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No se metan con Messi

BUENOS AIRES -- No es necesario defender a Messi desde una columna o desde un Blog. Él se defiende solo y de la mejor manera: en la cancha, con la pelota. Sin embargo. en este contexto en el que una parte del periodismo y de la sociedad argentina se han ensañado con el mejor jugador del planeta no queda otra que intentar explicar por qué el Diez del Barcelona es el futbolista que mejor entiende qué es lo que hay que hacer en la cancha y cuándo.

La Selección que dirige Sergio Batista tuvo un comienzo muy malo en esta Copa América. Empató el primer partido ante Bolivia y también igualó el segundo, contra Colombia. En este último encuentro disputado en Santa Fe, Argentina fue una sombra, mostró un nivel preocupante por la ineficiencia y por la falta de reacción. Fue superado claramente por el cuadro cafetero y si no perdió fue por la gran actuación del arquero Sergio Romero.

Tras el encuentro, la hinchada santafesina reprobó la actuación con silbidos e insultos. Y uno de los principales destinatarios de esa reprobación fue el segundo mejor jugador del equipo, después del arquero. La gente le pide a Messi que sea el mesías, el salvador, que tire el centro y cabecee, que haga los goles que hizo Maradona ante Inglaterra, el primero y el segundo. Esa idea de que el atacante del Barça debe ser un hombre orquesta nació en los medios.

Los "entendidos", que se jactan de ver al equipo catalán todas las semanas, se escandalizan al ver el nivel de Messi en la Selección. Ellos piden algo imposible, porque el contexto es otro, los compañeros son otros, la idea es otra. Y en este momento del fútbol mundial, ningún jugador gana por sí mismo, ni siquiera el mejor de los últimos veinte años.

Esta Copa América era el escenario ideal para que Messi les cerrara la boca a esos agoreros, a aquellos que viven de la crítica, sea o no justificada. Un torneo en casa, ante los ojos del país serviría para terminar con esa sentencia nefasta: "Messi no juega igual en la Selección que en Barcelona". Claro que no juega igual, porque en la actualidad un futbolista es lo que es por su talento individual pero también por lo que lo rodea.

En el conjunto culé, Messi tiene a su alrededor a jugadores que hablan su mismo idioma, que sienten el fútbol de la misma manera. En el Barça, cuando el Diez retrocede para tomar contacto con la pelota, las ofertas aparecen a granel. Dani Alves se muestra por un extremo, donde más adelante aparece Pedro. Iniesta y Xavi están a su lado, Villa espera adelante y Adriano se muestra por la otra punta. Y todos estos viven en constante movimiento, nunca se detienen. Así, las marcas pierden sus objetivos y Messi tiene todo lo necesario para brillar como la estrella que es.

En cambio, cuando es él quien se adelanta para definir la jugada, Xavi e Iniesta hacen lo necesario para que la pelota llegue a sus pies como un imán. Todo es perfección en ese equipo, donde Messi es Messi, un fenómeno.

¿Qué pasa en Argentina? Los laterales no suben y si lo hacen, eligen mal el momento. Los mediocampistas no tienen movilidad ni precisión y los extremos pelean y chocan mucho más de lo que juegan. Así, nadie puede jugar a nada. Es imposible ser el mejor rodeado de un equipo sin ideas, o lo que es peor, con malas ideas. La gente pide magia, pero los magos ya no juegan al fútbol.

Messi es uno de los tres mejores jugadores argentinos de todos los tiempos, gane o no un título importante con la Selección. Se ganó ese sitio gracias a ser la pieza más importante del mejor equipo de la historia de este deporte. Ese privilegio lo sube al olimpo. En ese lugar lo vemos cada sábado, cada domingo y cada miércoles. El goce que produce ese juego de terciopelo está presente en cada amante de este juego y nadie podrá borrarlo, ni siquiera aquellos que buscan una salida rápida para no tener que analizar los errores de este Seleccionado.

El partido contra Costa Rica será una nueva oportunidad para cerrarle la boca a quienes estaban esperando esto para salir a matarlo. Él tiene todo para defenderse de esos injustos ataques desde donde más cómodo se siente: la cancha. Y si no, nosotros, que como argentinos sólo sentimos orgullo cuando lo disfrutamos, estaremos allí para levantar la bandera del talento por sobre la de la crítica inutil e injustificada.