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20+10=3-0

Messi y Gago, los hombres del partido en Argentina EFE

BUENOS AIRES -- Tras el encuentro de Argentina ante Costa Rica, los hinchas sudamericanos probablemente se dividan entre dos sensaciones principales. La primera, el alivio. La segunda, solapada por la anterior, una leve euforia, algo de entusiasmo de cara a lo que viene.

Lo que viene es Uruguay o Perú o Chile, en un duelo eliminatorio. La clasificación regala esas oportunidades: tendrá que vérselas con un combinado mayor, con más experiencia y más juego que el rival de este lunes, es cierto. Pero lo hará sin las doscientas toneladas de arena que se sacó de los hombros con un pase de ronda y un juego que se pareció mucho a lo que el entrenador venía profesando desde el discurso.

El equipo que dirige Sergio Batista logró un funcionamiento colectivo aceptable ante un conjunto joven que lo aguantó durante 45 minutos, hasta el primer gol. Tras quebrar el marcador, Messi tuvo espacios y sus compañeros se lucieron. La Pulga se movió por el frente de ataque, aprovechó la sobremarca de los defensores para asistir delanteros y se fue de la cancha con una ovación y una sonrisa. No es poco tratándose de él, que se prodiga como centro de críticas ante una buena parte de los futboleros y de la prensa de su país. Pero, hay que decirlo, el partido ya estaba roto, dispuesto para el contraataque, con un contrincante que tomaba la iniciativa sin saber cómo hacerlo y retrocedía mal.

Gracias a ese segundo tiempo, Messi se convirtió en el dueño del espectáculo. Sin embargo, lo más interesante para el análisis surgió antes, en el primer tramo del encuentro, cuando un volante de Real Madrid manejó los ritmos y la pelota. Costa Rica se plantó en los últimos treinta metros del campo, cerca de su arquero, para jugar con el nerviosismo argentino y complicar los avances desde la defensa agrupada. Y en el local, la circulación de balón tuvo escala obligada en un muchacho que se hizo cargo de la creación que el equipo precisaba: sorprendentemente, se trata de Fernando Gago.

Hace mucho tiempo que Gago no tenía un rol de liderazgo futbolístico tan importante en ningún equipo. No pudo desarrollar su juego a pleno en España, ni con Pellegrini ni con Mourinho. Maradona, que lo tuvo en cuenta en la primera parte de su ciclo, con el correr del tiempo lo usó en un puesto que no lo beneficiaba y terminó por excluirlo del plantel que disputó el último Mundial.

Desde su tiempo en Boca no se lo veía tan activo en la ofensiva. Esta vez fue preciso con los pases, punzante de a ratos, y sirvió como socio ideal de Messi en esos primeros minutos que amenazaban con volver a frustrar al crack del Barcelona. En el arranque del encuentro, Lionel jugó por derecha, casi como extremo, y se olvidó de bajar a buscar la pelota. Influyó donde tenía que hacerlo: más adelante. Y si pudo lograrlo fue porque Gago se hizo cargo del traslado.

A decir verdad, su manejo le facilitó la tarea a todo el equipo. ¿Pica Zabaleta? Pase largo hacia el lado del lateral. ¿Sube Di María? Toque vertical para que controle el volante. ¿No hay espacio para avanzar? Atrás hacia Mascherano, para rearmarse. ¿Agüero tira una diagonal? ¿Messi se cierra hacia el centro? Toque vertical, entre líneas. ¿Se cierra la defensa? Disparo de media distancia, para ver si un rebote destraba la igualdad. Gago fue la llave: la paciencia y el estilete. El molde para que Argentina, de una vez, jugara a algo.

Probablemente fuera algo así lo que buscaba Batista cuando, ante Colombia, en busca de un mayor volumen de juego, llevó a cabo ese cambio que parecía inexplicable: Gago por Banega. Esa fórmula se repitió en el arranque de este último partido, pero esta vez sí tuvo éxito.

Es difícil ser terminante porque resultaría injusto con Agüero o Romero, que siguen demostrando a cada paso que son piezas fundamentales de este conjunto. Dejar de lado el benévolo marco que se vivió en Córdoba también es soslayar un elemento importante. Sin embargo, la columna vertebral de esta victoria se construyó gracias a esa sociedad en la tenencia de pelota. La prepotencia bien entendida de Gago, su soltura para pedir la bola, para hacerse dueño del medio, patrón del equipo, era el revulsivo de indisciplina que estos muchachos necesitaban.

Batista se anotó su primer triunfo personal como DT en esta Copa América. Su apuesta, sin triple mediocampista central, funcionó perfecto. El creador fue un volante que recupera y hace jugar, un volante mixto como él quería. Eso sí, no fue Banega.

Para ponerlo en números, el socio de un Messi que no fue 9, sino 7, pese a usar la 10, fue el número 20, que es 5 pero jugó casi de enganche. Fue Gago, como en los viejos tiempos. Cualquiera que diga que no se sorprendió, muchachos, les estará mintiendo. Por una vez la ecuación rindió para bien del Checho. Y de la Selección.