda de la aportación que los peloteros latinos han hecho a través de toda la historia en el béisbol profesional de las Grandes Ligas, el año 2005 dejó una respuesta inapelable y de completa consagración.

Si la temporada se iniciaba viendo como el dominicano Omar Minaya se convertía en el primer gerente general latino en la historia de los Mets de Nueva York, se cerraba con la proclamación del primer manejador latino, el venezolano Ozzie Guillén, guiando a un equipo de las Grandes Ligas a la Serie Mundial y proclamarlo campeones.

Los grandes logros y aportaciones de los peloteros latinos llegaron en el mejor momento para dejar al descubierto una vez más la marginación que los directivos del deporte pasatiempo nacional en Estados Unidos hicieron a las viejas leyendas, al no incluir a ninguna hace seis años en el equipo del siglo.

El comisionado Bud Selig se invitó un elección especial del equipo de las leyendas latinas que dejó a la votación de los aficionados y que generó más frustración que reivindicación porque tampoco fue el reflejo de lo que se entiende por leyendas.

Pero al margen de la polémica, la temporada del 2005 fue espectacular y brillante para los peloteros latinos que establecieron un récord del 29,2 por ciento de presencia en las plantillas de los equipos de las Grandes Ligas cuando se dio el tradicional grito de "play ball".

La República Dominican con casi un centenar de peloteros iba a ser el líder no sólo en el número sino también en el rendimiento y protagonismo; seguida por Venezuela que presentó a 46 profesionales; 34 fueron de Puerto Rico; 18 de México; Panamá, Colombia y Nicaragua también tuvieron representantes.

Ante esta presencia y protagonismo surgió por encima de todos la figura de Guillén, el joven manejador, que en su segunda temporada al frente de los Medias Blancas hizo historia al poner punto final a la sequía del título de campeones de la Serie Mundial de 88 años.

El 2005 sirvió para que los Medias Blancas siguiesen el ejemplo de los Medias Rojas de Boston y Guillén fue el líder perfecto para imponer no sólo su talento y clase sino también una personalidad propia que puso punto final a la sequía del título de la Serie Mundial.

El equipo más conocido por su historial de fracasos y el escándalo de las "Medias Negras", por dejar comprar la Serie Mundial de 1919, se transformó en un modelo de equipo completo en todos los apartados del juego.

Guillén formó una novena balanceada y modelo de producción en el pitcheo, defensa, bateo oportuno, y velocidad en las bases, una combinación explosiva que tuvo mejor reflejo en el "Clásico de Otoño" que barrieron por 4-0 a los Astros de Houston, que llegaron por primera vez a la Serie Mundial en toda su historia.

Para el triunfo de los Medias Rojas, Guillén tuvo como núcleo principal a los peloteros latinos con los lanzadores, el cubano José Contreras, y el venezolano Freddy García, de abridores.

Mientras que otro cubano, el veterano lanzador Orlando "El Duque" Hernández, se puso el uniforme de relevista en la fase final para volver a estar decisivo, pero eso no le salvó de haber sido traspasado a los Cascabeles de Arizona por el estelar boricua Javier Vázquez.

Otro pelotero latino determinante en el juego de los Medias Blancas fue el campocorto colombiano Juan Uribe, que hizo una labor extraordinaria en el apartado defensivo, especialmente en el cuarto y decisivo partido de la Serie Mundial.

Pero Guillén, convertido en el nuevo Michael Jordan de Chicago, también iba a recibir el mejor premio individual de todos, ser nombrado como el Manejador del Año en la Liga Americana.

El premio tuvo doble valor porque en la Liga Nacional se lo dieron al legendario Bobby Cox, de los Bravos de Atlanta, que fue el que primero confió en el gran talento de Guillén para dirigir en las Mayores.

Si Guillén se cubrió de gloria e hizo historia en el apartado de la dirección técnica, en el diamante la aportación de los peloteros tuvo como grandes protagonistas a los dominicanos y la mejor demostración de esa realidad fueron luego los premios individuales.

Después de un primer año de adaptación, Alex Rodríguez, el tercera base de los Yanquis de Nueva York, fue proclamado Jugador Más Valioso (MVP) de la Liga Americana, para confirmar que si podía ya reivindicar su condición de miembro de los Mulos del Bronx, inclusive al superar marcas individuales que estaban en poder del legendario Joe DiMaggio.

Pero no sólo ganó Rodríguez, sino que los rivales más directos fueron sus compatriotas David Ortiz, de los Medias Rojas de Boston; Vladimir Guerrero, de los Angelinos de Los Angeles y Manny Ramírez, de los Medias Rojas.

La gran reivindicación individual llegó también para un dominicano en la Liga Nacional, y se la quedó el primera base Albert Pujols, de los Cardenales de San Luis, que confirmó su trayectoria de súper estrella al conseguir el premio de MVP, sustituyendo al legendario Barry Bonds.

Si los bateadores se llevaron todos los honores los peloteros latinos, en el apartado de los lanzadores también hubo protagonismo dominicano con el derecho Bartolo Colón, el estelar de los Angelinos de Los Angeles, que ganó el premio Cy Young de la Liga Americana.

Pero no sólo brilló Colón que ganó el premio sino que también lo hicieron el relevista panameño Mariano Rivera, que fue segundo y el venezolano Johan Santana, que quedó tercero en la votación después que el año anterior había sido el ganador.

Rivera ya había sido nombrado como el mejor relevista del año al tener otra temporada excepcional con los Yanquis de Nueva York.

No hubo premios para latinos en el apartado de los novatos, pero si candidatos y grandes protagonistas a seguir garantizando la su presencia en el futuro del deporte pasatiempo nacional en Estados Unidos.

Ryan Howard fue la gran revelación en la novena de los Filis de Filadelfia para no sólo suplir la ausencia del estelar lesionado Jim Thome sino que además se convirtió en uno de los jugadores más productivos con .288 de promedio de bateo, 22 jonrones y 63 carreras remolcadas.

Su gran actuación y desarrollo como profesional hizo que Thome no fuese ya necesario y lo traspasaron a los Medias Blancas de Chicago, que dieron de baja al veterano Frank Thomas.

Si Howard ganó el premio, el jardinero central dominicano Willy Taveras, de los Astros de Houston, fue el rival más directo que tuvo y también hizo todos los honores para haberlo conseguido.

Al final de temporada, Taveras hizo olvidar al estelar boricua Carlos Beltrán, que como agente libre firmó por los Mets de Nueva York para no tener su mejor año.

Dentro de la Americana, el premio fue para el lanzador derecho Huston Street, de los Atléticos de Oakland, pero la gran revelación fue el segunda base dominicano Robinson Cano, de los Yanquis de Nueva York, al convertirse en una de las figuras de los Bombarderos del Bronx.

El año también dejó por fin el reconocimiento del grave problema del consumo de esteroides dentro del deporte pasatiempo nacional y una nueva política antidopaje más acorde con la necesidad de poderle dar una solución.

La asistencia a los campos se incrementó de nuevo para alegría del comisionado Selig, que al final no concedió el perdón al legendario Pete Rose, en su intento por entrar al Salón de la Fama, algo que no podrá hacerlo ya como pelotero.

Mientras que la ausencia de los equipos históricos en la Serie Mundial hizo que la audiencia de televisión fuese la más baja en la historia del "clásico de otoño", una pequeña mancha negra en un gran año para el deporte pasatiempo nacional en Estados Unidos.

FotosFotos: Ozzie Guillen y sus Medias Blancas ganaron la Serie Mundial