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Euro 2012 comienza

VARSOVIA -- Mientras hoy, en Ucrania, se preparan para el primer día de fútbol, aquí en Polonia el balón ya empezó a rodar y los corazones ya comenzaron a latir fuerte por la EURO 2012.

Como ustedes ya saben, yo estuve en Varsovia para el match entre el anfitrión y Grecia. Por todo el día la ciudad fue realmente una locura, invadida completamente por los muy ordenados y civiles hinchas polacos, que sin crear ningún tipo de problema "pintaron" de rojo y blanco la capital de este país con su presencia y llenaron el aire de gritos, de cantos y de risas.

No fue una verdadera fiesta, de esas a los que estamos acostumbrados los sudamericanos, especialmente los brasileros, que saben transformar cada plaza por la que pasan en un carnaval con sus bombos, sus bailes y con esa alegría tan contagiosa que les donó el cielo.

Fue más bien un hermoso desfile, que nos alegró el día e hizo pasar prácticamente desapercibido un chaparrón tremendo, que si bien duró pocos minutos alcanzó para empaparme.

Mi viaje hacia la cancha, así, estuvo realmente muy lindo. A mi me encanta gozar de éste tipo de cosas, así que después de pasar a buscar el paraguas que había puntualmente dejado en el hotel, me paré en un Shopping Center cerca de la estación central para almorzar.

Ahí vi miles de hinchas por todos lados: quien comía, quien se compraba alguna remera o alguna bufanda de Polonia, para llegar aún más cargado al match, quien se pintaba la cara y hasta quien hizo de modelo en un "store" de ropa deportiva.

Llegado al imponente National Stadium, hermoso tanto afuera cuanto adentro, tuve que abandonar mi paraguas, que los "simpáticos" hombres del servicio de seguridad no me dejaron pasar y, al final, hasta terminé perdiéndolo: me habían dicho que lo encontraría a mi salida pero, en realidad, eso nunca ocurrió.

En éstos países la rigidez en este tipo de cosas es total. Es un hecho cultural y no hay que enfadarse. Mejor perder un paraguas e ir para adelante, porque discutir con ellos es imposible y se arriesga también de hacerlos enfadar mucho. De todas maneras, a parte ese inconveniente, no tuve ningún tipo de problema y, al revés, gocé de un grande espectáculo.

En efecto, el show de inauguración estuvo realmente muy bueno: la música, toda claramente del grande ídolo nacional Frederic Chopin, la coreografías, los bailes y todo lo demás fueron muy atractivos y todo eso estuvo condimentado de manera emocionante por los gritos de júbilo de los 50 mil y pico hinchas polacos, quienes se vieron realmente orgullosos de ser anfitriones de semejante evento deportivo, como demostraron a menudo con gritos y cantos ensordecedores.

En ese marco, fue una lástima que Polonia no lograra ganarle a Grecia, por encima dejándose escapar un partido que tenía en sus manos. Con un triunfo local, hubiera podido gustarme la gran fiesta polaca, pero en cambio me tocó asistir a una salida desde la cancha algo triste y a una noche tranquila, sin particulares emociones.

Por encima, el 1 a 1 no hizo festejar tampoco a los poquísimos hinchas griegos, que en la cancha parecían un pequeño lunar azul en una tribuna totalmente albiroja. En efecto, también ellos se quedaron muy insatisfechos por el empate (considerando también que Karagounis falló el penal del posible 2 a 1) y así no tuve ni la satisfacción de ver feliz un pueblo que siempre fue amigo de los italianos.

En este momento, les escribo desde el tren que se desliza por los campos polacos y me lleva hacia el frío y mágico mar del norte, en dirección de Gdansk. Ahí, esta tarde asistiré a la conferencia de prensa italiana. Luego, comenzará la espera neurótica del partido del domingo entre España y la Azzurra.

Lo que no me esperaba, realmente, era de ver la estación y este tren repletos de hinchas polacos, algunos e los cuales evidentemente no fueron ni siquiera a dormir esta noche; tanto que un par perdieron el tren porque se quedaron prácticamente "desmallados" en la estación y sus compañeros no lograron levantarlos.

No sé por qué no lo había pensado, pero muchos de ellos viajaron desde todas las ciudades de Polonia, como es lógico que sea, para llenar el National Stadium y alentar a su Selección. Es realmente un gusto ver un pueblo tan contento y emocionado, por algo en definitiva muy simple y humilde como el deporte.

Es hermoso cuando el fútbol es simplemente una fiesta, que nos sirve como excusa para cumplir un viaje con los amigos, reírnos y tener algo para contarle a nuestros nietos, cuando seamos viejos. Debería ser siempre así y yo espero que por lo menos esta competición se viva en su totalidad en este estado de ánimo. Las premisas, por ahora, lucen positivas en ese sentido.